Denunciar los daños causados por el petróleo

El río Caquetá no fluye igual. Su agua está negra y circula por encima de las piedras manchadas de petróleo. Ese es el testimonio de una contaminación que podría poner en riesgo especies de fauna y flora, así como a las comunidades que dependen del líquido que provee este afluente en el suroccidente del país.

El  7 de octubre de 2023, en horas de la noche, se presentó una nueva explosión, en el marco de una acción armada, que ocasionó un derrame de crudosegún la AAS— en la quebrada Parayaco, el río Mocoa y el río Caquetá. Un oleoducto que, de acuerdo con la asociación, ha presentado irregularidades desde 2014.

Mercedes Mejía, coordinadora de la Mesa Departamental para la Defensa del Agua y el territorio del Caquetá, cree que las autoridades no han hecho un seguimiento adecuado a los derrames de GTE. En eso coincide Karla Díaz, investigadora de la Asociación Ambiente y Sociedad: “Hay varios temas recurrentes del modelo petrolero, como la falta de rigurosidad en los estudios de impacto ambiental, en los planes de contingencia y en las medidas que se prevén en el proceso de licenciamiento ambiental para enfrentar ese tipo de afectaciones”.

Sobre esto, GTE respondió a Mongabay Latam que, tras ocurrido los derrames de 2020, implementaron un Plan de Respuesta a Emergencias y establecieron dos equipos de contingencia permanentes y, “para diciembre de 2021, Gran Tierra completó todas las actividades de limpieza”. Agregan que en una investigación independiente concluyeron que “la causa se debía a la dinámica del río y no a causas operativas”, así como tampoco hubo, argumentan, “afectaciones a cultivos, plantaciones, pastos, viviendas, zonas de pesca o infraestructura social, como acueductos, áreas de recreación, escuelas y áreas comunales”.

Para Karla Díaz, este asunto es crucial porque “no hay claridad sobre los pasivos ambientales, lo que genera que las empresas traten de reducir los impactos. (…) Las comunidades demandaban porque tomaban agua de los acueductos y, además, la actividad económica está muy relacionada a la pesca… Cuando las personas empezaron a hacer veeduría (inspecciones) actores ilegales las recriminaron, al punto que no sentían garantías para continuar con este proceso de visibilidad”.

Maydany Salcedo asegura que, en abril de este 2023, hombres armados le exigieron que se quedara callada con las denuncias a Gran Tierra Energy.

Mongabay Latam consultó a GTE sobre las intimidaciones que han sufrido líderes como Maydany Salcedo. En un documento, la empresa contestó que las rechazan y que cuentan con un protocolo interno que “insta a las comunidades a denunciar ante las autoridades correspondientes cualquier situación que consideren lesiva de sus derechos fundamentales”. Finalizan asegurando que no tienen conocimiento de “ninguna acción legal en contra de la compañía por algún tipo de amenazas a líderes”.

La primera vez que Maydany Salcedo y los integrantes de Asimtracampic manifestaron su oposición a la petrolera fue en 2013, al poco tiempo de constituir la asociación y en medio del paro agrario —tal vez uno de los más grandes en la historia del país—: “Les dimos un golpe porque no podían entrar el combustible, tenían que entrarlo en helicóptero”, relata la defensora.

Ese año se opusieron también a las FARC. Cuando el grupo insurgente ordenó que el comercio cerrara las puertas para apoyar el paro, Asimtracampic manifestó que no estaba de acuerdo y, con eso, revelaron una postura neutra y alejada de la guerrilla. Allí empezó el estira y afloja.

La oposición generó que, en 2014, los miembros del comité de Asimtracampic tuvieran que salir del territorio tras las amenazas. Sólo pudieron ingresar hasta 2016, cuando Maydany Salcedo y sus compañeros solicitaron autorización a los jefes de la guerrilla que estaban en La Habana (Cuba), donde se desarrollaba el proceso de paz. “Después de la firma del Acuerdo vivimos meses de felicidad porque se fueron los guerrilleros y el Ejército. Hasta que se incumplieron los acuerdos y volvieron al territorio las disidencias y las estructuras narcotraficantes”, explica la defensora.

Toda una vida de desplazamiento

Desde niña ha visto de cerca el desplazamiento. Es hija de dirigentes del partido político Unión Patriótica y ha tenido que salir de varios territorios porque a su familia la tildan de guerrillera o de colaborar con los militares (da igual). Los dos señalamientos pueden generar las mismas repercusiones en un territorio donde prima el conflicto. Tenía nueve años cuando huyeron del Raudal Angosturas, en Meta, después de que la guerrilla matara a su tío porque prestó servicio militar. Luego, huyeron de Puerto Concordia, también en Meta, porque asesinaron a otro de sus familiares. “Anochecimos y no amanecimos”, comenta Maydany Salcedo, para referirse a que el miedo hizo que nuevamente dejaran todo y arrancaran para Huila, donde pasaron por tres municipios diferentes porque los señalaron de guerrilleros.

Veía a su familia desbaratarse sin entender muy bien qué era lo que hacían mal. No sabía qué pasaba, hasta que se dio cuenta que el problema, quizá, era ese: tratar de hacer las cosas bien. Lo comprobó en su primer ejercicio de liderazgo en San Vicente del Caguán, en Caquetá, cuando ya tenía a su pareja —con la que se fue a vivir a los 16 años— y a sus dos hijas.

