- En los últimos años, la certificación ambiental, la moratoria de deforestación, y otros regímenes del gobierno conocidos como no estatales y dirigidos al mercado se han convertido en un recurso común para reducir la deforestación
- Sin embargo, la información acerca de la efectividad de estos programas es limitada.
- Un estudio reciente que analiza estos tres programas en Chile devela que cuanta más colaboración haya entre la industria y los grupos ambientales en un programa, más exitoso será.
Un estudio reciente acerca de programas forestales de conservación del mercado en Chile ofrece una visión poco común de la efectividad que tienen estos recursos relativamente nuevos en la prevención de la deforestación.
Los programas, conocidos como regímenes gubernamentales no estatales y dirigidos al mercado (NSMD), minimizaron la deforestación en las propiedades involucradas entre un 2 y un 23 por ciento aproximadamente, según afirmaron los autores de la investigación, Robert Heilmayr, quien recientemente terminó sus estudios de doctorado en la Universidad de Stanford, y Eric Lambin, geocientífico de la misma universidad. El estudio se publicará esta semana en la revista científica conocida como Proceedings of the National Academy of Sciences.
En conjunto, los programas, que empezaron a funcionar de manera activa a comienzos del año 2000, ayudaron a conservar aproximadamente 4000 hectáreas de bosque natural, lo que equivaldría a 24 km cuadrados aproximadamente. Según Heilmayr, esto representaría una ligera mejora, ya que se suponía que dichos programas estaban diseñados para detener la deforestación por completo.
Heilmayr y Lambin emprendieron una investigación para descubrir si, en respuesta a la demanda global creciente de productos forestales, los programas NSMD “mejoran o mejoraron el impacto social y medioambiental de la producción de bienes”, para lo cual estaban destinados.
Ellos también observaron cuán efectivos eran los tres programas más grandes de Chile. Uno de ellos es CERTFOR, un programa de certificación ambiental dirigido a la industria. También están incluidos el programa de certificación ambiental FSC, con muchos accionistas, y otro programa de moratoria forestal en el que estuvieron de acuerdo algunas empresas madereras y organizaciones no gubernamentales conocidas como the Joint Solutions Project (JSP). El programa del FSC fue el que más colaboró y el que obtuvo los mejores resultados.
Los programas NSMD representan un nuevo enfoque para la conservación, según afirmó Heilmayr en una entrevista con Mongabay. En la conservación de los bosques, estos programas representan una forma innovadora para explotar el poder de los mercados como una alternativa al enfoque más tradicional en el que se utilizan las políticas del gobierno o las restricciones legales para establecer las actividades forestales o para crear áreas que estén fuera de los límites de la tala de árboles. Estos programas NSMD limitan al gobierno por completo, ya que comúnmente trabajan directamente entre las ONG, los consumidores, y los productores.
Los programas NSMD están presentes en muchos productos a nivel mundial. Por ejemplo, los programas de certificación del café de comercio justo y de las frutas y verduras orgánicas son programas NSMD. Pueden ser de muchas formas, incluidos los acuerdos entre los productores y las organizaciones ambientales, la moratoria de deforestación en ciertos productos o actividades, y los programas de certificación que identifican si los productos fueron elaborados de acuerdo al criterio ecológico o ético.
Según Heilmayr, los diferentes tipos de programas NSMD tienen dos cualidades en común: “En primer lugar, todos se llevan a cabo por agentes no estatales, y, en segundo lugar, todos están dirigidos al mercado. Todos estos programas intentan que los mercados se unan y, de este modo, incentivar a los productores para que mejoren su desempeño en relación al medioambiente”.
Aunque estos programas NSMD no tengan más de una década de antigüedad, la información disponible acerca de ellos es muy escasa, como también lo son los estudios científicos acerca de su efectividad
Transformación de los bosques de Chile en granjas de árboles
En el escabroso litoral del océano pacifico en Chile, aproximadamente a unos miles de kilómetros al norte del continente, se encuentra un bosque con una belleza prehistórica. Este bosque es el hogar de la mayor cantidad de flora y fauna en peligro de extinción del país, y, también, de un punto conflictivo de biodiversidad, el bosque valdiviano, el único bosque con clima templado de América del Sur. Este bosque se encuentra entre las olas del océano pacifico y las alturas galopantes de la Cordillera de los Andes.
Cuando el bergantín HMS Beagle desembarcó en Chile durante el famoso viaje de Charles Darwin, el litoral estaba repleto de coníferas, las cuales luego se llamarían como el capitán del bergantín, Robert Fitzroy. El alerce patagónico (Fitzroya cupressoides) es una especie de Cupressus (conocido comúnmente como ciprés) que puede superar los 45 metros aproximadamente y vivir miles de años. De hecho, un ejemplar de estos árboles batió el record de ser el cuarto árbol con vida más viejo del mundo. Lo descubrieron en el año 1993 cuando tenía 3622 años de edad.
