- Los parques nacionales y refugios de vida silvestre nacieron en la primera mitad del siglo XX, cuando los estados amazónicos crearon alrededor de una docena de ellos. Destacaban por ser ejemplos espectaculares de biodiversidad y belleza escénica.
- Muchas de estas áreas protegidas fueron el hogar de comunidades cuyo sustento dependía de los recursos naturales allí existentes, por lo que se crearon otras figuras que permiten la explotación de los mismos.
- Actualmente, el desafío consiste en seguir expandiendo esos espacios y no ceder ante la explotación de los cultivos agrícolas.
El compromiso con la gestión ambiental durante la década de los años noventa fue precedido por un movimiento de la sociedad civil para lograr la creación de parques nacionales y refugios de vida silvestre. En la primera mitad del siglo XX, los estados amazónicos crearon alrededor de una docena de parques nacionales, gracias en gran parte a los esfuerzos de personas visionarias y apasionadas con influencia política. En la mayoría de los casos, estos esfuerzos fueron aislados y no sostenibles porque los gobiernos no asignaron recursos financieros para su gestión y protección.
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Los esfuerzos serios para crear sistemas nacionales de áreas protegidas comenzaron en la década de los años setenta con la intención global de proteger la naturaleza y la vida silvestre. Las ONG internacionales y la Organización de las Naciones Unidas desempeñaron un papel destacado porque tenían buenas relaciones públicas, además de la legitimidad necesaria para atraer la atención de los distintos gobiernos nacionales. Más importante aún, los medios de opinión nacionales apoyaron su creación.
El primer grupo de áreas protegidas se caracterizó por ejemplos espectaculares de biodiversidad y belleza escénica: los tepuyes de Venezuela, las aisladas mesetas de Colombia y los picos nevados de los altos Andes. Los académicos utilizaron sus conocimientos, que todavía eran rudimentarios, para abogar por zonas seleccionadas de tierras bajas que eran excepcionalmente diversas o ecológicamente únicas.
Brasil estableció reservas en diferentes partes de la Amazonía, operando bajo el supuesto de que serían diferentes y, por lo tanto, complementarias. Ecuador fue el primer país en crear un sistema nacional coherente, a principios de la década de los años ochenta, cuando designó áreas en todas las principales formaciones biogeográficas de ese país. Brasil, Colombia y Venezuela crearon los componentes centrales de su sistema nacional entre 1988 y 1991, y Bolivia hizo lo mismo a mediados de la década de los años noventa. El crecimiento de la red de áreas protegidas avanzó a una velocidad fenomenal, catalizado por donaciones desde las economías avanzadas y las agencias multilaterales de desarrollo. El incremento del territorio protegido fue de aproximadamente 10% por año entre 1965 y 1995, y aproximadamente 5% por año hasta 2015. A partir del 2019, aproximadamente el 28% de la superficie del Panamazonas había sido catalogado en algún tipo de área protegida patrocinado por el Estado.
Muchas de estas áreas protegidas fueron el hogar de comunidades cuyo sustento dependía de los recursos naturales dentro de las reservas, lo que creó escenarios para posibles fallas y conflictos. El Programa Hombre y Biosfera de las Naciones Unidas, proporcionó un marco filosófico para gestionar las relaciones entre las poblaciones residentes y los administradores de parques, al tiempo que patrocinaba proyectos piloto en áreas protegidas de alto perfil. Estas experiencias generaron un consenso rápidamente emergente de que los sistemas de áreas protegidas deben reflejar la diversidad de los desafíos de gestión característicos de los países en desarrollo. Cada país respondió en consecuencia y creó una diversidad de categorías que reflejaban sus respectivas realidades sociales y los compromisos políticos necesarios para reservar grandes áreas dentro de sus jurisdicciones amazónicas.
La UICN proporciona un sistema de clasificación que ofrece un marco lógico para comparar las múltiples categorías en seis agrupaciones, que incluyen aquellas que reciben protección estricta, como parques y monumentos nacionales, y otras que deben ser gestionadas para uso sostenible, como reservas forestales y zonas de amortiguamiento alrededor de los parques nacionales.
El concepto de reservas de uso sostenible fue usado principalmente por Chico Méndez, activista de los derechos humanos que dirigió el sindicato de trabajadores del caucho en Rondônia y Acre en las décadas de los años setenta y ochenta. Su asesinato por acaparadores de tierras en 1988 motivó al gobierno brasileño a crear una nueva categoría de área protegida, Reserva Extrativista (RESEX), que reconocía los derechos de las familias asentadas cuyo sustento dependía de los recursos forestales y de vida silvestre.
La proporción de territorios amazónicos clasificados como reservas naturales varía entre países, desde un máximo de 75% en Venezuela, hasta un mínimo de 5% en Guyana. Sin embargo, las diferencias son menores de lo que parecen, dependiendo de lo que se considere un área protegida. Por ejemplo, hay reservas forestales que permiten la tala y se han incorporado a los sistemas de áreas protegidas en Brasil y Venezuela, pero no así en Bolivia, Colombia y Perú. Los dos países con el área protegida designada más baja, Guyana (5%) y Surinam (15%), retienen áreas extensas dentro de la propiedad forestal, aproximadamente un 50%, y se mantienen en reserva para la explotación forestal. Algunos territorios indígenas se han incorporado a sistemas de áreas protegidas, mientras que otros no. Brasil y Perú también tienen grandes áreas que no han sido asignadas a ninguna categoría de manejo o régimen de tenencia.
La consolidación del sistema de áreas protegidas es un proceso continuo. Todos los parques y reservas, salvo unos pocos, carecen de personal y presupuestos adecuados para la tarea de gestionar decenas de millones de hectáreas de zona forestal. Algunas áreas protegidas fueron creadas con conflictos sociales preexistentes vinculados a la minería ilegal, el cultivo de la hoja de coca o la ganadería. Los objetivos de la gestión sostenible son en gran medida ambiciosos y dependerán de la voluntad de los habitantes del lugar para buscar medios de vida compatibles con las pautas de gestión, lo que a su vez dependerá de sus capacidades para obtener una calidad de vida acorde con sus anhelos personales.
Recientes tendencias en varias reservas RESEX demuestran que las familias del lugar han optado por acabar con el bosque y establecer pequeños cultivos agrícolas, ya que los beneficios económicos de los modelos de producción basados en el manejo forestal no satisfacen sus necesidades de ingresos. En algunas jurisdicciones, la oposición a las áreas protegidas por parte de grupos influyentes amenaza con anular o degradar su estatus.
A pesar de estos desafíos, o quizás debido a ellos, diversos grupos de la sociedad civil continúan sus campañas para expandir las redes de áreas protegidas. La designación de áreas protegidas nacionales se ha desacelerado (lo que es comprensible, dado el nivel de representatividad alcanzado), pero los esfuerzos para crear parques regionales y locales, reservas y áreas recreativas han aumentado, especialmente en las repúblicas andinas donde la autoridad administrativa se ha delegado recientemente a jurisdicciones subnacionales. Aunque las élites empresariales locales apoyan los modelos de desarrollo convencionales, la creación de áreas protegidas bajo control local es popular entre amplios sectores del electorado.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons (licencia CC BY 4.0).
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