Mientras ese municipio se preparaba para ser el territorio donde se llevarían a cabo los fallidos diálogos de paz entre el gobierno de Andrés Pastrana y las FARC, Maydany Salcedo trabajaba en su restaurante y, en sus tiempos libres, creó un círculo de lectores con niños, a quienes les enseñaba sobre Simón Bolívar y Policarpa Salavarrieta, una heroína colombiana, conocida como “La Pola”, que fue clave en la independencia del país. Salcedo les hablaba sobre la educación y la igualdad de derechos.

“Yo sentía que mi cuerpo vibraba con los ideales de izquierda”, cuenta. Su felicidad duró hasta que terminó la zona de despeje y la guerrilla la amenazó porque en su restaurante vendió comida a integrantes del Ejército. “Otra vez anochecí y no amanecí”, dice, una frase que en ella es recurrente. Volvió al Huila con sus dos hijas y con el duelo de separarse de su marido y de dejar nuevamente un sitio del que se sentía parte.

En Neiva, la capital de Huila, arrancó en forma su liderazgo en la fundación Nueva Esperanza, que se dedicaba a la protección de la población desplazada. Empezó como secretaria y terminó siendo parte del comité. Su trabajo fue tan excepcional que, según cuenta, un líder del partido comunista la invitó a formar parte de la Asociación Interveredal entre el río Orteguaza y Caquetá, que velaba por la protección del medio ambiente y los derechos humanos. Maydany Salcedo arrancó sin pensarlo.

“Fui la presidenta de esa Asociación entre 2009 y 2012. Fue mi mejor escuela, el mejor proceso organizativo de base y social, pero empecé a saber qué era ser líder”, explica. Salió cansada de la estigmatización y también de la persecución. No sabía qué más haría con su vida, pero la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (Fensuagro) y el partido político Marcha Patriótica la invitaron a Piamonte a armar un proceso organizativo. Sin pensarlo, en septiembre de 2012, empacó maletas. Su propuesta era ambiciosa: caminar las 66 veredas del municipio para hablar con las comunidades y que fueran ellas las que decidieran si querían unirse y crear una asociación. Tras nueve meses de trabajo de campo, en junio de 2013, nació Asimtracampic.

“Se lo advertimos”

La defensora volvió a Piamonte en julio de 2023, sin importar las amenazas y la orden que dieron los Comandos de Frontera. “Tenía dos opciones: ir acompañada de la Fuerza Pública o no hablar con las comunidades. Entramos para hacer un análisis de riesgo con una organización. Sé que no lo puedo volver a hacer, pero qué hago —se ahoga con el llanto y continúa—. Me siento triste”.

Los grupos armados no pasaron por alto su visita. El 21 de agosto de 2023, un hombre armado apareció en la puerta de su casa y le dijo en tono amenazante: “Se lo advertimos que no entrara a Piamonte. (…) Prepárese para llorar a sus nietos, hijas y mascota, tome en serio lo que le estamos diciendo, porque en cualquier momento va a pasar lo que usted no cree”. Luego, el 3 de septiembre, llegaron dos hombres, tocaron a su puerta y uno le dijo al otro: “Acá es donde hay que hacer la vuelta”. Se quedaron unos minutos y se fueron. Regresaron al día siguiente y se quedaron frente a la casa.

Maydany Salcedo tiene protección por parte de la Unidad Nacional de Protección (UNP), un organismo de seguridad del Gobierno. Normalmente, cuenta, los tres escoltas sólo la acompañan mientras se moviliza en el vehículo que le asignaron. Sin embargo, con la última amenaza del 3 de septiembre empezaron a acompañarla en cada momento. “Tienen que esperar a que algo ocurra para cumplir con el protocolo de seguridad que dice 24/7”, cuestiona Maydany Salcedo, quien teme sobre todo por la vida de su familia.

A veces dice que no puede más y pareciera arrepentirse de su labor, pero todo lo contrario, levanta la cabeza, traga saliva y sentencia: “Aún tengo mucho trabajo pendiente. Quiero dejar una Colombia diferente a mis nietos. (…) Hago un llamado al Alto Comisionado de Paz y al Gobierno, para que puedan garantizar el retorno de las familias desplazadas de Asimtracampic, que se haga justicia”.

Es contundente. Ella no pierde la esperanza de recuperar la tierra, crear los corredores biológicos, construir proyectos productivos, acabar con la minería ilegal, erradicar la coca del territorio y crear una Zona de Reserva Campesina, en la que han estado trabajando desde el inicio de la asociación y que esperan poder constituir legalmente.

Sus compañeros saben que sin ella, quizá, Asimtracampic se acabaría. Ese carácter fuerte y tajante no es fácil de reemplazar: “Si tengo que morir, muero”.

 

* Ilustración: Leo Jiménez.

 

Esta cobertura periodística forma parte del proyecto “Derechos de la Amazonía en la mira: protección de los pueblos y los bosques”, una serie de artículos de investigación sobre la situación de la deforestación y de los delitos ambientales en Colombia financiada por la Iniciativa Internacional de Clima y Bosque de Noruega. Las decisiones editoriales se toman de manera independiente y no sobre la base del apoyo de los donantes.

 

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