- Cuatro estados del la ecorregión del Cerrado están viendo una rápida reducción en la vegetación nativa a medida que la producción de soya, algodón, maíz y ganado aumenta.
- Con la poca ayuda que llega del gobierno, los conservacionistas responden con enfoques creativos para la protección del Cerrado.
Este es el segundo de seis artículos en una serie de las periodistas Alicia Prager y Flávia Milhorance, quienes viajaron al Cerrado en febrero para Mongabay para evaluar los impactos de la agroindustria en el ambiente y las personas de la región.
Soya, maíz, algodón —parecen campos de cultivo infinitos— se extienden en el horizonte, interrumpidos a menudo por parches de vegetación nativa. Eso es todo lo que se puede ver, aparte de letreros de la agroindustria y grandes camiones cargados de productos agrícolas, mientras conducimos por el asfalto de la carretera BR-020 en nuestro trayecto de 600 kilómetros desde Brasilia a Barreiras en el estado de Bahía.
Es la misma dirección en la que se expande la agroindustria en su avance cada vez más lejos y cada vez más adentro en la sabana del Cerrado.
En el último medio siglo, la inversión en tecnología, las subvenciones del gobierno y una tierra barata disponible han ayudado a Brasil a conseguir uno de los índices de productividad más elevados del mundo. A partir de los 70, la agroindustria creció de forma exponencial en el centro y el sur de Brasil. Más recientemente, el foco del sector de los productos básicos se ha movido hacia el norte a un territorio que está sin explotar en su mayor parte, así que se puede predecir que se verá afectado por la deforestación.
“Se calcula que la expansión de territorio [más grande para agricultura] se da en áreas con un gran potencial productivo, como las del Cerrado en la región conocida como Matopiba”, se puede leer en un informe reciente del Ministerio de Agricultura que destaca unas previsiones optimistas para los próximos diez años para el sector agrícola en el país: “A pesar de los defectos de su infraestructura, los precios de la tierra [en Matopiba] son atractivos, el clima [templado] se corresponde con el del Cerrado y el relieve [topográfico] es favorable [para los cultivos industriales]”, dice la descripción entusiasta del informe.
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Dentro del imperio de la soya de Matopiba
Matopiba es el acrónimo de los estados de Maranhão, Tocantins, Piauí y Bahía. No es un nombre habitual para la mayoría de brasileños, pero es conocido entre los grandes agricultores, ya que se refiere a la última frontera agrícola del país de forma sucinta.
En Matopiba, la soya —debido a la insaciable demanda del mercado mundial— sobresale en importancia por encima de cualquier otro cultivo. La soya experimentó un asombroso aumento de un 15 por ciento en tierras de cultivo ocupadas en Matopiba en 2016/2017, y es posible que la superficie ocupada por soya llegue a los 8.4 millones de hectáreas para 2026/2027, según el informe del ministerio.
Los monocultivos, obstaculizados por las leyes ambientales del Amazonas, se han expandido rápidamente al Cerrado, la sabana tropical de Brasil, que tiene una gran biodiversidad y antes cubría dos millones de kilómetros cuadrados, un área más grande que Gran Bretaña, Francia y Alemania juntas.
Más de la mitad de la vegetación nativa del Cerrado se ha perdido en favor de la soya, el maíz, el algodón y la ganadería, y el ritmo de la deforestación es mucho más rápido que en el Amazonas.
La información que reunimos exclusivamente del Ministerio del Ambiente de Brasil revela que el 65 por ciento de la pérdida forestal en el Cerrado entre 2013 y 2015 sucedió en los estados de Matopiba. Los municipios de Matopiba dominados por la agroindustria nombrados en el informe del gobierno son los principales deforestadores. Entre ellos están Balsas, en Maranhão; Uruçuí y Baixa Grande do Riberio, en Piauí; y Formosa do Rio Preto, São Desidério, Correntina y Barreiras, en Bahía. Esas localidades suman 1500 kilómetros cuadrados (casi el 10 por ciento) de los 17 000 kilómetros cuadrados deforestados en el Cerrado en el periodo de 2013-15.
