- El presidente Martín Vizcarra se enfrenta a la abrumadora tarea de ponderar el valor de los bosques naturales del Perú.
- Los críticos citan un legado de negligencia y cuestionan si la administración de Vizcarra hará un mejor cumplimiento de las leyes nacionales de protección del medio ambiente.
PARQUE NACIONAL MANU, Perú – Hubo movimiento en el sotobosque en las profundidades de la densa selva tropical fuera del Sendero 6. Vimos cómo una sombra se escabullía moviéndose de izquierda a derecha, seguida por más ruido. Un pecarí barbiblanco. Varios de ellos.
“Permanecerás tan callado como nunca lo has estado en tu vida”, me dijo el biólogo Miles Silman mientras se salía del sendero levantando sus botas de goma enlodadas que le llegaban a la canilla y volviendo a pisar suavemente, en silencio. Lo seguí, imitando sus pasos, buscando pisadas esponjosas y evitando ramas. Silman trabaja para la Universidad Wake Forest en Carolina del Norte, y ha estado investigando estos bosques durante más de un cuarto de siglo.
Fue una caminata a primera hora muy productiva en la Estación Biológica Cocha Cashu (CCBS), una estación de campo de ecología tropical de renombre mundial en el medio del Parque Nacional Manu en el sur de la Amazonía peruana.
Lee más | Perú: comunidades indígenas de Atalaya en paro indefinido por titulación de tierras y multas forestales
Manu es reconocido como el hotspot de biodiversidad más rico del mundo. Tiene el mayor número de especies —árboles, ranas, pájaros como los camungos y hoatzíns, mariposas, primates como el tití emperador y monos aulladores, serpientes, grandes felinos como el jaguar y el puma, y mamíferos extraños como nutrias gigantes, tapires, capibaras, osos hormigueros gigantes y osos de anteojos— que cualquier otro parque en el planeta.
Salimos en busca de pecaríes después de que ya nos habíamos maravillado viendo a un mono tití pigmeo del tamaño de un puño con un bebé aún más pequeño aferrado a su peluda espalda marrón. Una ardilla y monos araña, trabajando en conjunto, saltaron a través del dosel en busca de higueras fructíferas. Una bandada de pavones pico de ají color negro intenso, del tamaño de unos pavos salvajes y sin gracia en el vuelo, se desplazó de árbol en árbol. Una serpiente del color de la hojarasca y tan delgada como una rama se deslizó por el suelo. Las telarañas con brillantes espirales interiores alertaban a las aves y los murciélagos para que se mantuvieran alejados.

Si alguna vez hubo un Jardín del Edén, un bosque antiguo ligeramente confinado con árboles altísimos y naturaleza en armonía casi perfecta, Cocha Cashu es lo más parecido que uno puede encontrar. Pero como todo lo demás en los trópicos, el ecosistema está luchando contra los efectos del calentamiento global. Y Manu, establecido en 1973, también está bajo la amenaza de las incursiones humanas dentro y fuera de sus fronteras, al igual que muchas otras reservas naturales peruanas.
Una estadía de un mes en Perú, principalmente en la selva amazónica y en sus bosques lluviosos, reveló los desafíos de la protección del medio ambiente y la biodiversidad en los trópicos. Las riquezas escondidas en recursos naturales como el oro y los combustibles fósiles se encuentran debajo del suelo de la selva. Las tribus indígenas se encuentran amenazadas, y en ocasiones esclavizadas, por narcos despiadados y errantes. Estos últimos realizan operaciones de procesamiento de cocaína y tala ilegal en los densos bosques del exterior y, algunos insistiendo, dentro de los límites de los parques nacionales con impunidad.

Y una vez más, un nuevo presidente peruano, Martín Vizcarra, ha tomado el poder a raíz de otro predecesor presidencial caído, Pedro Pablo Kuczynski. Vizcarra ha heredado la difícil tarea de ponderar el valor del beneficio global a largo plazo de una Amazonía intacta contra los beneficios a corto plazo de la minería, la extracción y la tala legal e ilegal.

