- Cisternas repletas de petróleo salen a diario de Juliaca para abastecer a los grifos informales del centro poblado de Lechemayo, al norte de Puno. Este combustible atiende la demanda de los mineros ilegales que operan en Madre de Dios.
- Mongabay Latam confirmó que una de las nuevas modalidades para traficar este insumo es modificar los tanques de almacenamiento de los vehículos, proceso permitido por el Ministerio de Transportes y Comunicaciones.
- Tras la ‘Operación Mercurio 2019’, la zona de San Gabán y la de Amarakaeri, en Madre de Dios, se presentan como las áreas que podrían recibir a los mineros ilegales desalojados.
Cuando se camina por Lechemayo, un centro poblado situado al norte de Puno, la primera conclusión a la que se llega es que es un polo de venta de combustible. Los carteles colgados en las puertas de los negocios y el olor intenso en el ambiente lo gritan. Las combis, que no son otra cosa que furgonetas, no trasladan pasajeros, sino bidones repletos de petróleo. El combustible viaja camuflado, lo que a simple vista no tiene sentido, hasta que confirmas que sale de un lugar sin restricción para ser vendido en una zona donde hasta ahora está prohibida la venta: Madre de Dios. El principal destino del combustible es la región amazónica más golpeada por la minería ilegal.
La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam.
El trayecto es de Lechemayo a La Pampa —el escenario que mejor ilustra el impacto de la actividad ilegal en Madre de Dios— y las combis petroleras tienen el reto de sortear en el camino tres puestos de control manejados por la policía, agentes de la Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria (Sunat) y personal del Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minería (Osinergmin). Un muro fiscalizador muy fácil de vencer para los traficantes.
Estos despliegan la misma estrategia desde hace varios años. Cuando están a punto de llegar al punto de control, el chofer de la furgoneta se detiene, el copiloto y otras personas que viajan a bordo descargan los bidones y pasan cada uno de ellos por la vía peatonal. El control solo alcanza a los vehículos, no se revisa a los transeúntes.

Pasando el punto de fiscalización, la combi petrolera vuelve a detenerse y los bidones se acomodan con tranquilidad. Sin apuros. Dos garitas de control más y habrán vencido a los agentes. Aunque el viaje se alarga un poco, saben que máximo en tres horas habrán vendido su carga.
Mongabay Latam fue testigo de las modalidades de tráfico de combustible que burlan todos los controles del Estado. Aunque luego de la ‘Operación Mercurio 2019’ y de la ejecución del Plan Integral Frente a la Minería Ilegal en La Pampa-Madre de Dios estas acciones han disminuido, el centro poblado de Lechemayo, en Puno, sigue siendo el corazón que bombea combustible a las distintas arterias donde la minería ilegal sigue devastando y contaminando. Además, tras la intervención del Estado, nuevos ejes de distribución se han abierto.
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El corazón de la ilegalidad
Como sucede en muchas localidades puneñas, Lechemayo se mueve por sus negocios. El problema es que en este centro poblado del distrito de San Gabán, esos negocios tienen un destino ilegal. Este poblado pequeño que puede recorrerse en 10 minutos, no solo es un polo que hace posible el tráfico de combustible, está rodeado, además, de un problema que parece mucho mayor: cultivos ilegales de hoja de coca. Basta levantar la vista para ver hectáreas de hectáreas de un sembrío que crece peligrosamente en la frontera con la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Bahuaja Sonene.