- La ONU fijó el periodo 2021-2030 como el Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas. Este 2024, la entidad reconoció a siete proyectos emblemáticos a nivel mundial que son ejemplo de éxito. Entre ellas se encuentra Acción Andina, una iniciativa que ha puesto en marcha 23 proyectos de restauración y conservación de bosques de Polylepis en Perú, Chile, Bolivia, Argentina y Ecuador.
- Más de 25 000 personas de 200 comunidades han restaurado cerca de 5 000 hectáreas de bosques andinos y protegido más de 11 250 hectáreas de bosques existentes. La iniciativa busca expandirse a Colombia y Venezuela.
Hace tres años, mientras un grupo de investigadores de la Fundación Aves y Conservación y del Instituto Nacional de Biodiversidad de Ecuador (Inabio) recorría el complejo montañoso de Mojanda, a pocos kilómetros de la ciudad de Otavalo, en la provincia de Imbabura, se topó con un pequeño y curioso ratón. El objetivo de esta expedición era conocer más la fauna y flora que habita en los bosques de Polylepis— un género de plantas altoandinas que incluye pequeños árboles y arbustos, comúnmente llamados queñuales, queñuas o queuñas— que están bastantes diezmados en varias regiones, pero que son vitales para garantizar la seguridad hídrica. Los científicos se fueron de esos bosques llevando consigo diferentes especímenes de grupos de animales, incluido al pequeño ratón.
“Después de un análisis meticuloso y de comparar con todas las especies que ya se habían descrito, el especialista en mamíferos se dio cuenta que el ratoncito capturado en Mojanda tenía muchas características que no coincidían con los demás roedores de la zona. Después de hacer los análisis genéticos y moleculares, se vio claramente que la especie era completamente nueva”, dice Francisco Tobar, ingeniero en recursos naturales e integrante de Aves y Conservación, quien adelanta que el grupo de trabajo de mamíferos del Inabio está trabajando en el documento de descripción para anunciar próximamente su hallazgo.
Este descubrimiento es solo una pequeña parte del trabajo que realiza un grupo de organizaciones ecuatorianas unidas en la iniciativa comunitaria Acción Andina, cofundada por las organizaciones sin fines de lucro Global Forest Generation y Asociación Ecosistemas Andinos (ECOAN), que busca proteger y restaurar los bosques altoandinos en Perú, Bolivia, Chile, Argentina y Ecuador, y así garantizar la preservación del agua para millones de personas en la región.
De hecho, en febrero pasado, Acción Andina fue reconocida por la Organización de Naciones Unidas (ONU) como una de las siete iniciativas emblemáticas de restauración mundial. El organismo internacional declaró al periodo 2021-2030 como el Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas, pues no solo es urgente conservar la naturaleza que aún sobrevive, sino tratar de recuperar la que se ha perdido.
“Estas iniciativas ilustran cómo podemos hacer las paces con la naturaleza, convertir a las comunidades locales en el centro de los esfuerzos de restauración y, al mismo tiempo, crear nuevos puestos de trabajo. Mientras seguimos enfrentándonos a una triple crisis planetaria por el cambio climático, la pérdida de naturaleza y biodiversidad, y la contaminación y desechos, ha llegado el momento de redoblar los esfuerzos y acelerar las iniciativas de restauración”, dijo Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
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El sueño de Constantino Aucca
Corría el año de 1989 y Constantino Aucca se encontraba en una expedición científica entre las regiones de Apurímac y Ayacucho, en Perú, con el ornitólogo danés Jon Fjeldsa. El investigador europeo estaba a punto de terminar de escribir su libro Birds of the high Andes (Aves de los altos Andes) y Aucca, como experimentado indígena y conocedor de la zona, lo acompañaba en sus últimos viajes, desafiando las inclemencias del clima y a Sendero Luminoso, el grupo armado que dominaba la zona en ese entonces.
Una vez terminada la expedición, Fjelsda le preguntó a Aucca que quería a cambio del trabajo realizado. Aucca le respondió: “la maestría y el doctorado”. Pero el danés le dijo que su misión era cuidar, estudiar y proteger los bosques de Polylepis de los Andes.
La reacción inmediata de Aucca, cuyo apellido quechua significa “guerrero”, fue de sorpresa y desánimo. “Cómo me vas a dar esa misión, si yo vengo de una familia muy humilde”, fue su respuesta. Sin embargo, el científico le prometió apoyo y le aseguró que, más adelante, todo el conocimiento adquirido sería valorado por otras personas, que incluso pedirían su guía en el camino de la conservación.
Ya han pasado 35 años desde ese momento de confrontación y hoy Aucca es biólogo, líder en conservación basada en el trabajo con comunidades y desde el año 2000 es presidente y cofundador de la Asociación Ecosistemas Andinos (ECOAN).
