- Actividades ilegales y la reducción de los presupuestos por efecto de la ausencia de turismo son algunos de los problemas que enfrentarán las zonas reservadas.
- Especialistas consideran también que se trata de un respiro ante la presión humana y una oportunidad única para realizar estudios de los cambios en los ecosistemas.
A pesar de que el Gobierno de Bolivia ya había anunciado el cierre de sus 22 áreas protegidas por la crisis sanitaria del coronavirus, un bote fue detenido dentro del Parque Nacional Madidi. Lo que encontraron a bordo las autoridades bolivianas fue un cargamento de peces capturado ilegalmente en la zona reservada y un tapir (Tapirus terrestres), especie que según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza se encuentra en situación Vulnerable.
“Se ha interceptado esta embarcación. Nos preocupa que personas de las comunidades aledañas puedan ingresar al parque nacional a cazar y pescar para abastecer de alimentos a su familia”, comenta Marco Uzquiano, jefe de Guardaparques del Parque Nacional Madidi.
Uzquiano teme que este cierre necesario no sea suficiente para detener a las mafias que se lucran con la venta ilegal de flora y fauna silvestre dentro de las áreas naturales protegidas.
Pero esta medida que ha tomado Bolivia es la misma que han tomado la mayoría de países de la región. Por lo tanto, por ahora, las actividades turísticas en las zonas reservadas no están permitidas para evitar el avance del contagio del COVID-19.
Pero además de la preocupación por las actividades ilegales, también se discute el impacto económico que traerá a las áreas protegidas el corte de los ingresos por visitas turísticas, que en algunos países significaba hasta un 40 % del presupuesto anual de los parques nacionales. Asimismo, también queda en el aire la duda de qué pasará con los proyectos productivos que desarrollan las comunidades indígenas tanto en las áreas protegidas como en las zonas de amortiguamiento.
Mongabay Latam habló con varios expertos para analizar este escenario y la posibilidad de que estos lugares protegidos tan frecuentados cada año por miles de turistas tengan también un respiro. Galápagos, en Ecuador, Machu Picchu y El Manu en Perú, o La Reserva Eduardo Abaroa, en Bolivia, son algunos de los lugares que tendrán un tiempo de descanso y sin presión humana.
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Bolivia: falta de presupuesto y actividades ilegales
El Madidi no ha sido el único parque en Bolivia que ha reportado problemas. El Parque Nacional Carrasco, en Cochabamba, fue de pronto blanco de una invasión inesperada. “Por lo menos 200 invasores atravesaron las trancas del puesto de control. Los guardaparques no pudieron detenerlos. Con apoyo de las autoridades hemos logrado evacuarlos, solo quedaron un número pequeño de personas”, asegura Maikol Melgar, director ejecutivo del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap).
La intención —explica Melgar— era instalarse en la zona reservada, sin embargo, las autoridades ya identificaron los vehículos usados y a algunos de los invasores y han procedido a hacer la denuncia que corresponde.
La historia en 1 minuto. Video: Mongabay Latam.
Melgar señala que 300 guardaparques en total tienen a su cargo las labores de control y vigilancia en las 22 áreas naturales protegidas del país. De ellos, alrededor de 200 estaban dentro de las zonas protegidas cuando se ordenó la inmovilización, por tanto, cumplirán la cuarentena en su lugar de trabajo. El resto permanecerá en sus casas durante el tiempo que dure la medida.
Los guardaparques solo realizarán patrullajes en casos de emergencia, por ahora permanecen en sus puestos de control.
En el caso de Bolivia, precisa el director ejecutivo del Sernap, el cierre de las áreas protegidas sí puede generar un impacto económico, dependiendo del tiempo que dure la medida. Según Melgar, los ingresos por visitas turísticas significan entre el 35 % y el 40 % del presupuesto anual. “Aún no podemos cuantificar los impactos, porque aún es incierto el tiempo que permanecerán cerradas, puede ser un mes, tres meses o todo el año”.
El director de Sernap pone como ejemplo la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Abaroa, en Potosi, en la frontera con Argentina. Se trata del área protegida más visitada en Bolivia que percibe alrededor de 2 millones de bolivianos al mes (alrededor de 290 mil dólares).
Aún la situación en términos financieros no es crítica, indica Maikol Melgar, pues cuentan con el presupuesto del tesoro público para cubrir las necesidades del personal destacado dentro de las zonas reservadas. Por esta razón, no han “pensado en reducir personal”, añade.
Uzquiano también menciona que los emprendimientos ecoturísticos de las comunidades que habitan dentro de los parques, así como otros proyectos productivos tendrán repercusiones porque no se generarán ingresos. “La población indígena buscará medios para subsistir. Habrá gente que ingrese al parque para realizar actividades ilícitas”, señala. Aún el Gobierno no ha planteado una solución para estos problemas.