Durante nuestro viaje de febrero, condujimos más de 2000 kilómetros y exploramos esos municipios del oeste de Bahía. Vimos que la protección del ambiente del Cerrado y el bienestar de su gente a veces parece no encajar con los intereses del sector de la agroindustria. Fuimos testigos de la continua deforestación, de conflictos de territorio y de consecuencias negativas para los recursos hídricos, temas que trataremos en los próximos artículos de esta serie.
La gran cuestión que se debe investigar aquí es: ¿puede coexistir el crecimiento rápido y continuado de la productividad agrícola en el Cerrado con la necesidad de conservar el bioma?
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La fuerza económica de Brasil se ha cimentado en la agroindustria
La agroindustria representó el 223 por ciento del producto interior bruto (PIB) de Brasil y el 44 por ciento de las exportaciones en 2017. Mientras el país sigue atrapado en una crisis económica, la pequeña recuperación que la nación ha celebrado (un aumento del 1 % en el PIB el año pasado) se debe sobre todo al auge de la agroindustria.
El gran empuje que da el sector cada año a la economía brasileña también le ha permitido obtener una tremenda influencia política en el Congreso y el poder ejecutivo. En la actualidad, la bancada ruralista, el grupo de presión de la agroindustria, cuenta con unos 200 (40 por ciento) diputados del congreso. Los ruralistas han trabajado de forma continua para debilitar las políticas y leyes ambientales.
“Su influencia es tan fuerte que no se puede hacer nada en el Congreso sin su consentimiento”, dice Tiago Reis de la ONG Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonía (IPAM).
En Matopiba específicamente, la conversión de vegetación nativa a tierras agrícolas empezó lentamente, en los 80, pero se intensificó en los 2000. El agrónomo Deosdete Santiago llegó a Barreiras hace casi cuarenta años y fue testigo de la fiebre por obtener territorios en el oeste de Bahía. Llegó allí para trabajar en un proyecto del gobierno, pero pronto le “sedujo” el atractivo de la agroindustria, según cuenta.
Durante años, vendió pesticidas de Monsanto y fue testigo del drástico aumento del tamaño de las explotaciones agrícolas. “Trabajaba con pequeños agricultores, pero ahora veo que la región va por el camino del estado de Mato Grosso, el mayor productor agrícola de Brasil”, explica Santiago. La expansión de Matopiba la llevaron a cabo grandes propietarios de tierras a menudo ausentes. Hoy en día, solo diez empresas de Matopiba controlan un área de un millón de hectáreas de tierras de cultivo. Además, muchos pequeños productores están vinculados a otros más grandes a través de la financiación y la venta de cultivos, como escribe la economista Julliana Ramos Santiago, cuya tesina de máster documentaba la expansión de la agroindustria en el oeste de Bahía.
Pérdida forestal en el bioma del Cerrado del 2000 al 2014. Haz click en el mapa para ver la versión interactiva. Crédito: Willie Shubert / Map for Environment
El apoyo del estado a la industria del Cerrado ha sido intermitente a lo largo de los años. Sin embargo, en 2015, el ministerio de agricultura lanzó un plan para abordar la falta de infraestructura e impulsar la agricultura. Katia Abreu, política y ganadera del estado de Tocantins (además de ministra de agricultura en el gobierno de Rousseff en aquel momento), estuvo a cargo del proyecto de infraestructura. Abreu comunicó a los inversores internacionales que el Cerrado estaba abierto a la expansión agrícola.
No obstante, la destitución de Rousseff en 2016 cambió las prioridades regionales. Cuando Michel Temer se convirtió en presidente, canceló el programa de infraestructura de Matopiba y nombró a un nuevo ministro de agricultura: Blairo Maggi, político y gran productor de soya del estado de Mato Grosso. Maggi desvió la atención de la administración a su estado natal rápidamente y buscó un aumento de las inversiones allí. Durante nuestros viajes, vimos vías férreas a medio construir y proyectos termoeléctricos del gobierno abandonados en São Desidério, Bahía. Mongabay se puso en contacto con el ministerio de agricultura para hablar de esto y de los retos generales en el área de Matopiba, pero no contestaron a las preguntas.
A pesar de que Brasília se desviara de la región de Matopiba, la expansión hacia el norte que había impulsado la ministra Abreu ha continuado, liderada por la élite de la agroindustria, los inversores y las empresas multinacionales de productos básicos.