La única pregunta es: ¿qué hará el Perú ahora?
Lee más | Perú: un mar biodiverso abierto a la explotación
Hay mucho en juego
Gabriel Quijandría se pasa las manos por la cabeza. Sentado en un ruidoso restaurante en el centro de Lima, el exviceministro de Desarrollo Estratégico y Recursos Naturales del Ministerio del Ambiente de Perú se encuentra con los ánimos bajos.
“Dieciocho meses han sido desperdiciados”, dijo, refiriéndose al breve mandato presidencial de Kuczynski. Cuando se le preguntó acerca de la principal prioridad de la administración de Vizcarra, respondió: “Sobre todo, sobrevivir. Quieren poder llegar al 2021 con el mismo presidente”.
Es una expectativa baja, especialmente con tanto en juego.
Perú tiene el cuarto bosque tropical más grande del mundo, crucial para albergar biodiversidad y actuar como extraordinarios sumideros de carbono para ayudar a frenar el calentamiento global. Sus vastas selvas tropicales regulan el clima en todo el mundo. Sin embargo, la deforestación se está acelerando más rápido que en otras partes de América Latina.
Kuczynski asumió el cargo, en julio del 2016, con nuevas y ambiciosas leyes ambientales destinadas a aprovechar los fondos internacionales para la mitigación del cambio climático y la preservación del recurso hídrico. En realidad, él no hizo nada. Vizcarra asumió el cargo en abril de este año con nuevas leyes medioambientales destinadas a reducir la vulnerabilidad del Perú frente al cambio climático y la instalación de la primera corte del medio ambiente en Madre de Dios, el centro del acelerado frenesí de extracción de oro ilegal de América del Sur.
En entrevistas con fuentes que van desde nuevos líderes del gobierno hasta funcionarios del parque amazónico y pueblos indígenas que viven en las selvas tropicales, la esperanza de que cualquier cambio llegue para proteger los recursos naturales más vitales del Perú es obstinadamente baja.

“No nos faltan marcos ni leyes”, dijo Quijandria. “Pero siempre fallamos en la implementación. Continuamos malinterpretando cómo la visión ambiental debería vincularse con otras prioridades nacionales, por ejemplo con el crecimiento económico. Tenemos que entender que un entorno bien gestionado es parte de la solución. Es algo que puede darnos respuestas a los desafíos del desarrollo y ayuda para resolver los problemas de pobreza e ingresos económicos”.
La falta crónica de implementación ambiental de Perú no solo está costando a la Amazonía, le está costando al gobierno millones en fondos internacionales. La mayoría de esos fondos están estrechamente vinculados a las acciones, no simplemente a las conversaciones que se necesitan para aprobar una ley.
“Hemos recibido $6 millones de Noruega por aprobar las leyes de deforestación que ellos querían”, dijo Quijandaria exasperado. “Todavía estamos esperando $50 millones, que no obtendremos a menos que las leyes se cumplan en la Amazonía”.
Lee más | Perú: informe arroja alarmantes niveles de mercurio en Madre de Dios
Hace un año un árbol, hoy un camino
En julio del 2017, hice una caminata en las profundidades de la selva tropical a lo largo de la Cordillera de Pantiacolla. Estaba en las tierras bajas en las afueras del Manu, en el curso superior del río Madre de Dios. Los bosques eran exuberantes con aves exóticas y mariposas. El riguroso ascenso a una vista del interrumpido bosque virgen hasta donde mi vista podía alcanzar estaba amortiguado por un sendero que era en su mayoría esponjoso y manejable.
Unas millas más allá, encontré un claro producido por humanos. Un enorme árbol había sido talado y molido en tablones perfectamente rectos y robustos con una motosierra. La tierra colinda con un parque nacional, por lo que técnicamente, el árbol no estaba en tierra protegida. Pero la tala sin permiso es ilegal en la Amazonía.

La madera pesaba toneladas, estaba a una milla o más del río y el camino era angosto. No queda claro cómo esta madera podría ser transportada y vendida.
Once meses más tarde, por el mismo camino, había un sendero hacia el río recién hecho, lo suficientemente ancho como para que pasen vehículos de cuatro ruedas. Se había instalado un pequeño campamento con una lona que cubría una cocina improvisada, y se habían talado más árboles viejos.

Los ambientalistas locales familiarizados con el sendero dijeron que eran incapaces de hacer algo respecto a las rápidas operaciones de tala. Ellos saben que la deforestación y la posible destrucción de hábitats de aves raras seguramente se acelerarán este año y en el futuro.
“Podríamos informar esto, pero ¿quién vendría?” dijo una fuente, que se negó a ser nombrada por temor a represalias. “Sí, sabemos todo sobre las leyes. Pero no tienen sentido si el gobierno regional o nacional no puede proteger estas tierras cerca de nuestros parques nacionales”.
Lee más | Tiburón ballena: la fragilidad del pez más grande del mundo
Instituciones débiles
Roxana Orrego, de 40 años, es una firme y directa conservacionista y recientemente nombrada directora general de asuntos ambientales en el ministerio de Agricultura y Riego. Eso la pone a cargo de una parte significativa de la economía rural de Perú.
“A nivel regional y nacional, pocos entienden la importancia de la Amazonía”, dijo Orrego. “La Amazonía requiere mucha complejidad para administrar sus recursos. Desafortunadamente, no hemos descubierto cómo beneficiarnos del bosque amazónico sin destruirlo”.
Lo que los políticos peruanos sí entienden y en lo que se destacan, dijo, es en “instituciones débiles”. Las leyes se aprueban pero no se hacen cumplir. Los políticos nacionales y regionales son sobornados. Ha sido así durante décadas.

