- Al igual que en otros pequeños félidos, existen importantes lagunas de conocimiento en cuanto al tigrillo. En Costa Rica y Panamá lo afecta la presencia de cultivos de gran escala, mientras que en Colombia se considera que los perros ferales y asilvestrados podrían estar diezmando sus poblaciones.
- La minería legal e ilegal en el Arco Minero del Orinoco en Venezuela está afectando impacta a esta especie. El desplazamiento por la deforestación, una menor presencia de sus presas y la intoxicación con mercurio —que permanece en los ríos a causa de la minería de oro— son algunas de las amenazas que enfrenta.
En la selva amazónica venezolana y en otras áreas de América Latina habita el tigrillo (Leopardus tigrinus), un pequeño gato silvestre del que se sabe muy poco. El conocimiento disponible ha sido una consecuencia indirecta del estudio del puma y el jaguar o de los inventarios sobre áreas naturales protegidas, más que de investigaciones específicas sobre esta especie.
Este félido habita en una variedad de ambientes, desde bosques amazónicos hasta montañas andinas tropicales y páramos, con alturas desde los 600 metros sobre el nivel del mar hasta los 4 800. La especie está catalogada como Vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y se estima que sólo hay entre 9000 y 10000 tigrillos en toda Latinoamérica.
En países como Venezuela, la complejidad de estudiar al tigrillo se agrava por las amenazas que representa para su supervivencia la actividad en el Arco Minero del Orinoco, una zona que el gobierno de Nicolás Maduro decretó en 2016. En la actualidad, en esa región se practica minería legal e ilegal. Esta extensa área es explotada predominantemente por guerrillas colombianas y otros grupos armados.
Ilad Vivas López, biólogo venezolano que actualmente reside en España, ha propuesto un ambicioso proyecto de investigación al Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas para evaluar cómo la minería y la deforestación están impactando a las poblaciones de tigrillos en Venezuela.
Vivas, junto con reconocidos expertos en félidos como María Abarca y Wlodzimierz Jedrzejewski —coautores del libro Felinos de Venezuela— buscan ampliar el conocimiento sobre el tigrillo y determinar si la deforestación y la fragmentación de su hábitat, junto con la minería ilegal, podrían llevar a su extinción. El investigador considera que la baja tolerancia a las alteraciones ambientales del tigrillo y una tasa reproductiva menor en comparación con otros félidos, lo hace vulnerable en un entorno cada vez más afectado por la actividad humana.
A continuación, en cuatro claves te explicamos algunas de las amenazas que enfrenta el tigrillo en América Latina.
La compleja tarea de rastrear al esquivo tigrillo
María Fernanda Puerto-Carillo, bióloga venezolana y fundadora del Proyecto Sebraba (enfocado en la protección de los jaguares en el país), explica que el tigrillo es difícil de estudiar debido a su pequeño tamaño y a que ocupa grandes áreas boscosas, por lo que se requieren muchas cámaras trampa para su observación. Agrega que parte del conocimiento que ha adquirido sobre el tigrillo lo ha logrado a través del estudio de felinos grandes, como el jaguar.
El tigrillo, además, puede ser confundido fácilmente con otras especies como el ocelote (Leopardus pardalis) o el margay (Leopardus wiedii) o incluso con un gato doméstico debido a su tamaño, según explica Vivas. Sin embargo, se distingue del ocelote por tener una órbita ocular más pequeña, orejas menos redondeadas y su cola es más larga que sus extremidades traseras. Pesan entre 1,5 y 3,5 kilos, miden entre 43 a 83 centímetros y viven entre 15 y 21 años.
Este félido habita en una variedad de ambientes, desde bosques amazónicos hasta montañas andinas tropicales y páramos. Según Ilad Vivas, para 2016 quedaban menos de 11 000 tigrillos, con una reducción anual de entre el 10 % y el 40 % en toda Latinoamérica. “Aún la tasa mínima del 10 % anual es demasiado alta para que sobreviva sin ayuda”, dice Ilad Vivas.
Vivas parece ser el único científico en Venezuela que se centra de manera prioritaria en el estudio del tigrillo, después de que otros investigadores fallecieron o se centraron en otros felinos. Las ONG y los científicos enfrentan dificultades debido a la crisis humanitaria en Venezuela, lo que a menudo resulta en la suspensión de las visitas de campo debido a la falta de fondos, la inseguridad y las fallas frecuentes de los servicios públicos.
La mayoría de las noticias sobre el tigrillo están relacionadas con incidentes en los que los animales son asesinados o mantenidos en condiciones inadecuadas. En 2023, se presentó la captura de dos personas por la cacería ilegal de uno de estos félidos y en 2022, uno fue rescatado del cautiverio.
La mayoría de la literatura científica sobre el tigrillo se basa en ejemplares que han sido atropellados, fotografías en plataformas de ciencia ciudadana e imágenes de cámaras trampa.
Los estudios taxonómicos y genéticos recientes han revelado que la subespecie Leopardus tigrinus guttulus, ubicada en el Bosque Atlántico de Brasil, Argentina y Paraguay, es en realidad una especie diferente, conocida como Leopardus guttulus o tirica.
Hasta ahora se reconocen tres subespecies de tigrillo: Leopardus tigrinus oncilla, que es única de Costa Rica y Panamá, Leopardus tigrinus pardinoides en Colombia, Ecuador, Perú, parte de Bolivia y las cordilleras de Venezuela, y Leopardus tigrinus tigrinus en el sur de Venezuela y el noreste de Brasil. Aunque los expertos sospechan que estas subespecies podrían ser especies distintas, la poca cantidad de investigación científica en el tema no permite confirmarlo.