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Perú: patrullajes especiales y monitoreo satelital
“Sernanp decretó que los guardaparques permanezcan en el lugar donde estaban cuando el presidente [Martín] Vizcarra anunció la cuarentena. Algunos estaban en casa y otros en los puestos de control”, comenta Werner Aroche, guardaparque del Parque Nacional Cerros de Amotape en Perú y representante Sudamericano de la Federación Internacional de Guardaparques (FIG), organismo que reúne a los guardaparques de todo el mundo.
Aroche explica que los guardaparques que se han quedado dentro de las áreas protegidas permanecen en los puestos de control, sin realizar patrullajes. “Hasta ahora no hemos tenido ningún reporte de algún guardaparque que presente síntomas del COVID-19. En total somos 715 guardaparques en las 75 áreas naturales protegidas en todo el Perú, pero no todos estamos en funciones”.
En cuanto a las actividades ilegales, Aroche comenta que, en las áreas reservadas de Tumbes, la población de la zona de amortiguamiento está cumpliendo la función de vigilancia de los ingresos a los parques naturales y han cerrado carreteras y otras vías de acceso. El representante de la FIG menciona que hasta el momento no se han reportado casos de tala ilegal u otras actividades ilícitas. “Eso nos está ayudando a recuperar el bosque”, agrega.
Pedro Gamboa, jefe del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), señala que de los 715 guardaparques en Perú, 420 se encuentran en sus puestos de control. “Las rotaciones las hemos postergado y los estamos atendiendo con la logística necesaria enviando combustible y los implementos para su protección. Debido a la inamovilidad, no hemos tenido reportes de actividades ilícitas”.
Gamboa mencionó que solo se realizarán patrullajes especiales en caso de que se detecte alguna actividad ilegal. Para ello —dijo— se mantiene una coordinación permanente con el Programa Bosques, del Ministerio del Ambiente, para contar con información sobre cualquier cambio en la cobertura boscosa de las áreas protegidas. Agregó que en lugares donde se cuenta con apoyo policial y militar como en Machu Picchu, Alto Mayo y Tambopata, entre otros, se realizan las coordinaciones para atender cualquiera de estos incidentes.
En cuanto al impacto económico que pueda tener la suspensión de las actividades en las ANP, el director del Sernanp señala que el presupuesto de estos territorios cuenta con recursos del tesoro público y los aportes de organismos internacionales, además de los ingresos por turismo, que no se percibirán por ahora, que significa el 30 % del presupuesto total.
“Contamos con un presupuesto que bordea los 90 millones de soles. El presupuesto de este año ya está aprobado, pero el próximo año sí habrá diferencia”, menciona Gamboa sobre los recursos destinados a las ANP. El director del Sernanp añade que no está planificado hacer recortes de personal. “Nuestra preocupación ha sido cubrir los montos para servicios de personal. Nunca hemos hecho reducciones por falta de presupuesto”.
En Perú, la suspensión del ingreso a las ANP se dio tras el cierre de la llegada de vuelos internacionales y la cuarentena nacional decretada a partir del 16 de marzo.
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Colombia: la amenaza de los grupos armados
En el país existen 62 áreas protegidas que pertenecen al sistema de Parques Nacionales y 25 de ellas están abiertas al ecoturismo. Sin embargo, según Parques Nacionales de Colombia, las ANP no dependen del dinero que viene del ecoturismo.
Aunque no niegan que esta actividad genera ingresos económicos, el dinero no va directamente al parque sino al Fondo Nacional Ambiental. Y es este el que luego lo distribuye entre todas las entidades del Sistema Nacional Ambiental en Colombia, explica la institución.
En cuanto a la situación de los guardaparques, Parques Nacionales señala que cuentan con un número reducido de personal en los puestos de control instalados en las zonas reservadas.
A Jorge Parra, coordinador de Áreas Naturales Protegidas de WCS Colombia, le preocupa la presencia de los grupos armados ilegales dentro de los parques nacionales porque podrían aprovechar esta coyuntura de emergencia para ingresar con facilidad a estos lugares. “Antes de que se presentara el problema del coronavirus ya había un llamado urgente por la presencia de estos grupos armados y varios equipos de las ANP tuvieron que abandonar la Amazonía”.
Por otro lado, también se pregunta qué va a pasar con las actividades productivas y de cooperación que se realizan alrededor de las áreas protegidas. “Hay impacto directo porque en la mayoría de áreas protegidas en Colombia se trabajan proyectos de cooperación, así como de investigación”.