Chile fue el primer país del hemisferio sur que se convirtió en una fuerza global en la industria maderera en la segunda mitad del siglo XX. Hasta ese entonces, la industria maderera estaba dominada por los países del norte y había grandes extensiones de bosque boreal, como el de los Estados Unidos, el de Canadá, y el de Rusia. Las riquezas del bosque valdiviano lo convirtieron en el objetivo principal de las empresas madereras.
De los aproximadamente 86 kilómetros cuadrados de la selva valdiviana que existía cuando llegaron los europeos, actualmente queda menos de la mitad, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés). La tala de árboles ha incrementado en la segunda mitad del siglo veinte. Chile se ha convertido en uno de los mayores productores de trigo y se han talado enormes franjas de bosque para ser destinadas a la agricultura. En 1974, bajo el régimen de gobierno de Augusto Pinochet, el cual aparentemente buscaba retrasar la erosión agresiva que causaron las actividades de agricultura imprudentes, se decretaron reformas para regular el uso de las tierras y para favorecer económicamente a las plantaciones forestales.
Sin embargo, estas reformas accidentalmente tuvieron un impacto desastroso en los bosques naturales de Chile. Estos bosques fueron despojados de sus árboles cipreses y de hoja perenne, los cuales fueron reemplazados por plantaciones de pinos y de eucaliptos extranjeros. Entre los años 1975 y 2007, las plantaciones de árboles madereros incrementaron aproximadamente diez veces por todo el país y se convirtieron en casi la mitad del paisaje del sur central de Chile.
A principio de los años 2000, sin embargo, los comerciantes minoristas y los consumidores empezaron a exigir más productos forestales sostenibles y forzaron la producción de la mayoría de las empresas madereras de Chile. Al principio, estaba el sistema de certificación del manejo forestal sustentable CERTFOR que los defensores del medio ambiente consideraban riguroso.
Algunas empresas de menor tamaño obtuvieron su certificación por el FSC, el cual tenía requisitos más rigurosos aún. El FSC, que es considerado ampliamente como uno de los mejores sistemas de manejo forestal sustentable del mundo, es un programa voluntario y dirigido al mercado, y muchas ONG del medio ambiente lo respaldan, entre ellas WWF, Greenpeace, y Sierra Club.
Para el año 2002, la tensión incrementó en las empresas madereras de Chile. La ONG medioambiental conocida como ForestEthics publicó un anuncio en el New York Times en el cual se obligaba a los comerciantes minoristas y a los consumidores a prestar atención a la fuente de donde vienen todos sus productos de madera y de papel. En el anuncio había una foto de una casa que estaba en el medio de un cementerio de tocones y de troncos de árboles caídos. Debajo de la foto se leía lo siguiente: la belleza de “los mágicos bosques de siempre verde de Chile” y el peligro al que se enfrentan. “Muchos de estos bosques han sido destruidos y reemplazados por legiones de plantaciones de árboles extranjeros con el objeto de obtener productos de madera baratos para los hogares de América del Norte. Los bosques de siempre verde pronto desaparecerán”.
El anuncio funcionó. “La industria maderera chilena se aterrorizó con las consecuencias que podrían enfrentar”, dijo Heilmayr, “y se logró que entraran en razón”.
Bajo la presión, el gigante de los comercios minoristas Home Depot reunió a algunos de los mayores productores madereros de Chile con algunas ONG medioambientales en su sede principal en Atlanta. El debate culminó con lo que luego se conoció como el programa Joint Solutions Project (JPS) en el 2003. Las empresas madereras acordaron no talar los bosques naturales para reemplazarlos por plantaciones en sus propiedades.
Según Heilmayr, “para muchas de estas ONG y de las empresas fue la primera vez que se sentaban todos juntos alrededor de la misma mesa, y, de hecho, fueron capaces de negociar un acuerdo claro y sólido”.
Evaluación de los programas
Después de una década, Heilmayr y Lambin estaban analizando unas imágenes satelitales de tierras forestales de los años 1986, 2001 (aproximadamente cuando las empresas empezaron a adoptar los programas NSMD) y 2011, con el fin de observar cuántas tierras de los bosques se habían convertido en plantaciones, y, también, para ver cuántas de estas tierras se habían preservado gracias a los programas. El objetivo de Heilmayr y Lambin era determinar si los tres programas (el CERTFOR, el FSC, y el JSP) lograron disminuir la deforestación, y cuál de los tres fue el que obtuvo los mejores resultados.
“Si observas todos los programas juntos, verás que todos ellos redujeron la deforestación en un 14 por ciento aproximadamente”, afirmó Heilmayr.
El FSC fue el programa que tuvo mayor éxito, ya que las empresas involucradas redujeron la deforestación en un 43 por ciento, aproximadamente. Por otro lado, las empresas involucradas en el programa JSP también contribuyeron, y minimizaron la deforestación en un 20 por ciento, aproximadamente. El programa CERTFOR, un programa dirigido a las empresas y que cuenta con una mínima supervisión de las ONG, fue el que tuvo menos éxito, ya que las empresas involucradas redujeron la deforestación en aproximadamente un 16 por ciento. Heilmayr explicó que las empresas que se adhirieron a más de un programa solían tener un mal desempeño y solían disminuir el porcentaje general de los tres programas.
