- En los últimos veinte años, la población de ballena jorobada se ha incrementando paulatinamente casi quintuplicando su número.
- Mongabay Latam participó de una expedición, organizada por WCS Chile, para conocer el Parque Marino Francisco Coloane, uno de los mejores lugares para avistar a este gigante.
Esta es la historia de cómo la ballena Jorobada ha logrado recuperarse en aguas del Parque Marino Francisco Coloane, ubicado en la región de Magallanes, la zona más austral del territorio chileno, dejando atrás siglos de explotación.
Mongabay Latam navegó durante tres días en esas alejadas aguas, donde el viento gélido y la lluvia casi permanente convierten a este lugar en uno de los más hostiles para navegar de todo el planeta, pero también en uno de los prístinos.
La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam.
Aquí tiene lugar uno de los proyectos de conservación de cetáceos considerado entre los más exitosos del mundo por los expertos. Y es que si en el 2003 había en el Parque Marino Francisco Coloane 40 ballenas jorobadas (Megaptera Novaeangliae), actualmente los científicos han logrado registrar 190 individuos. En quince años, sin exagerar, esta población de gigantes marinos casi se quintuplicó, gracias a una combinación de estrategias de conservación multinacionales.
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Las jorobadas: un espectáculo natural
La ballena jorobada, también llamada yubarta, es una especie con poblaciones registradas en ambos hemisferios. Las que están presentes en el sur oscilan entre los 5900 y 16 800 individuos, aunque se estima que originalmente su población bordeaba los 200 000 ejemplares y que la caza indiscriminada se encargó, durante siglos, de arrasar con este mamífero marino.
La vida de las jorobadas de esta región transcurre entre las áreas de alimentación, ubicadas en las heladas aguas del sur del continente americano y la Antártica, y las áreas de reproducción en las tibias costas tropicales, algunos kilómetros al norte del Ecuador.
Juan Capella, biólogo de la fundación Yubarta y de Whalesound, fue uno de los que descubrió a mediados de los noventa, junto a un grupo de científicos, un área de alimentación y descanso que reúne cada verano a ballenas jorobadas y sus crías, en el área de la Isla Carlos III y Seno Ballena, en el Estrecho de Magallanes.
La investigación científica, realizada en el Estrecho de Magallanes con esta población de jorobadas, sentó también las primeras bases de conocimiento para que el Estado chileno declarara, en el 2003, el Área Marina Costera Protegida de Múltiples Usos (AMCP-MU) Francisco Coloane, en honor al escritor nacional.
Esta tiene una extensión de 67 197 hectáreas y en ella solo es posible realizar actividades económicas que aseguren la sustentabilidad de los ecosistemas. La zona núcleo de esta área, sin embargo, mereció una protección especial y fue declarada un Parque Marino (PM). Ahí, “no podrá efectuarse ningún tipo de actividad, salvo aquellas que se autoricen con propósitos de observación, investigación o estudio”, señala el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura, organismo estatal chileno a cargo de las áreas marinas protegidas.
La restricción de la actividad pesquera en el Parque Marino Francisco Coloane, de 1506 hectáreas, lo ha convertido en un importante punto de alimentación para las ballenas, las que se pueden avistar a fines de la primavera y del otoño.
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La población de ballenas crece
Capella, quien ha estudiado a las yubartas por más de dos décadas, indica en una publicación científica de 2017, que en el 2003 avistaron en el Parque Marino Francisco Coloane 40 ballenas jorobadas. Hoy, 15 años más tarde, asegura que se han podido contabilizar 190.
Desde hace 20 años, en cada una de las primaveras y veranos, Capella ha vivido prácticamente solo en la isla Carlos III. Para dormir, una simple carpa. Para comer, una básica construcción de madera con un comedor, una cocina a leña y una chimenea. Para trabajar, en lo alto de un cerro, un pequeño observatorio, hecho de madera y vidrio, desde donde puede observar, en un radio de 280°, a las ballenas nadando, abajo, en el mar.
Las técnicas que utiliza el investigador para monitorear a las ballenas son la fotografía, la observación, un cuaderno donde anota a mano sus datos y el uso de transmisores satelitales. Con este último método ha logrado seguir el rastro de las ballenas por casi tres meses, pese a las difíciles condiciones de trabajo en el Estrecho de Magallanes.
El Instituto Antártico Chileno (INACH) sostiene que “sobre la base de la cantidad de ballenas fotoidentificadas hasta la fecha y la baja tasa de recaptura, esta unidad poblacional de ballenas se encuentra en franca recuperación posballenería y probablemente con un tamaño poblacional mucho más grande de lo que las estimaciones actuales indican”. Sin embargo, la recuperación de las jorobadas es aún incipiente, tomando en cuenta que su reproducción es lenta: dan a luz una cría cada dos o tres años, por lo que su población está lejos de llegar a los números registrados antes de la época de captura comercial.
“Probablemente estamos entre un 20 % a 25 % de lo que se cree hubo antes de que comenzaran a ser cazadas, así es que estamos relativamente lejos del tamaño poblacional inicial, pero estamos bastante mejor que hace 40 años”, enfatiza Capella.
Las razones para esta recuperación son varias. Desde 1966 esta especie está protegida mundialmente y desde 1986 su caza comercial está prohibida. Además, la creación de parques marinos en el océano Pacífico, a lo largo de todo el continente americano, ha configurando toda una franja de aguas territoriales que constituyen zonas de protección marina.
A pesar de los buenos indicadores, científicos aseguran que su conservación se puede ver mermada por factores humanos que muchas veces pueden ser mortales.
Bárbara Galetti, presidenta del Centro de Conservación Cetácea (CCC), asegura que “en el siglo XXI los impactos no dirigidos probablemente significarán las mayores amenazas para estos mamíferos marinos”.
El trabajo que se ha hecho en la zona del Estrecho de Magallanes ha permitido identificar que las mayores amenazas que enfrentan las yubartas son las capturas accidentales por redes de pesca, el incremento de los centros salmoneros, la colisión con embarcaciones y el impacto de los procesos productivos de la industria minera.
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El trabajo pendiente
Los expertos consultados dicen que hay varias tareas pendientes, como la necesidad de que el AMCP-MU Francisco Coloane cuente con una administración. Claudia Silva, coordinadora de estrategias de conservación de WCS Chile, asegura que la ausencia de esta hace que la zona quede “a la deriva” y que, “como consecuencia, no existe monitoreo del territorio ni un plan de dirección para saber hacia donde se quiere llegar en un plazo de cinco años”.
El Servicio Nacional de Pesca, organismo que tiene a cargo la administración del Parque Marino, posee recursos limitados, asegura Capella, por lo que “nunca ha hecho ningún trabajo de monitoreo”.
Para reparar una de estas falencias, la Wildlife Conservation Society Chile (WCS Chile) se adjudicó la licitación de la elaboración de un Plan Estratégico para la Conservación y Desarrollo de Actividades Sostenibles, tanto para el AMCP-MU como para el PM Francisco Coloane. El objetivo es que para 2027, el área cuente con una gestión y administración efectiva y coordinada contribuyendo a la protección de todos los objetos de conservación: las zonas de alimentación de ballena jorobada; las zonas de reproducción de lobo marino común; las zonas de reproducción del pingüino de Magallanes y las praderas de macroalgas.
Imagen principal: Ballena Jorobada en el Parque Marino Francisco Coloane. Foto: Patagonia Photosafaris.
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