El peligro de una expansión sin control de los cultivos de palma es una realidad. El informe encontró que las áreas hacia las que podría extenderse la producción palmera albergan más de la mitad (54 %) de todos los mamíferos amenazados del mundo y casi dos tercios (64 %) de las aves amenazadas.

“Si lo reemplazamos [el cultivo de la palma aceitera] por cultivos de canola, soya o girasol, podrían sufrir otros ecosistemas naturales y otras especies. Para poner fin a la destrucción, debemos esforzarnos por producir aceite de palma libre de deforestación, y asegurarnos que todos los esfuerzos para limitar el uso de aceite de palma cuenten con información científica sólida y confiable para entender las consecuencias,” dijo el autor principal del informe y Presidente del Grupo de trabajo de la UICN sobre aceite de palma, Erik Meijaard.

“Con la excepción de Colombia, América Latina no ha sido un productor importante en el mercado global, aunque existe una tendencia mundial de expansión del mercado a nuevas regiones porque en el sudeste asiático hay una perspectiva de que no habrá suficiente tierra en el futuro. La región es candidata para ello porque tiene zonas tropicales que cumplen con los requisitos biofísicos para una expansión.  Los factores políticos y las oportunidades de mercado decidirán si se da vía libre a esa expansión”, le dice el peruano Juan Luis Dammert, director regional del Instituto para la Gobernanza de los Recursos Naturales (NRGI por sus siglas en inglés) a Mongabay Latam.

Países como Perú —a pesar de no estar entre los principales productores y exportadores de palma en el mundo— preocupan mucho porque la palma se está estableciendo en los bosques amazónicos. La UICN resalta que más del 40 % de la palma peruana se ha expandido dentro de bosques naturales.

El caso de Colombia es particular. A pesar de ser el cuarto productor mundial, el gremio palmero del país (Fedepalma) repite insistentemente que los cultivos colombianos se han sembrado en tierras degradadas en el pasado y que no tienen intención de expandirse en ecosistemas naturales, y mucho menos en la Amazonía. La bióloga colombiana Natalia Ocampo, Phd en Ciencia y Política Ambiental y quien ha trabajado en el impacto de los cultivos de palma en las aves de Borneo y Colombia, asegura que no se pueden generalizar los impactos de la palma en toda Latinoamérica, pero que hay países donde ha tenido un impacto ambiental no tan fuerte como en Colombia, y otros como Perú y Honduras, donde las afectaciones han sido considerables.

“La palma no se debe expandir a cuesta de ecosistemas naturales, hay modelos espaciales que muestran que hay suficientes tierras degradadas para sembrar y cumplir con la demanda internacional de aceite. Debe ser una palma de cero deforestación”, comenta Ocampo.

La experta asegura que si los cultivos avanzan en zonas degradadas, pero que tienen remanentes de ecosistemas naturales, es importante que se dejen intactos esos bosques riparios y parches. “La palma no debe reemplazarlos porque, aunque los parches sean pequeños, pueden ser hábitat importante y generar conectividad para las especies que habitan allí”, añade.

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Palma aceitera: problemas ambientales y sociales

 

Nathalia Bonilla, ingeniera ambiental y coordinadora de la campaña de Bosques en la organización Acción Ecológica en Ecuador, es categórica en lo relacionado a los problemas que la palma le ha traído a su país.

Ecuador está en el séptimo lugar de países exportadores de aceite de palma, pero, de acuerdo con la experta, el lobby que hacen las empresas es muy intenso,  “tan intenso que en este mismo momento la Asamblea Nacional está por aprobar una ley dedicada a incentivar el cultivo de la palma aceitera. Una ley solo de fomento que deja de lado e invisibiliza todo el impacto que el cultivo tiene para las poblaciones; como la violación de derechos ambientales, territoriales y humanos que esta actividad está generando”.

Bonilla tiene claras las zonas más vulnerables. La palma está creciendo en el norte de la Provincia de Esmeraldas y en la Amazonía norte, especialmente en las provincias de Sucumbíos y Orellana. En la costa centro también avanza pero se apodera de tierras agrícolas de otros cultivos.

