- Para cerrar este capítulo sobre la tierra, Killeen se concentra en la gestión de la tierra que busca conciliar las tecnologías de la agricultura moderna con las prácticas desgastadas de la agricultura orgánica.
- Asimismo, analiza el caso de los ganaderos, quienes no son tan propensos a cambiar sus prácticas de gestión de la tierra, ya que tienen un excedente subutilizado que ha sufrido una mala gestión.
- Para Killeen, los pequeños agricultores deberían estar más dispuestos a diversificar dichos sistemas de producción y adoptar prácticas que aumenten la resiliencia. Porque mitigar el riesgo es esencial para sus medios de subsistencia: sin cosechas sobreviene la bancarrota y el hambre. Tal es el caso de países como Ecuador y Perú, donde los pequeños agricultores ocupan más del 90% de las áreas previamente deforestadas.
- En Bolivia las pequeñas explotaciones familiares ocupan aproximadamente 35% de este tipo de antiguas áreas deforestadas, por lo que también existe potencial allí. Situación opuesta es la de Colombia: allí los campesinos rurales han sido cooptados por cárteles de la droga, acaparadores de tierras y ganaderos.
Hay tres reglas fundamentales en la planificación financiera: (1) ahorrar continuamente, (2) invertir en una cartera diversificada de activos y (3) ejercitar la paciencia a través de una estrategia a largo plazo. Este consejo de sentido común está en el corazón de la Agricultura de Conservación (AC), una filosofía de gestión de la tierra que busca conciliar las tecnologías de la agricultura moderna con las prácticas desgastadas por el tiempo de la agricultura orgánica. Entre dichas prácticas destacan los sistemas de cultivo múltiples que minimizan el riesgo de las inclemencias meteorológicas, las plagas, los mercados, y la rotación espacial y temporal de los cultivos. Cuando se integran, se consigue aumentar la materia orgánica del suelo (carbono), lo que mejora la capacidad de retención de agua y el estado nutricional de los suelos.
Los sistemas agroforestales son particularmente ventajosos porque las plantas perennes de raíces profundas contribuyen a la evapotranspiración, lo que favorece las precipitaciones regionales. A la vez, los agricultores se benefician al reducir los costos de energía y mano de obra, además de asegurarse un flujo de ingresos a largo plazo.
La agroindustria no es indiferente a los consejos de sentido común, y la mayoría de los agricultores han diversificado su elección de cultivos y adoptado tecnologías de labranza mínima. Sin embargo, casi siempre eligen productos industriales (soya, maíz, sorgo, girasol, algodón) y variedades modificadas genéticamente para su uso con herbicidas, como también las plantaciones forestales casi siempre están compuestas por especies exóticas (eucalipto, pino o melina). Algunas empresas han destinado una parte de sus tierras a un modelo de producción integrado conocido como ILFP (Integração Lavoura-Pecuária-Floresta), un tipo de agroforestería industrial que busca optimizar los beneficios de tres grandes sistemas de producción, los cultivos en hilera, la ganadería, y explotación forestal. Sin embargo, la abrumadora mayoría de los agricultores a gran escala son adictos a los beneficios financieros del monocultivo, y no es probable que cambien sus modelos de negocio.
En el caso de los ganaderos, éstos son más propensos a cambiar las prácticas de gestión de la tierra puesto que tienen un excedente subutilizado que ha sufrido una mala gestión, como demuestran las empresas asociadas con los agricultores que tienen como estrategia restaurar los pastizales degradados. Los ganaderos pertenecen a una tradición cultural conservadora que es notoriamente resistente al cambio. Podrán adoptar nuevas tecnologías, pero solo después de que se demuestre claramente su utilidad económica, y preferiblemente en las tierras de algún vecino. Una gran mayoría de éstos infringe el Código Forestal, y muchos se han comprometido legalmente a cumplirlo con un mecanismo conocido como TAC. Sin embargo, con el tiempo la mayoría no ha cumplido con sus compromisos debido a la debilidad de los mecanismos de aplicación, pero esto puede cambiar si los futuros compromisos financieros en materia ESG obligan a introducir reformas en las cadenas de suministro de carne vacuna.
La agricultura de conservación, la agrosilvicultura y la reforestación son componentes clave del programa Agricultura de Baixo Carbono, una innovadora propuesta financiera administrada por el Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico e Social (BNDES).
Este banco tiene una larga y desafortunada historia de financiamiento en proyectos de infraestructura en la Amazonía, pero tiene el poder financiero para influir en el desarrollo, al menos con el sector empresarial. De hecho, en 2021 el BNDES anunció la emisión de bonos verdes en los mercados internacionales de capitales en colaboración con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), donde parte de esos recursos serán usados para financiar proyectos dedicados a inversiones similares al ABC.
Una oportunidad para los pequeños productores
En el caso de los pequeños agricultores, deberían estar más dispuestos a diversificar sus sistemas de producción y adoptar prácticas que aumenten la resiliencia. Mitigar el riesgo es esencial para sus medios de subsistencia, ya que la pérdida de cosechas puede conducir a la bancarrota y al hambre. Los pequeños agricultores existen en toda la Panamazonía, incluso dentro de jurisdicciones dominadas por grandes terratenientes. Por lo tanto, mejorar su sostenibilidad produciría múltiples beneficios, que van desde la estabilización de los climas regionales hasta la mejora de la desigualdad que define la economía rural.