Desde el 2000, dos presidentes peruanos han sido encarcelados por cargos de corrupción, uno está bajo arresto domiciliario y Kuczynski tuvo que renunciar a su pasaporte antes de un juicio la primavera pasada.
Orrego tiene la esperanza de que Vizcarra y sus nuevos ministros de medio ambiente y agricultura puedan hacerlo mejor.
“La debilidad reside en el sistema, no en los nuevos ministros”, muchos de los cuales son líderes con experiencia en el ministerio de una administración que organizó la vigésima cumbre climática de las naciones unidas. “El sistema está bloqueando el camino”, dijo Orrego.
Lee más | Perú: las Lomas de Amancaes amenazadas por traficantes de terrenos
¿Narcotráfico en Manu?
En Cocha Cashu, un grupo de trabajadores machiguenga trabaja todo el día para construir nuevas duchas en CCBS. Los machiguenga son un pueblo indígena que vive en la selva dentro y cerca del Parque Nacional Manu. En el comedor del campamento, intercambian chismes durante el almuerzo y la cena.
Los narcos se han infiltrado en las partes más profundas de la selva, dicen, tanto en Manu como en los bordes llamados zonas de amortiguamiento. Las tribus indígenas se ven obligadas a abandonar los bosques. Algunos están esclavizados para trabajar en laboratorios de procesamiento de cocaína, que se han mudado al sur de Colombia. El tamaño y el alcance de la actividad ilegal se desconocen, pero dicen que creen que está creciendo.

Una emisora de televisión peruana más tarde informa esta historia, aparentemente confirmando los rumores. La historia en internet cuenta con el video de un pequeño avión presumiblemente lleno de contrabando. Escuchamos el traqueteo de los aviones de un solo motor volando sobre Cocha Cashu dos veces en una semana.
Otras personas en CCBS también notan diferencias. El biólogo estadounidense Silman ha estado visitando Cashu por más de 25 años, y dijo que era la primera vez que escuchaba tales aviones. César Flores, biólogo y director de Cocha Cashu, confirmó que había escuchado los mismos rumores sobre el narcotráfico. Dijo que creía que probablemente estaba sucediendo en las zonas de amortiguamiento, y “no dentro de Manu”. Esa realidad sería devastadora para la reputación internacional del parque. La emisora de televisión debe haber estado de acuerdo, ya que eliminó la historia de su sitio web dos días después.

Aun así, Flores me dijo que le preocupa.
“Cuando visito Lima, tengo la sensación de que sí, tenemos leyes”, dijo. “Pero no las aplican. Hace diez años, se aplicaban medidas en las zonas de amortiguación contra actividades ilegales como la minería y la tala, con grandes multas impuestas. Ayudó. Pero ya no”, dijo.
Ricardo Cabrera, de 42 años, es machiguenga. Él trabaja como operador de botes para una empresa de ecoturismo con sede en Cusco. Es bajo y robusto, con denso pelo negro y una barba perilla. Lo llaman Chiky.

Habiendo crecido en la selva a las afueras de Manu, Chiky siente un profundo amor y respeto por estos lugares silvestres espectaculares. Hay muy poco que escape su atención: un tapir escabulléndose del sotobosque para tomar agua del río temprano en la mañana; hojas que cuando las frotas se vuelven de un color rojo acuoso y se usan para teñir la ropa; escorpiones que se esconden en las grietas de la corteza después del anochecer.
Está en su casa deambulando por los senderos de Cocha Cashu y también ha escuchado los rumores de narcos y violencia. Él sabe mejor que nadie lo que está en juego, especialmente para su gente que vive y confía en los bosques de la vasta Amazonía peruana.
“Para mí, la selva significa libertad”, dijo. “Todo lo que uno necesita está aquí”.
Pero mientras navega por los numerosos ríos desde el Parque Nacional Manu hasta Madre de Dios, se enfrenta a un paisaje parecido al de Mad Max debido a la continua fiebre del oro: la deforestación generalizada, la tierra de la selva convertida en arena del desierto y enormes cantidades de mercurio vertidas en los ríos, envenenando a los peces.
Todo está a la vista, y se está intensificando incluso cuando los precios del oro se moderan. Y todo tiene lugar en una jurisdicción que lo etiqueta de ilegal.
“Todos los presidentes dicen que van a proteger la selva”, dijo Chiky. “Pero ninguno de ellos lo hace. Hay muchas personas que necesitan protección. [Los líderes electos] deberían hacer lo que prometen”.
Lee más | Enfrentamientos y amenazas rodean a la comunidad nativa Santa Clara de Uchunya
Porque la biodiversidad importa
A las 4:30 a.m., en la Estación Biológica Los Amigos (ACCA) al este de Manu, fui de excursión con un pequeño grupo hasta una torre triangular de 50 metros (165 pies) de altura. Subimos en plena oscuridad una escalera de metal mojada por el rocío a una plataforma de observación a unos 15 metros (50 pies) sobre el dosel del bosque. Vimos como el cielo del este se tornaba carmesí en el horizonte con nubes azul marino. La jungla comenzó a despertarse con la primera luz del día: el chirrido líquido de la oropéndola; el grave rugido de los monos aulladores. Los guacamayos volando de dos en dos, rojos, verdes y azules, se abalanzaron sobre ellos y se posaron en el momento justo.
Escuchar a la naturaleza desde arriba es una emoción sin igual. Aún más emocionante es comprender la interconexión del bosque, y todo lo que hay en él; el apoyo mutuo y el lenguaje sutil de diversas especies que mantienen el bosque próspero. Todos los seres vivos tienen un papel que desempeñar, y todo se suma a la prestación de servicios ecosistémicos como el secuestro de carbono y la producción de nubes de la que depende el mundo desarrollado, lo sepamos o no.

