- Ni los cultivos masivos industrializados han podido alcanzar el nivel de ingresos que reporta la siembra de hoja de coca en países como Colombia, Perú y Bolivia.
- Comparando las cifras de mercado, los ingresos resultan millonarios para los miles de pequeños agricultores que se dedican a cultivarla con fines ilícitos.
- De acuerdo con Killeen, este fenómeno es reciente en países como Colombia donde el fenómeno tiene algunas décadas; mientras que en Bolivia y Perú sí existe un uso legal y tradicional muy arraigado en las zonas altoandinas.
El sistema agrícola más lucrativo de la Amazonía no es ni la soya ni el aceite de palma, sino la hoja de coca, que se cultiva tanto para los mercados legales como para los ilegales. Existen dos especies, Erythroxylum coca, sembrada en zonas altas y preferida en el mercado legal; y Erythroxylum novogratenensis, que se cultiva en zonas bajas siendo esta la principal materia prima para la fabricación ilícita de cocaína.
Históricamente, la coca se ha cultivado en los bosques montanos de los Andes orientales en Bolivia y Perú, donde la hoja se consume como un estimulante suave mediante infusiones o masticación. El uso legal de este producto, en sus dos variantes, ha crecido constantemente en las últimas décadas, ya que se ha convertido en un hábito adoptado por consumidores dentro y fuera del área andina.
Por otro lado, el consumo ilegal de cocaína ha experimentado un auge desde la década de los años 70, cuando se convirtió en una droga popular entre la élite urbana de América del Norte y Europa; y fue calando como hábito accesible y global a medida que el consumo se extendió a poblaciones de otros estratos económicos y grupos sociales en todo el mundo.
Los productores de hoja de coca son los más pequeños entre los pequeños agricultores del área amazónica: una plantación legal en Bolivia apenas es un terreno de 40 x 40 metros denominado cato de coca. Estas plantaciones pueden producir durante años, si no décadas. Pero dado que la abrumadora mayoría son ilegales y están sujetas a esfuerzos de erradicación estatal, muchas solo tienen menos de cinco años de existencia.
Una plantación de coca bien gestionada puede producir hasta dos toneladas de hoja seca al año, y como ocurre con cualquier cultivo, cosechar una cantidad significativa de biomasa agotará el contenido de nutrientes de los suelos, lo que es otro incentivo para mover y renovar constantemente el cultivo.
A partir de mediados de la década de los años 90, Colombia superó a Perú y Bolivia como principal fuente de hoja de coca. Dicha transición que coincidió con el aumento de disturbios civiles en ese país y el inicio de esfuerzos de interdicción en Perú y Bolivia financiados por Estados Unidos y la Comunidad Europea. Posteriormente, Colombia incrementó sus esfuerzos para combatir el tráfico de cocaína: según informes, la suma total de coca se redujo a 50 mil hectáreas en 2014, de las cuales 25 mil se ubicaban en los cuatro departamentos colombianos ubicados junto a la Amazonía.
Tanto en Bolivia como en Perú el cultivo de coca es legal debido al mercado tradicional de la hoja. No obstante, su desvío a la producción ilegal de cocaína es muy común. Los esfuerzos para promover esquemas de producción alternativos han tenido un éxito limitado, principalmente debido a las ventajas económicas del cultivo mismo de la coca. En concreto: una hectárea de hoja de coca produce entre 5.000 y 7.000 dólares de ingresos, según el rendimiento medio y el valor de mercado de la hoja. En cambio, una superficie similar de cualquier otro cultivo genera ingresos entre 1.000 y 1.500 dólares.
Así, la economía de la producción de coca se refleja en la demanda del mercado, lo que garantiza que en algún lugar alguien cultivará hoja de coca para convertirla en cocaína ilícita.
Si la información de la superficie cultivada es exacta, esto se traduce entre 300 y 500 millones de dólares en Perú, con valores ligeramente inferiores en Bolivia y ligeramente superiores en la Amazonia colombiana. Sin embargo, estas cifras indican sólo los ingresos que fluyen directamente al agricultor, siendo que el valor total para la economía nacional es muchas veces mayor cuando se consideran el procesamiento y el comercio postcosecha.
Según la ONUDD, toda la cadena de suministro de coca y cocaína contribuye alrededor del 0,9% del PIB de Bolivia, es decir unos 4 mil millones de dólares en 2019, con estimaciones para Colombia y Perú de alrededor de 8 mil millones de dólares cada uno. Presumiblemente, estas cifras no incluyen los ingresos provenientes del lavado de dinero, que actúa como un subsidio a otros sectores de la economía.
Por ejemplo, el sector de la construcción de Bolivia es utilizado para convertir ingresos ilícitos de la cocaína en activos inmobiliarios, puesto que los edificios pueden construirse con dinero en efectivo y venderse a través del sistema bancario mediante hipotecas. De igual forma, tanto en Bolivia como en Colombia, se suele suponer que las inversiones inusualmente grandes en propiedades ganaderas y granjas industriales se financian en parte con recursos monetarios de dudosa procedencia.
La comparación entre datos de deforestación con los de monitoreo de la hoja coca compilados por las Naciones Unidas, revela los múltiples patrones de su producción. En algunos casos, las plantaciones de coca están ubicadas en áreas con una tradición centenaria, como ser los Yungas en el departamento boliviano de La Paz, y la región peruana de La Convención-Lares cerca de Cuzco.
El cultivo en ambas regiones parece estable y practicado explícitamente en zonas habitadas desde hace décadas o siglos. El sistema jurídico permite el cultivo porque se supone que produce hoja de coca para consumo tradicional interno, sin embargo, la gran mayoría se canaliza hacia la producción ilegal de cocaína. Por el contrario, en zonas como el Chapare de Bolivia, el VRAEM y todas las regiones de Colombia, el cultivo de coca es un fenómeno más reciente e ilegal. Sin embargo, en todas estas zonas se pueden observar áreas remotas con nuevos parches de deforestación que, por lo general, tienen menos de una hectárea de tamaño y se encuentran aisladas de poblaciones y caminos.
Informes de prensa recientes indican que el cultivo de coca en Colombia se ha disparado desde 2016, desde un mínimo histórico de alrededor de 48 mil hectáreas a más de 170 mil hectáreas debido al proceso de paz y la política de tolerancia que se implementó durante las negociaciones. En la región Caquetá-Putumayo, el área de cultivo de coca aumentó en un promedio del 40% anual entre 2014 y 2017. Irónicamente, esto convierte al proceso de paz en un impulsor de la deforestación.
Imagen destacada: La hoja de coca se cultiva para producir diversos productos de consumo, así como cocaína ilícita. Crédito: © Greentelect / Shutterstock.com.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons – Licencia CC BY 4.0).