El potencial es aún mayor en Perú y Ecuador, donde los pequeños agricultores ocupan más del 90% de las áreas previamente deforestadas. La mayoría cultiva alimentos básicos para el consumo doméstico y para la venta a los consumidores nacionales, así como un gran número cultiva café y cacao para los mercados internacionales, incluida una minoría importante que recibe un mejor precio por adoptar prácticas orgánicas. En el caso de la palma aceitera, se está expandiendo porque proporciona un flujo constante de ingresos mensuales, mientras que el concepto de aceite de palma que viene de deforestación cero está ganando terreno dentro de las asociaciones de productores. La ganadería es primitiva, pero los productores son expertos en la adopción de nuevas tecnologías, como lo demuestra la continua expansión de la acuicultura. Reclutar a los pequeños agricultores del piedemonte andino para que se dediquen a una producción que respete el clima tiene una buena probabilidad de éxito, porque se alinea con sus propias experiencias, tradiciones y aspiraciones.
Bolivia está igualmente bien posicionada para implementar políticas que beneficien a las pequeñas explotaciones familiares, que ocupan aproximadamente 35% de las áreas agrícolas creadas a través de la deforestación. Al igual que sus pares en Perú y Ecuador, los pequeños agricultores bolivianos son agricultores consumados que se dedican a la agricultura comercial y están abiertos a la innovación. Muchos se han visto atraídos por el modelo de monocultivo de soya, pero responderán a otras opciones si son económicamente competitivas.
La situación es más complicada en Colombia, donde los campesinos rurales han sido cooptados por cárteles de la droga, acaparadores de tierras y ganaderos. La mayoría acogería con beneplácito un medio de vida menos oneroso, pero para ello será necesario la paz y el establecimiento del Estado de Derecho.
En Brasil, será un desafío involucrar a los pequeños agricultores ya que sus tierras han sido tomadas por la industria brasileña de carne de res. Estos productores son más bien pequeños ganaderos en lugar de pequeños agricultores, y su vocación ganadera explica la proporción relativamente baja de bosques secundarios en sus propiedades. Los agricultores tropicales conservan barbechos forestales, pero los ganaderos simplemente con el tiempo convierten los bosques remanentes en pastos. Los municipios dominados por pequeños ganaderos en Acre, Rondônia y Pará se caracterizan por una superabundancia de pastos y una ausencia casi total de otros sistemas de producción.
Afortunadamente, hay excepciones que muestran un camino diferente para los pequeños productores de Brasil. Los municipios cercanos a las zonas urbanas son una fuente importante de alimentos básicos y frutas tropicales. En toda la región, esta producción representa alrededor del 80% de los ingresos no procedentes de la carne vacuna, valor muy superior al de los cultivos comerciales en regiones con programas específicos de apoyo a productores de café (Rondônia), cacao (a lo largo de la BR-230 en Pará), palma aceitera (Nordeste de Pará) y pimienta negra (más ampliamente en Pará). Al igual que en la Amazonía andina, la acuicultura podría revitalizar el sector de los pequeños agricultores. No obstante, eso requiere una importante inversión de capital y conocimientos técnicos distintos a los sistemas ganaderos tradicionales. Es decir, los pequeños ganaderos no pueden pasarse a la acuicultura sin asistencia de extensión y acceso al crédito.
El potencial para revitalizar la producción de los pequeños agricultores podría beneficiarse de la expansión del mercado del açaí, que es el producto alimenticio más valioso en la Amazonía brasileña, después de la soya y el maíz. La mayor parte de la actual cosecha procede de plantaciones naturales intensamente manejadas ubicadas dentro de territorios comunales. La demanda mundial pronto superará la capacidad de estos plantíos naturales y, con el tiempo, sus consumidores presionarán para que se produzcan cambios en las cadenas de suministro que actualmente dependen del trabajo infantil y de la sobreexplotación. Cuando esto suceda, la industria del açaí se trasladará hacia las plantaciones cultivadas. Afortunadamente, Embrapa ha desarrollado un paquete tecnológico para el cultivo de açaí en zonas de tierras altas utilizando tecnología de riego, y los agricultores de clase media cerca de Belém llevan hace más de una década cultivando la palmera. La transición inevitable al cultivo de la palmera de açaí podría reactivar las zonas deprimidas de los pequeños agricultores en toda la Amazonía Central. El modelo productivo también podría exportarse a las zonas de alta pluviosidad de la Amazonía andina.
Por lo tanto, el éxito del açaí ha puesto de relieve el potencial de otros frutos de palma con un valor nutricional único o una capacidad innata para producir grandes volúmenes de aceite vegetal. La mayoría tienen pequeños mercados basados en la explotación de plantíos naturales, pero también son candidatos para la domesticación e incorporación a los sistemas agroforestales (véase el Capítulo 8). En la Amazonía occidental, esto incluye la Oenocarpus bataua y la Mauritia flexuosa, que, al igual que el açaí, están adaptadas a áreas de alta pluviosidad y hábitats de marismas. En el sur de la Amazonía, la Acrocomia aculeata, una palmera de sabana adaptada a los suelos de tierras altas, podría integrarse fácilmente en las operaciones de producción de carne vacuna para grandes y pequeños ganaderos.
Imagen destacada: Palma de Macauba. Crédito: © Raoni Silva, INOCAS CC BY 4.0.
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“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons -licencia CC BY 4.0).