Carla Mere, de 29 años, es bióloga peruana y excoordinadora de investigación de ACCA. Ella dijo que su familia en Lima realmente no sabía lo que hacía en la selva, ni entendían por qué. Su madre simplemente le dijo: “No lo heredaste de mi; debe estar en tu sangre”.
Antes de dejar ACCA a fines de junio para realizar su doctorado, Mere vivió durante 18 meses en un entorno como de dormitorio compartido con duchas frías, electricidad limitada después del anochecer y acceso a internet lento. A cambio, supervisó investigaciones como, por ejemplo, cómo el escarabajo pelotero devora y disemina las heces de los animales.

“La biodiversidad es importante, y nosotros, como seres humanos, compartimos este planeta con otros seres vivos que tienen el mismo derecho a vivir”, dijo sobre su decisión de vivir en la selva. “Valoro la vida humana, por supuesto. Pero sin naturaleza, no podemos sobrevivir”.
Mere dijo que entendía el bagaje político que los políticos peruanos se niegan a desempacar, ya sea en los pasillos del poder en Lima o en los gobiernos regionales. Además de la corrupción y las leyes aplicadas débilmente, demasiados líderes electos no saben lo suficientemente sobre temas ambientales de su propio país, dijo Mere.

“Tenemos este hermoso lugar como Madre de Dios”, dijo, “pero no muchos peruanos lo valoran o entienden por qué debe ser preservado”.
Madre de Dios es crítico para la gente de Perú y más allá. Es una fuente importante de agua dulce en un país donde la mayoría de la población vive en entornos desérticos. Cuando se maneja de manera sostenible, puede producir abundantes alimentos y productos para proporcionar la vida a miles de personas en los próximos años. Y proporciona servicios ecosistémicos de los que el mundo no puede prescindir.
Sin embargo, Mere tiene el optimismo de la juventud de su parte. Se basa en su creencia permanente de que una nueva generación de peruanos está llegando a la mayoría de edad y querrán saber qué hay en el otro lado de los Andes en la húmeda y brumosa Amazonía para que puedan visitarla y salvarla.
Lee más | Concesión turística Ese’eja acechada por taladores ilegales en Perú
“Tengo esperanzas porque creo que hay más personas como yo que pueden vivir felices en un lugar como este”, dijo sobre ACCA. “Sin esta estación biológica [que abarca más de 200 000 hectáreas, o 500 000 acres], toda esta naturaleza sería destruida. Tengo esperanzas de que las cosas puedan cambiar. Sé que hay jóvenes en las ciudades que intentan cambiar la mentalidad de la generación anterior. Y cuando sea su turno de liderar, no se olvidarán de los bosques tropicales”.
Si quieres conocer más sobre la situación ambiental en el Perú, puedes revisar nuestra colección de artículos. Y si quieres estar al tanto de las mejores historias de Mongabay Latam, puedes suscribirte al boletín aquí.
Justin Catanoso es profesor de periodismo en la Universidad Wake Forest en Winston-Salem, Carolina del Norte y colaborador habitual de Mongabay. Jason Houston es fotógrafo especializado en la intersección de los problemas sociales y ambientales, y residente en Boulder, Colorado. Siga a Catanoso en Twitter @jcatanoso y Houston en Instagram @jasonbhouston.
**Nota del editor: se realizaron ajustes menores en el artículo para reflejar los ajustes de traducción necesarios a la entrevista con Roxana Orrego
Esta historia fue publicada por primera vez en la web en inglés el 2 de agosto de 2018.