- Siguiendo con la industria ganadera, esta vez Killeen nos explica cómo algunos países destacan en su desarrollo productivo al imitar el modelo brasileño.
- Tal es el caso de Bolivia y Colombia, países que vienen mejorando tanto en tecnología como en la calidad de los pastos. Además, reciben apoyo de sus gobiernos y cuentan con socios comerciales para importar carne a países como China y Estados Unidos.
- Distinto es el panorama en Ecuador y Perú, donde la ganadería es casi artesanal y pensada para el consumo interno, cuando no simplemente como una forma de ahorro rápida y segura. Finalmente, en Venezuela, Guyana y Surinam las tasas de deforestación aún no se justifican por la ganadería, ya que en esos países la producción no resulta significativa.
La tecnología de producción de carne vacuna en todas las demás regiones amazónicas va a la zaga de Brasil, excepto en Bolivia donde se adoptó el enfoque brasileño. Los criadores bolivianos pueden clasificarse en dos grandes tipos, cada uno de los cuales se encuentra en una región diferente: (1) ganaderías extensivas en pastizales naturales inundados estacionalmente en el Beni; y (2) ganaderías intensivas en pastos cultivados en Santa Cruz.
Ambos grupos incluyen criadores grandes y medianos, quienes han optado por las razas brasileñas con buena calidad en tecnología y atención veterinaria. Las haciendas del Beni tienen una carga ganadera muy baja debido a la pobre calidad forrajera de los pastos nativos. En consecuencia, producen principalmente terneros y machos inmaduros (A+B), que son vendidos a productores cruceños ubicados más cerca de los centros poblados y de las plantas empacadoras.
Por su parte, los criadores de Santa Cruz han adoptado el modelo de producción brasileño en su totalidad, incluida la práctica de sembrar pastos cultivados directamente en suelos recientemente deforestados. El sector es responsable de alrededor del 35% del total de la deforestación histórica en Bolivia, equivalente a 4 millones de hectáreas.
En 2016, el Gobierno boliviano puso fin a una década de prohibición para exportar carne vacuna como parte de una estrategia para diversificar la economía nacional. Posteriormente, China inició en 2019 las importaciones desde Bolivia con una compra inicial de 1.000 toneladas de carne faenada, volumen que aumentó a 7.900 toneladas en 2020, consolidando el 80% de las exportaciones totales de carne vacuna. El valor de esas exportaciones en 2020 fue de 42 millones de dólares, una cifra pequeña pero significativa en la economía rural cruceña. De cara al futuro, el gobierno boliviano espera quintuplicar esa cifra para 2025, allí donde diversas políticas han estimulado la deforestación que alcanzó un máximo histórico de 240.000 hectáreas en 2020.
En Perú y Ecuador, la ganadería se podría describir más como una actividad artesanal que como un modelo de producción moderno. Los rebaños suelen ser una mezcla genética de ganado criollo, vacas lecheras y razas brasileñas, donde las tasas de reproducción son bajas y la mortalidad elevada. La carga ganadera suele ser inferior a 0,5 cabezas por hectárea, el forraje es de muy mala calidad y la infestación por malas hierbas es un problema generalizado. La mayoría de los pastos están en áreas no cultivadas, como parte de un sistema de producción en el que los pastos y los bosques de segundo crecimiento ocupan una etapa temporal en un ciclo de rotación centrado en los cultivos anuales.
El rendimiento económico de estas prácticas ganaderas de baja tecnología es notoriamente pobre: el flujo de caja neto apenas rinde unos 50 dólares por hectárea, frente a los 300 dólares del maíz y los 850 dólares del cacao. De hecho, los pequeños ganaderos de Perú y Ecuador crían ganado vacuno en tierras que carecen otra actividad económica. El ganado se considera un activo que acumula valor a corto plazo y puede monetizarse fácilmente para emergencias médicas o acontecimientos importantes. Esencialmente, una cuenta de ahorros con pezuñas. Ambos países tienen programas destinados a mejorar la productividad, pero ninguno de ellos exporta carne vacuna, ni es probable que lo hagan en un futuro próximo.
