- Una red de más de 40 comunidades y asociaciones de agricultores promueve las escuelas de agroecología en todo el país para recuperar prácticas campesinas ancestrales, educar a las comunidades en agroecología y enseñarles a construir sus propias economías locales.
- Basándose en el método tradicional de campesino a campesino, la organización sostiene que ha mejorado los medios de subsistencia de miles de familias que sólo utilizan técnicas de agricultura orgánica y protegen colectivamente 74 000 hectáreas de bosque en Guatemala.
Todos los viernes a las 7:30 de la mañana, María Isabel Aguilar vende sus productos orgánicos en un mercado artesanal de Totonicapán, ciudad situada en el altiplano occidental de Guatemala. Presentados sobre una manta multicolor tejida a mano, sus brócolis, coles, papas y frutas están cuidadosamente organizadas en cestas hechas a mano.
Aguilar forma parte de una cohorte de campesinos que participaron en escuelas de agroecología dirigidas por agricultores en su comunidad. Como una manera de salir del ciclo de hambre y de pobreza, aprendió principios ecológicos de siembra, conservación del suelo, almacenamiento de semillas, propagación y otras prácticas agroecológicas que le han proporcionado mayor autonomía, autosuficiencia y mejora de la salud.
“Aprendimos a elaborar insecticidas para ahuyentar las plagas”, dice. El proceso, explicó, implica un cóctel puramente orgánico de ajo, chile, cola de caballo y otras hierbas y hojas, dependiendo del tipo de insecticida que se necesite. “Hay que poner todo esto junto y dejarlo reposar varios días antes de aplicarlo, y así las plagas no vendrán… También aprendimos a preparar fertilizantes que ayudan a mejorar la salud de nuestras plantas. Usamos las hojas de árboles o plantas medicinales que tenemos en nuestros jardines y los aplicamos a nuestros cultivos y árboles para que nos den buenos frutos”.
La expansión de la agricultura a gran escala ha transformado las tierras ancestrales de Guatemala en plantaciones intensivas de monocultivos, lo que ha provocado la destrucción de bosques y prácticas tradicionales. El uso de fertilizantes químicos nocivos, incluido el glifosato, prohibido en muchos países, ha destruido algunos medios de vida y causado graves daños a la salud y al medioambiente.
Para combatir estas tendencias, organizaciones de todo el país han puesto en marcha una práctica denominada campesino a campesino. Con ella buscan revivir las antiguas tradiciones de las familias campesinas de Guatemala. Con la implementación de escuelas de agroecología, han ayudado a las comunidades indígenas y locales a abordar los problemas actuales del desarrollo rural a través del intercambio de sabiduría, experiencias y recursos con otros agricultores que participan en el programa.
Mantener vivas las tradiciones ancestrales
Las escuelas de agroecología están organizadas en una red de más de 40 comunidades indígenas y locales, así como asociaciones de agricultores que operan bajo la Asociación de Forestería Comunitaria de Guatemala Utz Che’. Desde 2006, se han extendido por varios departamentos, incluidos Totonicapán, Quiché, Quetzaltenango, Sololá y Huehuetenango, los que representan a unas 200 000 personas, el 90 % de ellas indígenas.
“Una parte importante de este proceso es la autonomía económica y la capacidad productiva instalada en las comunidades”, dice Ilse De León Gramajo, coordinadora del proyecto en Utz Che’. “Esta capacidad y conocimiento los generamos a través de las escuelas y del intercambio de experiencias que facilita la red”.
Utz Che’, que significa árbol bueno en la lengua maya k’iche’, identifica las comunidades que necesitan ayuda y envía a un representante para crear las escuelas. En cada una de ellas participa alrededor de 30 o 35 personas, incluyendo mujeres y hombres de todas las edades. El objetivo es facilitar el coaprendizaje en lugar de invitar a un “experto” a dirigir las clases.
El propósito de estas escuelas es ayudar a los agricultores a identificar problemas y oportunidades, proponer posibles soluciones y recibir apoyo técnico que luego puedan compartir con otros agricultores.
Los participantes deciden qué quieren aprender. Juntos intercambian conocimientos y experimentan distintas soluciones de problemas espinosos. Si nadie en la clase sabe cómo lidiar con un tema determinado, Utz Che’ invitará a alguien de otra comunidad para que venga a enseñar.
“Identificamos a un productor que tenga experiencia específica en un tema —por ejemplo, producción de papas, producción de cerdos o reproducción de semillas— y, mediante este proceso, transferimos conocimientos entre agricultores”, cuenta Gramajo.
La asistencia es gratuita. Sin embargo, como parte del proceso, los exalumnos son responsables de apoyar a la siguiente cohorte de agricultores, mediante el ofrecimiento de apoyo técnico y orientación. El proceso reproduce la transmisión natural de conocimientos a través de generaciones de agricultores. De ahí el nombre de campesino a campesino.
Nils McCune, investigador agroecológico de la Universidad de Vermon, dijo que este tipo de enfoque “parte del reconocimiento de que los agricultores son los mejores maestros de los agricultores”.
Al igual que las escuelas de agroecología, organizadas por el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil (MST, por sus siglas en portugués), las clases son tanto teóricas como prácticas. Sin embargo, las escuelas guatemaltecas tienen lugar en las granjas de los participantes y no en un campus formal.