“Veíamos mucho sufrimiento y mucho dolor en las comunidades locales y nativas de los Andes, así que con mis amigos Gregorio Ferro, Efraín Samochuallpa y Willy Palomino pensamos que si íbamos a entrar al mundo de conservación, teníamos que hacer algo en favor de las comunidades. Así nació ECOAN y lo que nos diferencia de otras organizaciones es que implementamos acciones de conservación en coordinación con los actores locales y en beneficio de las comunidades locales”, asegura Constantino Aucca.
‘Tino’, como suele ser conocido entre sus amigos y colegas, confiesa que el 2014 fue un punto de inflexión para la Asociación, pues él estaba decepcionado de los discursos y la poca acción de las COP en temas ambientales. “En grupo, decidimos mandar un mensaje al mundo de que sí se pueden tomar acciones y en un sólo día plantamos más de 57 000 árboles [de Polylepis o queuñas] en las alturas de Huilloc [en Cusco, Perú] y llamamos a ese evento Queuña Raymi, o sea, el Festival de las queuñas”, recuerda.
A partir de ese año, el Queuña Raymi se volvió popular en los Andes peruanos y Aucca no paraba de soñar en llevar lo que hacía en Perú a los demás países andinos, “porque las queuñas crecen desde Venezuela hasta la Patagonia”, enfatiza. En el 2018, nuevos socios internacionales se unieron a Aucca para ayudarle a cumplir su sueño y fue en ese momento cuando nació Acción Andina.
“En el 2018 yo estaba muy interesado en facilitar inversiones en temas de bosques. Fui contactado por Constantino y me comentó de su proyecto; me dijo que para entenderlo bien debía ir a Cusco. Ese día cambió mi vida. Me invitó al Queuña Raymi y en un sólo día cerca de 1000 personas plantamos casi 100 000 árboles. Nunca había visto algo tan poderoso”, comenta Florent Kaiser, CEO de la ONG Global Forest Generation, organización que nació en paralelo con Acción Andina y que, en palabras de Kaiser, tiene como objetivo ser un aliado estratégico para trabajar en comunicación global, influenciar gobiernos y otras tareas que suelen ser obstáculos difíciles de sortear para las ONG locales.
Esa unión de saberes y capacidades entre ECOAN y Global Forest Generation permitió que, a través de Acción Andina, la labor iniciada por Aucca en Perú hoy esté presente en cinco países sudamericanos y que haya sido reconocida por la ONU como un caso de éxito.
“Puede que se necesite una sola motosierra para talar un bosque, pero se necesita una comunidad para restaurarlo y mantenerlo”, señaló Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA, cuando se anunció a Acción Andina como una de las siete Iniciativas Emblemáticas de Restauración Mundial de la ONU. Andersen agregó que “al reunir a la gente y utilizar tanto los valores indígenas como los métodos científicos, Acción Andina está ayudando a recuperar las fuentes naturales de agua, crear puestos de trabajo y apoyar a las comunidades para que sigan creciendo con mayor fortaleza”.
Desde 2018, Acción Andina ha puesto en marcha 23 proyectos, en los que se han involucrado al menos 25 000 personas para restaurar cerca de 5000 hectáreas de bosques andinos y proteger más de 11 250 hectáreas de bosques existentes. Más de 200 comunidades locales se han visto beneficiadas por el aumento de las oportunidades económicas gracias a la reforestación y la protección de los bosques; a las nuevas microempresas comunitarias, como es el caso de varios viveros en los que cultivan y cuidan a las queuñas; el acceso a servicios de atención médica; los sistemas de captación de agua; las cocinas de barro de combustión más limpia y los paneles solares.
Hasta el momento, Acción Andina ha plantado 10 millones de árboles y tiene 14 socios implementadores de proyectos en los cinco países donde trabaja. La meta para el 2045 es llegar a 1 000 000 de hectáreas restauradas —una superficie forestal de 50 veces el tamaño de Buenos Aires— y crear entre 25 000 y 30 000 empleos.
Natalia Alekseeva, coordinadora del Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas, asegura que son varios los criterios que la ONU tiene para reconocer a las iniciativas más destacadas a nivel mundial. En primer lugar, se seleccionan proyectos que tengan un objetivo claro y concreto, “algo que prácticamente puedas tocar con tus manos”, comenta. En segundo lugar, las iniciativas deben tener un éxito demostrable en la restauración y, en tercer lugar, deben tener potencial para expansión. “Nos gustaría que este tipo de iniciativas lleguen a otras zonas y a otros países. Que sean proyectos con capacidad de replicarse fácilmente. El objetivo es que estos proyectos insignia seleccionados puedan ser respaldados por otros actores y socios que los apoyen, porque ya cuentan con resultados claros y tangibles”, asegura Alekseeva.