Sin embargo, se suponía que los tres programas eliminarían por completo el problema de la deforestación, no solo que lo reducirían. Siguiendo este criterio, los tres programas estuvieron muy lejos de cumplir con los objetivos propuestos. En el estudio se advierte que: “en este contexto, cualquier porcentaje menor al 100 por cien, en cuanto a la disminución de la deforestación dentro de las propiedades de los programas NSMD, se podría interpretar como un incumplimiento de los regímenes del gobierno”.
Pese a esto, en el estudio se agrega que: “puesto que nuestro período de tratamiento duró varios años antes de que se implementaran los regímenes de gobierno NSMD, nuestro análisis podría llegar a subestimar su incumplimiento. Además, dada la naturaleza voluntaria de dichos regímenes, cualquier reducción significativa en la transformación de los bosques podría verse como un logro”.
Además, Heilmayr aseguró que los tres programas resultaron ser efectivos especialmente en la reducción de la deforestación en las “áreas de alto riesgo”, las cuales él y Lambin definieron como aquellas que se encuentran cerca de una ciudad con buena tierra y de clase baja, y que pertenecen a una empresa que ha participado históricamente en la deforestación. Sin embargo, estos resultados no se incluyeron en su trabajo de investigación.
Disminuir la deforestación en esas áreas de alto riesgo fue un gran logro, según Heilmayr. Luego, agregó que los gobiernos por lo general sitúan parques nacionales en lugares remotos que no son adecuados para la producción de madera, lo cual reduce la oposición a los parques. No obstante, con los programas NSMD, agregó Heilmayr: “debido a que se trata de un programa voluntario en donde las partes dan su consentimiento, sería mejor centrar nuestra atención en las tierras que en teoría serían difíciles de conservar por medio de la intervención del gobierno”.
En el estudio también se resaltó que, además de ser el más exitoso, el programa FSC fue el que más colaboró en la inclusión de accionistas en las negociaciones de la decisión final del programa. CERTFOR fue el programa menos efectivo y el que menos colaboración tuvo. La conclusión del estudio fue que: “nuestros resultados indican que los regímenes de gobierno que tienen más colaboración con los accionistas del medioambiente y de las industrias son los que obtuvieron mejores resultados para el medioambiente”.
Otro dato importante es que la reducción de la deforestación gracias a las plantaciones en los bosques fue una victoria para la biodiversidad. En la tesis de Heilmayr que nunca se publicó, él y otros colegas descubrieron que la biodiversidad era entre un 20 y un 60 por ciento más baja en las plantaciones forestales que en los bosques naturales.
Reducciones a escala global
Los programas NSMD, decretados cuidadosamente, pueden ayudar a reducir la deforestación a gran escala, según se concluyó en el estudio de Heilmayr y Lambin. El programa FSC, por ejemplo, es un programa de alcance global.
Sin embargo, una de las desventajas del programa FSC es la cantidad de marcos de regulación y de certificación que utiliza. Esto dependería del país, según afirmó Wayne Winegarden, economista que estudia los mercados ambientales en el Pacific Research Institute, laboratorio de ideas sin ánimo de lucro en San Francisco. Aunque el FSC tiene normas básicas a las que todos los países deben adherirse, sus programas en Rusia y en Indonesia, por ejemplo, son muy diferentes al que hay en los Estados Unidos.
En un sentido, esto sería necesario y apropiado, afirmó Winegarden. La administración de los bosques en un lugar podría variar dependiendo de la zona, prosiguió. Pero los distintos estándares de certificación del programa FSC pueden llegar a ser frustrantes para los consumidores y los analistas conscientes. “No son consistentes”, dijo Winegarden, “puedes tener un bosque en Rusia en el que la forma en la que esta mantenido no se parece en nada a los estándares de lo que consideraríamos que es un bosque bien mantenido aquí en los Estados Unidos”.
En sentido general, los programas NSMD carecen de la autoridad que tiene la conservación gubernamental, como muchos habrán notado. A fin de cuentas, según Heilmayr, las iniciativas de conservación del gobierno, como por ejemplo los parques nacionales, son capaces de reducir la deforestación a cero. “No pudimos lograr eso” con los programas NSMD, aseguró Heilmayr.
Sin embargo, prosiguió Heilmayr, “Puedes imaginar que un enfoque de ‘ambos’, del gobierno y de los programas, podría tener los mejores resultados para la conservación, en donde tendríamos un enfoque firme de regulaciones para una conservación primitiva, pero a la vez conectaríamos con las empresas para así tratar de mejorar las actividades del medioambiente”.
Referencias
- Heilmayr, R. and Lambin, E. (2016). Impacts of non-state, market-driven governance on Chilean forests. Proceedings of the National Academy of Sciences.