Florinda Dominga Par, de una comunidad llamada Chuicaxtún, ha estado en el programa desde 2014. “En las escuelas, ella aprendió a producir el abono bocashi —un método de compostaje que consiste en fermentar estiércol orgánico—, que se ha convertido en su mayor aliado para la producción de papas”, dice Gramajo. “Hoy, ella es una de las mejores productoras de papas ecológicas”.
Los agricultores también pueden aprender sobre la selección y protección de semillas autóctonas, la plantación y gestión agrícola de sus cultivos, la conservación del suelo y la recolección de agua de lluvia para el riego o para los animales.
Caterina Tzic Canastuj, otra productora que ha participado en las escuelas, le dice a Mongabay que aprendió a crear un fertilizante orgánico que protege a sus tomates contra microorganismos dañinos, lo que deriva en rendimientos mucho mayores y de alta calidad.
Parte de lo que hace Utz Che’ es documentar prácticas ancestrales para difundirlas entre las escuelas. Con el tiempo, el grupo ha recopilado una lista de conceptos básicos que considera fundamentales para todas las comunidades campesinas, la mayoría de los cuales responden a las necesidades y pedidos que han surgido en las escuelas.
Las escuelas de agroecología transforman vidas
Claudia Irene Calderón, de la Universidad de Wisconsin-Madison, es experta en agroecología y sistemas alimentarios sustentables en Guatemala. Ella cree que la cocreación de conocimiento es “clave para equilibrar el poder de decisión que tienen las corporaciones, que se centran en la maximización de beneficios y no en la mitigación del cambio climático y la adaptación a este”.
Calderón comenta que “la recuperación y revalorización de las prácticas ancestrales son fundamentales para diversificar los campos y las dietas y para mejorar la salud del planeta. Reconocer el valor de las prácticas ancestrales arraigadas en la comunalidad y que fomentan la solidaridad y la ayuda mutua es decisivo para fortalecer el tejido social de los indígenas y los pequeños agricultores de Guatemala”.
Con la implementación de escuelas de agroecología en todo el país, Utz Che’ afirma haber mejorado los medios de subsistencia de 33 000 familias. En total, estos agricultores también informan que protegen de forma colectiva 74 000 hectáreas de bosque en toda Guatemala al luchar contra los incendios, vigilar la tala ilegal y practicar la reforestación.
En 2022, Utz Che’ encuestó a 32 mujeres que habían participado en la escuela de agroecología. Todas se habían hecho totalmente responsables de la producción, distribución y comercialización de sus productos, algo que aprendieron en las escuelas de agroecología. Hoy, venden sus productos en el mercado artesanal de Totonicapán.
Los resultados, que destacan las muchas formas en que las escuelas las ayudaron a mejorar sus conocimientos, también demuestran el poder y el potencial de estas escuelas para aumentar las oportunidades y reforzar la independencia de las mujeres productoras de todo el país.
Para McCune, la agroecología, compartida a través de un proceso social como el de campesino a campesino, produce alimentos más sanos y utiliza menos tierra, al tiempo que reduce los efectos nocivos de la agricultura intensiva en la salud, el agua y las fuentes de alimentos de las comunidades.
“Es con probabilidad el más claramente exitoso de los métodos para movilizar el conocimiento agroecológico”, dice. “Sin embargo, como proceso social, el de campesino a campesino tiene que nadar en las turbulentas aguas de los cambiantes contextos sociopolíticos”.
Como señala Gramajo, uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan es la falta de apoyo de los gobiernos, que se inclinan por modelos agrícolas que pretenden maximizar los beneficios a expensas de las comunidades rurales.
“Hay varios acuerdos y tratados internacionales para apoyar a los agricultores de Guatemala, pero no se respetan”, comenta. “Esto supone un gran reto”.
Aunque algunos de los avances de la expansión de la industria agrícola en Guatemala han sido útiles, como la creación de sistemas de riego más eficientes, tecnologías poscosecha y una mayor comprensión de las interacciones planta-patógeno, “la optimización de los sistemas para centrarse únicamente en la maximización de la producción es arriesgada”, dice Calderón, y agrega: “Se ha demostrado que tiene impactos ambientales y sociales muy negativos”.
Gramajo resalta que las escuelas se centran en “actividades que fortalezcan la economía de las familias y reduzcan las amenazas que se generan a partir de la explotación de los recursos naturales, como la deforestación que se lleva a cabo en algunas áreas para hacer espacio para los monocultivos y el avance de la industria agrícola”.
Las escuelas giran en torno a la idea de que las personas son responsables de proteger sus recursos naturales y, mediante la revitalización de prácticas ancestrales, pueden contribuir a salvaguardar el medioambiente y reforzar los medios de subsistencia.
* Imagen principal: Florinda Dominga Par, una de las mejores productoras de papas orgánicas del país. Foto: cortesía de Utz Che’.
REFERENCIA:
Asociación de Forestería Comunitaria de Guatemala Utz Che’. (2021). Retrieved from UNDP Equator Initiative website: https://www.equatorinitiative.org/wp-content/uploads/2020/06/Utz-Che-Case-Study-English-r2.pdf
* Artículo original: https://news-mongabay-com.mongabay.com/2023/07/agroecology-schools-help-communities-restore-degraded-land-in-guatemala/
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