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Ecuador: el peligro de las actividades ilegales
A pesar de la emergencia sanitaria, el personal de las áreas protegidas de Ecuador continúa trabajando para frenar las actividades ilícitas que podrían presentarse en ellas. Lo que se está haciendo, sin embargo, es priorizar las labores más urgentes y tomar las medidas preventivas frente al COVID-19, explicó a Mongabay Latam el Ministerio del Ambiente a través de un correo electrónico.
En Ecuador existen 59 áreas naturales protegidas y en 33 de ellas se desarrollan actividades de turismo. No obstante —según indica el ministerio— su sostenibilidad no se verá afectada por el cierre de ellas, puesto que todas dependen del presupuesto fiscal y el país cuenta con el Fondo de Áreas Protegidas (FAP).
Tarsicio Granizo, director del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en Ecuador, señala que el Parque Nacional Galápagos es el que sufrirá el mayor impacto económico ante la falta de ingresos por las visitas turísticas. Esta área marina protegida es la única que cobra por el ingreso al parque y que incluye en su presupuesto dicho aporte. “En Galápagos se verá afectado el presupuesto del Parque Nacional porque parte de este proviene de las entradas”, precisó.
Granizo también resalta que existe un riesgo directo en este momento para las áreas protegidas en general de Ecuador, pues la delincuencia y las actividades ilegales podrían sacar provecho de esta situación. “Es especialmente preocupante que actividades mineras ilegales puedan aprovecharse de la situación de emergencia en áreas como Cayambe-Coca, Cotacachi-Cayapas, Podocarpus, entre otras. Entiendo que los guardaparques están trabajando y patrullando las áreas, pues son parte del grupo de héroes anónimos que laboran mientras nosotros estamos aislados”.
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Latinoamérica: áreas naturales sin presión
Más allá de los problemas económicos y de las amenazas que habrá que controlar, los expertos entrevistados por Mongabay Latam reconocen que esta crisis permitirá que las áreas protegidas descansen, sobre todo aquellos ecosistemas más frecuentados por el turismo.
“La naturaleza vuelve a tomar su lugar al desplazarse la actividad humana”, dice Iván Arnold, director de la Fundación Nativa, de Bolivia, sobre el cese de actividades y asegura que se trata de una “oportunidad irremplazable e irrepetible de mirar los cambios que se puedan dar en la naturaleza”.
Para Arnold puede tomarse incluso como un experimento para evaluar qué sucede en este periodo de descanso en las áreas naturales protegidas de Latinoamérica y el mundo. “A veces la naturaleza nos da lecciones impensadas y esta es una de ellas. Una lección y llamado para modificar nuestra forma de actuar. Si no acusamos recibo van a venir otras situaciones como esta”, agrega en relación a la crisis mundial que ha provocado el coronavirus.
José Luis Mena, director de la Iniciativa de Especies de WCS Perú, sostiene que el cierre de las actividades en las ANP es una tregua y una oportunidad para hacer una evaluación del estado de la biodiversidad de las zonas reservadas y comparar con lo que suceda cuando se vuelva a reactivar el turismo. “Es una situación inmejorable para recoger datos con buena metodología y luego comparar con afluencia de turismo”, precisa.
Mena se refiere también a la posible reducción del tráfico de especies que se produzca con el cierre de mercados asiáticos, como el de China, cuyo Gobierno por lo pronto ha prohibido la venta de animales silvestres.
Werner Aroche, guardaparque de Tumbes, sabe que esta es una oportunidad para observar en primera fila los cambios que vendrán en estas áreas protegidas libres de presión. Agrega que en estas dos semanas que llevan cerrados los parques nacionales en Perú se ha reportado la presencia de animales silvestres en zonas donde antes no se avistaban. “Se ven más especies, incluso en las carreteras, salen a las trochas. En Tumbes se ha visto venados de cola blanca, pumas y aves que no se veían antes en esas zonas”, precisa.
Para Parra, de WCS Colombia, las ANP son muy importantes, pues cumplen también un papel central al mantener dentro de ellas a los agentes biológicos que le son propios. “Es una buena estrategia mantener las ANP en su estado natural para evitar el contacto con estos agentes biológicos, como los virus”.
Desde la ciencia —agrega Parra— tenemos que promover formas de prevenir la salida de control de estos agentes que no conocemos. “Los coronavirus están en todas las especies, pero cada uno tiene su fauna, cuando se da un mal uso de los animales silvestres sucede lo que estamos viviendo. Mantener las ANP garantizan que no se salgan de control”.
Imagen principal: Lobos de río en el Manu. Foto: Adi Barocas.
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