- La población más austral del cérvido más grande de Sudamérica crece en número de ejemplares gracias a un programa en el que participan científicos, empresas y productores locales.
- Aun así, la caza furtiva, la reducción del hábitat y el avance de las fronteras urbana y ganadera siguen siendo amenazas latentes.
A menos de 50 kilómetros del corazón de Buenos Aires y en un amplio triángulo de 1,7 millones de hectáreas, el Delta del Paraná es pura energía en movimiento. El agua fluye sin pausa por un laberinto de ríos, arroyos, canales y zanjas; la vegetación brota y crece desbordada; la vida bulle entre los pastizales, en el piso superior de las arboledas y en el sotobosque, en las orillas o bajo la corriente que cubre la espesa capa de lodo mientras busca su desembocadura en el Río de la Plata.
Dividido en tres sectores bien marcados —superior, medio y bajo—, el Delta es un humedal que reconoce diferentes tipologías, un mosaico de ecosistemas en el que se combinan las características templadas de la llanura pampeana con otras tropicales y subtropicales que los ríos arrastran desde latitudes situadas miles de kilómetros más al norte. Y es en las 320 000 hectáreas del Bajo Delta donde la cantidad de islas se multiplica y la población humana aumenta en número. Allí tiene establecido su hogar más austral el ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus), al mismo tiempo emblema y símbolo de identidad de la zona; objetivo y trofeo de caza; también víctima directa de una transformación del uso de la tierra que lo puso al borde de convertirse en recuerdo.
La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam.
“Somos nosotros los que venimos a convivir con él, porque esta es su casa”, señala Marcos Jouanny, ingeniero forestal y defensor a ultranza de la conservación de una especie que sin ser exclusiva del lugar tiene el rango de Monumento Natural de Buenos Aires y Entre Ríos, las provincias que comparten el territorio.