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Las heces de tigrillos son pistas claves en Costa Rica y Panamá
El genetista Torrey Rodgers —de la Universidad de Utah, Estados Unidos, y miembro del Proyecto Oncilla en Costa Rica y Panamá— investiga las heces de los tigrillos para obtener información sobre su ADN ambiental (eDNA), método usado anteriormente para analizar a otros félidos. Sus análisis genéticos permiten mejorar el conocimiento sobre la ecología y alimentación del animal, así como establecer su distribución y cifras de población para estimar el tamaño de las áreas destinadas a su protección. Rodgers espera que con suficientes muestras sería viable determinar si el Leopardus tigrinus oncilla es una especie separada.
El Proyecto Oncilla tiene el propósito de dar visibilidad al tigrillo como una especie emblemática, cuya protección implicaría también la conservación de los páramos donde vive, ubicados a más de 2 800 metros sobre el nivel del mar, y la biodiversidad de estos ecosistemas.
La iniciativa planea visitar el Cerro Fábrega, en la frontera de Panamá y Costa Rica, ya que es posible que allí puede habitar el tigrillo, debido a que encontraron heces en la región en 2016, específicamente en el Parque Nacional Volcán Barú, del lado panameño. “En Ciudad de Panamá casi nadie sabe que el tigrillo existe porque la población humana está altamente concentrada en ciudades, zonas a las que el gatito nunca se acerca”, dice.
Además, Rodgers investiga si el fenómeno del melanismo —que genera un pelaje totalmente negro en el tigrillo— tiene alguna relación con la cantidad de luz solar en los bosques. También investiga si existe una competencia con los cultivos de café, que en Costa Rica están ubicándose en zonas más altas por el cambio climático, es decir, llegando al hábitat del tigrillo.
La protección del tigrillo a las afueras de Bogotá.
Desde Bogotá, el biólogo, doctor en Ciencias Biomédicas y director científico del Proyecto de Conservación de Aguas y Tierras (ProCAT), José Fernando González-Maya, se dedica a la protección del tigrillo lanudo, una especie local de Colombia. Ha liderado una investigación sobre la distribución de la especie en el país, publicada en la revista científica Plos One.
González-Maya destaca que la especie no se limita a las zonas boscosas alejadas, sino que también se encuentra en la ciudad. En Bogotá, por ejemplo, se han reportado avistamientos de tigrillos en la carrera Séptima, una concurrida vía que atraviesa la ciudad. Desde 2010, ProCAT ha recibido informes de tigrillos que han atacado gallinas en los cerros cercanos a Bogotá.
Pese a los riesgos que enfrenta el pequeño gato silvestre por la pérdida de su hábitat en Colombia, González-Maya asegura que la especie tiene una ventaja en la región Bogotá y sus afueras. Sin la presencia de pumas ni jaguares, el tigrillo es el predador tope en la zona. Para González-Maya, la conservación del tigrillo implica cuidar los bosques y páramos que rodean a Bogotá y le proveen el agua. En Colombia, el mayor riesgo son las manadas de perros ferales o asilvestrados, que han crecido en tamaño debido a la negligencia, representando una amenaza significativa para el tigrillo. En este tema también falta más investigación.
Mercurio y deforestación amenazan al tigrillo en la selva
Vivas plantea que la llegada de mineros al Arco Minero del Orinoco ha provocado el desplazamiento y la disminución de las poblaciones de este félido, por múltiples motivos, entre estos la contaminación con mercurio producto de la actividad extractiva. Para confirmar su hipótesis, planea visitar áreas mineras en Bolívar y Amazonas, interactuar con las comunidades indígenas locales y recorrer parques nacionales con baja o ninguna presencia estatal. Su investigación incluirá el uso de cámaras trampa, cuyas imágenes ayudarán a estimar las tasas de variación poblacional de los tigrillos.
Vivas está consciente de los desafíos que enfrentará, habiendo trabajado anteriormente como coordinador administrativo del Instituto Nacional de Parques (Inparques). “Sabemos que hay reportes de minería en el Parque Nacional Yapacana —donde el Ejército de Liberación Nacional (ELN), las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y la Guardia venezolana hacen minería ilegal de oro en conjunto—, de las sensibilidades del tigrillo al agua contaminada con mercurio y del impacto de la deforestación que lo obliga a trasladarse por la migración de sus presas. Pero no podemos confirmar con total certeza (que esto lo está afectando), sólo lo suponemos, por eso quiero ir”, asegura.
La aparición de tumores cancerígenos en jaguares en regiones petrolíferas como el sur del Lago de Maracaibao y la muerte de tigrillos después de beber agua contaminada con mercurio muestran los riesgos que puede enfrentar la especie.
La bióloga María Abarca señala que la minería, además, tiene consecuencias indirectas en la conservación de los tigrillos, ya que incentiva la apertura de caminos para los mineros, la caza de sus presas por parte de humanos y perros.
El biólogo venezolano Ilad Vivas propone en su plan de investigación promover un cambio de actividades entre las comunidades rurales, reemplazando la caza furtiva y la minería por la guía turística y la producción agroforestal. Esta estrategia ya ha demostrado ser efectiva para proteger a los jaguares y las aves, capacitando a los campesinos en la instalación de cámaras trampa y la agroforestería con cacao y café o la producción de “carne de monte” como la babilla (Caiman crocodilus) y el chigüire (Hydrochoerus hydrochaeris). Vivas sostiene que estas estrategias podrían ser más efectivas para la conservación del tigrillo que la creación de áreas protegidas específicas.
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*Imagen destacada:Actualmente hay tres subespecies del tigrillo, pero los investigadores piensan que podrían ser tres especies diferentes.Foto:Hugo David Caverzasi.
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