- A los bosques de varillal se les denomina así por ser especies vegetales de pequeño diámetro que recuerdan a las varillas. Crecen sobre arena blanca y albergan una fauna y flora únicas, adaptadas a condiciones de estrés por escasez de nutrientes.
- Estos ecosistemas son el objetivo de conservación y protección de la Reserva Nacional Allpahuayo Mishana —fundada en el 2004—, pues son frágiles y con poca capacidad de recuperarse frente a las amenazas.
En la Reserva Nacional Allpahuayo Mishana, la naturaleza está rodeada por agua. Sus plantas conocidas como varillales y los bosques inundables se alimentan del río Nanay, afluente de aguas con tonalidades oscuras que con su más de 500 kilómetros de longitud, serpentea a la Amazonía del Perú.
La reserva se creó el 15 enero del 2004 y se ubica a 23 kilómetros al sur de la ciudad de Iquitos, en Loreto. Su área rebasa las 58 000 hectáreas, espacio establecido para conservar la diversidad biológica de la ecorregión del Napo.
Sus varillales crecen sobre arena blanca y conforman una alta diversidad de suelos y condiciones de drenaje, mientras que los bosques inundables que alberga —también conocidos como “igapó”—, crecen sobre el agua del río y son el hogar de especies de rango muy restringido. Ambos ecosistemas, por su fragilidad, son el principal objeto de protección de la reserva.
“Las plantas han crecido como varillas hacia arriba, son bastante delgadas, y esta característica ha generado que la fauna silvestre también sea especializada para este tipo de bosque. Por eso tenemos un sinnumero de endemismos, sobre todo aves que no pueden ser encontradas en ninguna otra parte del mundo, sino solamente dentro de la reserva”, explica Hernán Ruiz, biólogo y jefe de la Reserva Nacional Allpahuayo Mishana, a cargo del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp).
Este es un recorrido fotográfico por los rincones de esta área natural protegida de Sudamérica.
Primera parada: el paisaje de bosque y agua
Los ríos, lagunas y quebradas que forman parte de la cuenca del río Nanay, enmarcan el paisaje verde de la reserva. Su presencia no sólo es bella, también es estratégica en términos hidrográficos, pues estas fuentes contribuyen con la provisión de agua a las poblaciones locales y a la ciudad de Iquitos. Además, el mantenimiento de la calidad de agua en la cuenca garantiza los sitios de reproducción de peces y grandes bagres, peces de consumo y ornamentales.
De acuerdo con su Plan de Manejo, la reserva consta de un paisaje amazónico único y de una belleza escénica que representan un gran atractivo para sus visitantes, a quienes las comunidades locales ofrecen actividades turísticas especializadas y de recreación.
“En la reserva no sólo tenemos los varillales, sino también los bosques que conocemos como Igapó, que es el lugar donde se inunda cada cierto tiempo del año, para generar todo el proceso de enriquecimiento del tipo de suelo. También tenemos los bosques de altura, que son un poco más dispersos en la reserva, y todos los cuerpos de agua”, describe Ruiz.
Los bosques de varillales representan el 9.17 % del área y están concentrados sobre suelos arenosos en las zonas altas de la reserva. Son frágiles y con escasa capacidad de recuperación a las perturbaciones externas. De acuerdo con el Sernanp, los sectores de varillales que se encuentran cercanos al eje carretero Iquitos–Nauta, “están en constante riesgo debido a la práctica de minería no metálica (extracción de canteras de arena) informal e ilegal, así como el avance de las fronteras agrícolas”.
La representación del ecosistema de bosques inundables es del 30.93 % del total del área. Están distribuidos en la cuenca media del río Nanay. Agrupa a los bosques de terraza inundable, al bosque inundable de palmeras, al herbazal hidrofítico y la vegetación de isla. Algunos sectores de este ecosistema están afectados por las malas prácticas de cosecha y por la tala.
Finalmente, los bosques de altura representan la mayor proporción del área, con el 49.37 % de cobertura. Ocupan los terrenos con buen drenaje, alto contenido de materia orgánica y abundante hojarasca en descomposición. “Estos bosques brindan servicios ecosistémicos como regulación climática, calidad de aire, secuestro y almacenamiento de carbono”, detalla el Plan de Manejo. Tienen un estado de conservación del 70 %, mientras que el porcentaje restante está afectado por actividades antrópicas, para la apertura de chacras.
“Los taladores ilegales que ingresan al área, los leñeros, algunos cazadores y los que entran a hacer pesca ilegal, están presentes, pero no es mucha presión, son controlados. Fuera de la reserva, hay actividades de minería. Está muy lejos, sin embargo, la vemos como una amenaza que puede ir creciendo”, explica Hernán Ruiz.