Los inversores agrícolas se han apresurado a comprar tierras en Matopiba, donde solo la producción de soya ha aumentado en un 250 por ciento en la última década. El Congreso ha tomado nota: una ley que está revisando la asamblea legislativa (279/16) podría impulsar el sector. Si se aprobara, se crearía la Agencia Matopiba con el objetivo de fortalecer la posición de la agroindustria en la región.
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Las débiles protecciones del cerrado, cada vez más débiles
La bancada ruralista, actuando desde una posición de poder en el Congreso y el gobierno de Temer, está venciendo en su esfuerzo de empujar los beneficios de la agroindustria mientras reduce las protecciones ambientales, según los conservacionistas a quienes se preguntó sobre el tema.
La batalla más reciente se ganó en los tribunales este año cuando la constitucionalidad del Nuevo Código Forestal, legislado en 2012 con ayuda de la bancada ruralista fue apoyado por el Tribunal Supremo de Brasil. El código de 2012, mucho más débil que el original de 1965, requiere que, dentro de la Amazonía Legal, el 80 por ciento de los bosques en tierras de propiedad privada se conserven como Reservas Legales. Sin embargo, en una gran porción del Cerrado, los propietarios de tierras solo deben proteger entre el 20 y el 35 por ciento de la vegetación nativa en sus tierras. Esta proporción más baja de tierras protegidas por tierra cultivada es una gran razón por la que el Cerrado ha llamado tanto la atención de la agroindustria desde 2012.
“Lo que está pasando es dramático”, dice Edegar de Oliveira, coordinador del programa agrícola y alimentario de WWF-Brasil. “El Cerrado no está protegido ni por parques de conservación ni por el Código Forestal”.
Mientras que los ambientalistas lamentan la poca protección legal que se ha dado al Cerrado, el agrónomo Fernando Sampaio se queja de la rigurosidad de la ley. Cree que el Nuevo Código Forestal representa “una de las leyes de los conservacionistas más estrictas del planeta” porque las leyes ambientales en otros países no obligan a los propietarios de tierras a apartar porciones de su propiedad privada como Reservas Legales para preservar la vegetación nativa, como hace Brasil.
“¡Imagina decirle a un agricultor de Texas o Australia que no puede utilizar el 20, 50 u 80 por ciento de su tierra privada! Es impensable”, dice Sampaio, que es director ejecutivo del proyecto para el estado de Mato Grosso “Estrategia de Producir, Conservar e Incluir”.
“El problema”, dice Sampaio, es que Brasil pone “sobre los hombros de parte de la sociedad, los agricultores, todo el coste de [proteger] el clima, el agua y la biodiversidad, [responsabilidades] que son de todos”.
Sampaio sugiere que en lugar de eso, el gobierno debería compensar a los agricultores que no deforesten las tierras que podrían convertir en cultivos de forma legal. También urge a que el gobierno cree nuevas áreas protegidas con tierras públicas disponibles que estén sin utilizar. En la actualidad, solo un 7,5 por ciento del Cerrado se ha conservado de forma oficial, mientras que casi el 50 por cierto del Amazonas cuenta con algún tipo de protección, ya sea con unidades de conservación administradas por el gobierno o como reservas indígenas.
Cabe destacar que la deforestacion ilegal tanto en el Amazonas como el Cerrado sigue siendo un problema grave, una crisis que ha empeorado con la disminución en la aplicación de la ley debido a los grandes recortes de presupuesto en IBAMA y otras agencias Brasileñas encargadas de la protección ambiental.
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Salvar el paisaje natural de Matopiba
A medida que se expande la frontera agrícola y mientras las protecciones legales siguen siendo débiles, multitud de ONG internacionales, nacionales y regionales han dado un paso adelante para intentar proteger el Cerrado. Una estrategia es establecer relaciones cercanas con responsables locales para supervisar y proteger mejor el paisaje forestal.
Edegar de Oliveira viajó con una expedición de WWF a Matopiba el año pasado. De ahí salió un informe de WWF-Brasil que contenía recomendaciones para que las empresas que producen o adquieren productos básicos realicen inversiones responsables. Oliveira cree que si se les anima de la forma adecuada, es posible conseguir cumplir los objetivos de la agroindustria del Cerrado y de los conservacionistas, pero solo poniendo mucha atención. Cuenta que la expedición de WWF fue testigo de que hay productores de soya responsables con el medioambiente, pero también vio algunos casos “muy traumáticos”.
