Aunque Colombia prohibió la pesca y comercialización de tiburones a inicios de 2021, las aletas de estos animales extraídas en este y otros países del mundo continúan alimentando una industria global que mueve 500 millones de dólares al año.Esta es la historia del mayor decomiso en este tipo realizado en territorio colombiano donde un cargamento con más de 3400 aletas de tiburón, que pretendían ser traficadas a Hong Kong, fue interceptado en el aeropuerto de Bogotá. Por primera vez, este reportaje revela el propietario del contrabando: Fernando Rodríguez Mondragón, hijo de Gilberto Rodríguez Orejuela, gran jefe del cartel de Cali, que llegó a ser una de las organizaciones narcotraficantes más grandes del mundo.La investigación, que confirma los alcances del tráfico de fauna —la cuarta actividad ilícita más lucrativa en el mundo después del tráfico de drogas, de armas y la trata de personas— reconstruye la ruta del cargamento desde la Guajira, en los límites con Venezuela, hasta la capital del país, pasando por las montañas del interior del valle del Cauca. La policía recibió una alerta de una empresa de transporte para que revisara unas cajas de cartón que iban a ser exportadas a Hong Kong, desde el aeropuerto El Dorado en Bogotá. Era un miércoles de septiembre de 2021 y las autoridades colombianas estaban a punto de realizar el mayor decomiso de aletas de tiburón del que se tenga registro hasta ahora en ese país. Habían pasado seis meses desde que Colombia prohibiera por completo la pesca y comercialización de tiburones, pero al abrir las cajas encontraron 3493 aletas de cinco especies de estos animales, todas amenazadas de extinción. Las aletas estaban procesadas y camufladas entre 117 kilos de vejigas natatorias, un órgano de los peces que les permite mantenerse a flote. Secado y procesado, ese producto, al igual que las aletas de tiburón, es vendido en el mercado asiático como una delicatessen. En ese momento, las autoridades dieron a conocer algunos detalles. Por ejemplo, que se sacrificaron entre 900 y 1000 tiburones, que al parecer las vejigas también estaban siendo traficadas pues el exportador no contaba con permisos para su comercialización y un dato curioso: la carga provenía de Roldanillo, un municipio al interior del Valle del Cauca que está a más de tres horas por carretera de distancia del puerto de Buenaventura en el Pacífico colombiano. ¿Por qué las aletas llegaron desde un lugar tan alejado del océano? Pero, sobre todo, ¿qué empresas estaban detrás y a quién pertenecía el cargamento?