Los pastos ocupan alrededor del 70% de las tierras previamente deforestadas en la Amazonía de ambos países, pero la producción ganadera no es una causa de deforestación, sino más bien un subproducto del desmonte de tierras por parte de pequeños agricultores que cultivan alimentos para los mercados nacionales o un cultivo comercial perenne para los mercados internacionales. Sin embargo hay algunas excepciones.
En la provincia de Morona-Santiago, en el sureste de Ecuador, las familias Schuar y Achuar adoptaron en la década de 1970 la ganadería como táctica para formalizar la tenencia de la tierra. No era la ganadería como medio de vida la motivación para talar el bosque, sino proteger sus tierras de la invasión de inmigrantes. Pese a ello, en la actualidad constituyen una importante fuente de carne vacuna de alta calidad en Ecuador.
En Colombia, la cadena de suministro de carne vacuna es más sofisticada que en Ecuador y Perú, pero está por detrás de la productividad de los ganaderos de Bolivia y Brasil. Aunque esto representa la diversidad de sus comunidades rurales y productores, también refleja una falta de inversión causada por el conflicto armado de hace varias décadas. Aún así, el sector ganadero está experimentando profundos cambios, debido no solo al proceso de paz (que comenzó en 2016) sino también por el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, que obliga a los productores a aumentar la eficiencia o perder cuota de mercado.
Antes de 2010, el rebaño bovino colombiano contaba con 25 millones de cabezas, una población que se mantuvo estable durante aproximadamente 30 años. Alrededor del 55% del rebaño se destinaba a la producción de carne y el 4% a la de leche; mientras que el resto se criaba tanto para leche como para carne, una característica típica de los sistemas artesanales tradicionales. Los productores más sofisticados eran los ganaderos a gran escala de las sabanas naturales de los Llanos del Orinoco, donde los pastos nativos imponían bajas tasas de carga ganadera.
En la Amazonia colombiana, tres departamentos tienen historial de deforestación vinculado a la industria ganadera: Putumayo, Guaviare y Caquetá, este último el más importante. Fue colonizado por migrantes a partir de 1960 y ahora se caracteriza por la presencia de ganaderos de mediana y gran escala en aproximadamente 1,3 millones de hectáreas.
El gobierno y la Federación Colombiana de Ganaderos (FEDEGAN) han emprendido un ambicioso programa de expansión y modernización del sector ganadero adoptando esencialmente la tecnología y el modelo de producción brasileños, lo que ha llevado a un aumento sostenido del rebaño nacional en los últimos años. Este esfuerzo ha revitalizado la industria ganadera en Caquetá, donde el hato bovino pasó de 1,3 millones en 2016 a más de 2,3 millones en 2019. La iniciativa destaca por su intención de crear un modelo de producción de deforestación cero y la mayor parte de la producción se ha obtenido mejorando la cría de animales y la gestión de los pastos.
No obstante, la Amazonía colombiana ha experimentado un repunte de la deforestación que alcanzó niveles récord en 2017 (130.000 ha), 2018 (155.000 ha) y 2020 (145.000). Este repunte está vinculado al cultivo y producción ilícito de la hoja de coca, aunque al mismo tiempo se están sembrando pastos en zonas donde la aplicación de la ley es deficiente y la tenencia de la tierra se caracteriza por el caos.
Venezuela cuenta con un sector ganadero relativamente grande situado en los Llanos del Orinoco, pero el país sigue importando alrededor del 40% de su consumo nacional, o lo hacía antes de la crisis económica que se agudizó especialmente a partir de 2016. Las estadísticas generadas por el gobierno venezolano muestran un rebaño estable, pero fuentes no oficiales informan de una caída de alrededor del 45%. En cualquier caso, la región amazónica nunca ha desarrollado una industria ganadera económicamente significativa.
Del mismo modo, Guyana y Surinam tienen sectores ganaderos minúsculos y ningún historial de deforestación vinculada a la industria ganadera. Adyacente a estos dos países, en Roraima (Brasil) existe una industria ganadera de tamaño moderado basada en su sabana nativa, con unas 880.000 cabezas; pero el municipio con mayor población de ganado es Mucajaí (100.000 cabezas), un área muy deforestada situada al sur de la capital del estado, Boa Vista, donde trabajan pequeños propietarios.
Imagen principal: Mujer quechua peruana en los Andes con alpacas, ovejas y vacas. Crédito: Rhett A. Butler.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons – Licencia CC BY 4.0).