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Cuidando a las queuñas en Ecuador y Bolivia
Ecuador es uno de los países a los que llegó Acción Andina y, desde 2019, Aves y Conservación es uno de sus aliados en el país. Allí han trabajado en la instalación de viveros, colección de propágulos (parte de una planta que es capaz de generar otro individuo), coordinación de campañas de reforestación, selección de paisajes para restaurar y vinculación con las comunidades asociadas a cada paisaje.
Además de investigador de Aves y Conservación, Francisco Tobar es coordinador de Acción Andina en las provincias de Pichincha e Imbabura, y asegura que hasta el momento han producido y sembrado más de 800 000 plantines de Polylepis; han colaborado en la declaratoria de dos Áreas de Protección Hídrica en Ecuador, vinculadas a los sitios en los que trabajan, y han firmado convenios con organizaciones gubernamentales, ONG y empresas privadas.
Tobar afirma que una de las primeras acciones para seleccionar las áreas de trabajo es identificar que en la zona existan bosques de Polylepis y que existan comunidades que habiten allí y se beneficien directamente de los servicios ambientales que generan estos ecosistemas. Luego constatan si en ese bosque hay procesos de fragmentación donde sea vital iniciar la recuperación del ecosistema.
“Todas las comunidades se vinculan por un interés común en general. El agua es una de las cosas que más las convoca y esto es muy positivo porque sin las comunidades no podríamos desarrollar este proyecto a la magnitud en que lo estamos haciendo”, dice Tobar.
El experto agrega que las comunidades participan en colectar los propágulos, es decir, cada una de las secciones de rama que se utilizan para producir las plantas. También trabajan durante nueve meses en la producción de plantas en los viveros y, por supuesto, en las jornadas de reforestación. “Sin ellos no podríamos trabajar. Además, las comunidades son las que conocen bien el territorio para la reforestación, las que saben dónde están las captaciones de agua y qué zonas son más importantes para proteger. Muchas veces, como en el caso de Mojanda, las comunidades son las dueñas del territorio, así que sin su aprobación y sin su consentimiento, nada de esto no sería posible”.
En Bolivia, Faunagua es una de las organizaciones aliadas de Acción Andina que trabaja en las labores de reforestación y restauración de bosque de queuña en la vertiente norte de la Cordillera del Tunari, en el departamento de Cochabamba.
Desde 2022, Faunagua, en alianza con varias comunidades locales, ha creado tres viveros comunales y ha producido y reforestado 250 000 plantines de dos especies de queuñas (Polylepis pacensis y Polylepis pepei).
“Faunagua trabajó en 2015 en la elaboración del Plan de Manejo del Parque Nacional Tunari y tenemos un conocimiento general de las necesidades que tiene la vertiente norte de la cordillera del Tunari, que es poco intervenida justamente por la distancia que la separa de la ciudad de Cochabamba. Este nicho es muy importante para trabajar porque tiene una conexión con la zona más baja de los Yungas. Entonces, es un corredor importante en la generación de agua”, dice Rosmery Ayala, directora ejecutiva de Faunagua y coordinadora general de Acción Andina en Bolivia.
Uno de los logros que más emociona a Ayala es la formación de grupos de mujeres empoderadas en la comunidad de Chiaraje, que trabajan en la producción, reforestación y conservación de las kewiñas (queuñas). Precisamente, en esta comunidad está uno de los viveros más grandes y que tiene capacidad para producir 180 000 plantas.
Hasta el momento, la tasa de supervivencia de queuñas durante el primer año está cercana al 90 %. Paul Van Damme, director técnico de Faunagua, comenta que las altas tasas de supervivencia tienen mucho que ver con la humedad de la zona. “Tenemos la suerte de que la vertiente norte de la cordillera del Tunari bordea los Yungas, que es otro piso ecológico con muchos vientos húmedos, provenientes de los ríos voladores del norte de Brasil, que aseguran épocas de lluvias mucho más largas”.
Van Damme asegura que el monitoreo debe ser mucho más largo para poder asegurar que los árboles plantados lograron sobrevivir, pero es bastante optimista. “Si después de dos años garantizas este alto grado de supervivencia, es muy probable que los árboles vayan a seguir creciendo de forma autónoma, sin mucho riego y sin mucho cuidado. Podemos decir que en este momento tenemos bosques en creación”, concluye.
*Imagen principal: Comunidad de Jajahuana reforestando en Callabamba, Cusco, Perú. Foto: Constantino Aucca.
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