Los investigadores dicen que la productividad agrícola de Brasil podría aumentar fácilmente, mientras a la vez se conserva el Cerrado y se evita que se expanda la deforestación. Por ejemplo, la productividad del sector ganadero en la región Matopiba es muy baja, según un informe de la revista Nature Ecology & Evolution. Un aumento en la productividad de las explotaciones ganaderas permitiría que los pastos sin utilizar se convirtieran en cultivos de soya. La agroindustria también podría generar más crecimiento al evitar nueva deforestación y utilizar tierras que ya están degradadas para soya, maíz, algodón y otros cultivos.
“Las piezas de rompecabezas ya están en la mesa”, dice Bernardo Strassburg, fundador del Instituto Internacional para la Sostenibilidad en Río de Janeiro. Según indica, solo hay que aplicar las políticas clave y reajustar algunas cosas.
Entre los cambios se sugiere que se cumpla más el Nuevo
Código Forestal, además se propone que se expanda la Moratoria de la Soya del Amazonas —que ya ha tenido éxito— al Cerrado. La Moratoria, conseguida en 2006 a través de una coalición de grupos ambientales y empresas de productos básicos, ha sido un factor clave en la reducción de la deforestación que causan las nuevas explotaciones de soya. El Manifiesto del Cerrado, un acuerdo voluntario parecido, se propuso hace poco, pero hasta ahora el apoyo que ha recibido proviene sobre todo de empresas de alimentación y cadenas de comida rápida. Lo que se le critica es que no ha conseguido obtener el apoyo de las grandes empresas multinacionales de productos básicos como Bunge o Cargill.
Los ambientalistas como Strassburg y de Oliveira dicen que hay muchas otras políticas sobre la mesa, cuya aplicación será de vital importancia para salvar el bioma de la sabana.
Cuando estábamos en el Cerrado, intentamos ponernos en contacto con la Asociación de Agricultores e Irrigadores de Bahía (AIBA), con sede en Barreiras y que representa a 1300 productores de la región. AIBA no nos recibió ni contestaron a las preguntas que les enviamos por correo electrónico.
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Soluciones nacionales para el Cerrado
Deosdete Santiago nos dijo que dejó su trabajo en Monsanto en los 90 después de darse cuenta de que la venta de pesticidas a la agroindustria, utilizados en grandes cantidades en la soya, era “un juego pesado”, “un deslumbramiento perverso”, y que estaba “lleno de contradicciones”.
“Decidí cambiar a cosas más simples”, explica Santiago. Lo conocimos en su empresa familiar, una tienda de herramientas para agricultura en Barreiras. Tenía ganas de enseñarnos una pequeña cafetería y un mercado de comida metidos en una esquina de su tienda. Ahí sirve comida producida por comunidades tradicionales y que ha crecido de las plantas nativas del Cerrado —allí crecen más de 10 000 especies, entre ellas frutas y otros productos agrícolas que no se conocen en ninguna otra parte del mundo. Santiago piensa que se podrían cultivar estos alimentos en lugar de tanta soya. La cafetería con alimentos nativos es parte del último proyecto de Santiago, al que llama Fundación Mundo Lindo.
Sin embargo, concienciar a la gente del valor natural de la sabana es un proceso lento, dice. “Lo intentamos, pero seguramente hoy no veas venir a nadie”. Uno de los objetivos principales que tiene la fundación de Santiago es restaurar áreas deforestadas alrededor de los manantiales naturales del Cerrado. El agua, como explica, es uno de los recursos más valiosos de la región y está en gran peligro a causa de la agroindustria. “Los cálculos del crecimiento económico no pueden ignorar esta responsabilidad que no hace más que aumentar con los años”.
Sin embargo, concienciar a la gente del valor natural de la sabana es un proceso lento, dice. “Lo intentamos, pero seguramente hoy no veas venir a nadie”. Uno de los objetivos principales que tiene la fundación de Santiago es restaurar áreas deforestadas alrededor de los manantiales naturales del Cerrado. El agua, como explica, es uno de los recursos más valiosos de la región y está en gran peligro a causa de la agroindustria. “Los cálculos del crecimiento económico no pueden ignorar esta responsabilidad que no hace más que aumentar con los años”.
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