Segunda parada: su biodiversidad
Si algo puede presumir Allphuayo Mishana es su gran variedad de aves: al menos 475 especies habitan sus bosques. De ese total, 21 especies son exclusivas de los bosques de arena blanca y nueve son endémicas de la ecorregión Napo.
La Perlita de Iquitos (Polioptila clementsi) es un ave que sólo se encuentra en el norte de la reserva, dentro de los bosques de varillales. Se trata del ave más llamativa del sitio y, de acuerdo con el Sernanp, se estima que su población no excede el centenar de ejemplares.
“Tenemos tres especies de aves endémicas de los bosques de varillal, una de ellas es la Perlita de Iquitos, que es ícono de la reserva. Es muy rara y muy difícil de observar: muy pocas personas hemos tenido la suerte de verla. Los turistas especializados visitan la reserva exclusivamente para buscar a esa ave, es un atractivo enorme”, afirma Ruiz.
También habita una familia particular de aves: los nictibios (Nyctibiidae), conocidos comúnmente en la Amazonía como Ayaymamas. “Son aves nocturnas con un canto particular: suenan como el llanto de un niño. En el mundo existen siete especies de ayaymamas y en la reserva tenemos registradas cinco de ellas. Esos pequeños detalles del potencial de avifauna, nos confirman que la reserva se presta como un destino turístico perfecto para los que hacen observación de aves”, agrega el jefe de la reserva.
Pero hay mucho más. Su territorio tiene un registro de 145 especies de mamíferos, donde destacan dos especies endémicas: el huapo ecuatorial (Pithecia aequatorialis) y un roedor que aún no ha sido muy estudiado, el Scolomys melanops.
“Tenemos registros de jaguares (Panthera onca), lobos de río (Pteronura brasiliensis) en las quebradas y los ríos, también tenemos registros del perro de monte (Speothos venaticus), una especie sumamente rara y muy difícil de observar”, dice Ruiz.
Además, se ha reportado la presencia de 83 especies de anfibios, entre ellas, varias endémicas de la ecorregión Napo; así como 120 especies de reptiles y 155 especies de peces.
Tercera parada: las actividades
La reserva es reconocida por su potencial tanto para la educación ambiental, como para el turismo cultural, científico, de naturaleza y vivencial. Entre las actividades disponibles se encuentra el avistamiento de aves, un circuito turístico, la visita al Centro de Investigaciones Allpahuayo (CIA) —perteneciente al Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP)—, donde se pueden apreciar plantas medicinales y frutales nativas, así como paseos en catamarán, acampadas y pesca deportiva, orientados por guías locales.
“Existe un fuerte trabajo, por parte de las comunidades, para brindar servicios turísticos a los visitantes. En la comunidad de Mishana, tenemos servicios de alojamiento y diversos paseos guiados y camping en las playas, que son protegidas, limpias y seguras”, explica el biólogo.
Hernán Ruiz describe que caminar o viajar por el río Nanay es una experiencia hermosa. “Se puede navegar todo el día; sus aguas son de tonalidades oscuras y frescas. Algunos senderos turísticos pasan por formaciones vegetales de la ‘superchacra’, donde podemos conocer un poco de la parte mitológica de la Amazonía, en compañía de los guías que explican sobre los árboles, los frutos y las plantas medicinales”, narra el experto.
En Allpahuayo Mishana hay siete comunidades locales al interior —con unos 800 habitantes—, y trece en su zona de amortiguamiento, con alrededor de 3 000 personas. Casi todas las comunidades están involucradas en los comités de vigilancia comunal y de gestión del área, así como en talleres de educación ambiental. “Esto nos permite tener una presencia permanente y una coordinación directa con las personas que contribuyen con la gestión y vigilancia del área”, dice Ruiz.
De acuerdo con el Sernanp, la población se dedica, principalmente, a la agricultura de subsistencia y al aprovechamiento de recursos naturales silvestres, especialmente de palmeras y sus frutos, como el aguaje, ungurahui y huasaí. También de la madera redonda para construcción, madera para leña y carbón vegetal, además de pesca y cacería de fauna silvestre, bajo la vigilancia de la autoridad ambiental. Estos recursos son aprovechados para autoconsumo y también para comercialización en pequeña escala, dice el Plan de Manejo.
“Nos gustaría que los visitantes locales, nacionales e internacionales conozcan esta reserva, porque no sólo les va a permitir saber un poquito sobre la biodiversidad de nuestra región, sino también escuchar las historias que estas comunidades nos tienen que contar sobre cómo ellos trabajan con la naturaleza, aprovechando de manera sostenible los recursos naturales que tienen a su alrededor”, concluye Ruiz.
Imagen principal: Vista del río Nanay y los bosques de varillal desde el puesto de vigilancia y control Yarana, en la Reserva Nacional Allpahuayo Mishana. Foto: Gino Tuesta Cometivos
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