El tema tiene varias aristas. La primera es la deforestación que está generando en Ecuador. “En Esmeraldas es muy preocupante porque solo queda el 5 % del bosque nativo del Chocó biogeográfico”, dice.

Además de la deforestación, Bonilla asegura que la palma está generando despojo de territorios, sobre todo, afrodescendientes en el caso de Esmeraldas. “En Ecuador se han estado comentando unas leyes que de cierta manera impiden que las poblaciones afrodescendientes legalicen la totalidad de sus territorios, mientras se impulsan otro tipo de leyes para que la empresa privada adquiera y privatice territorios ancestrales”.

Lo que pasa cuando el monocultivo se establece en una región es otra historia. Bonilla dice que han visto gran contaminación de tierra y agua. “Los contaminantes se vierten directamente en los ríos y cuando las comunidades acuden ante las autoridades ambientales y ponen denuncias, estás no tienen repercusión”, enfatiza.

Juan Luis Dammert comparte la preocupación por el acaparamiento de tierras y la deforestación. “El problema número uno es la disputa por las tierras, donde en algunos casos se llega a niveles dramáticos como en Honduras, donde la palma está expandiéndose en zonas vinculadas con el narcotráfico. El caso colombiano también es dramático porque hay una serie de masacres y vinculación con el conflicto armado interno donde la palma aparece como un componente dentro de esta disputa por la tierra”.

Para él, el tema de la deforestación es más evidente en Perú y Ecuador. “En el caso peruano hay un impacto negativo grande en la medida en que se han desarrollado grandes plantaciones en bosques tropicales, sobre todo en las regiones de Ucayali, Loreto y San Martín”, dice.

En cuanto a la contaminación de aguas, Dammert indica que los impactos dependen de qué tanto han invertido las plantas extractoras en procesos limpios que no contaminen las fuentes de agua. “Lamentablemente, hay cierta tendencia a que las empresas más  pequeñas y medianas no tengan operaciones tan limpias.También se debe analizar el uso de pesticidas y fertilizantes”. La contaminación también puede llegar, según el experto, por la quema de biomasa cuando se desbrosa el bosque para sembrar la palma.

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Cuidado: se aproxima la expansión

 

La bióloga Natalia Ocampo asegura que hay suficientes tierras degradadas en la región donde podrían ubicarse los cultivos de palma, pero, ¿por qué en muchos casos están usurpando los ecosistemas naturales?

Nuevamente la respuesta está asociada a la tierra. “Muchas de las zonas degradadas ya tienen dueños y están muy loteadas, es decir, divididas en muchos pedacitos. Son más difíciles y costosas de adquirir, mientras que si compran una tierra de bosque pueden comprar un área más grande y, desafortunadamente, es más fácil cortar ese bosque, aprovechar la madera, ganar con esa inversión y después sembrar la palma ahí”, comenta.

Ocampo cuenta que esto es lo que ha ocurrido en el sudeste asiático, “es fácil convencer al gobierno de expandir en ecosistemas naturales. Además, la palma crece a la misma altura y el mismo clima del bosque húmedo tropical, y esta es la situación compleja”.

En sus estudios sobre palma y aves en Colombia, la bióloga asegura que han hecho un mapa de cuáles son las oportunidades de expansión y cuáles son los sitios donde no se debe expandir la palma aunque las tierras sean aptas, debido a la presencia de especies amenazadas. “No recomendamos la expansión en las sabanas inundables así no haya especies amenazadas, porque son ecosistemas naturales que se deben mantener”.

Si bien la bióloga considera que, por lo menos en Colombia, la palma aceitera no ha sido una gran causante de deforestación, sí cree que hay otros problemas asociados que demandan de una mejora, no solo en el país sino en la región.

La bióloga sugiere que lo primero que se debe hacer es un estudio ambiental para saber qué hay, antes de sembrar palma. “Esto no se requiere actualmente [en Colombia] pero debería requerirse. Un estudio de línea base de qué especies hay y cómo está el ecosistema, cómo se ve desde el satélite, qué tipo de bosques hay y, principalmente, la expansión se debe dar de manera responsable, respetando los remanentes de los ecosistemas que quedan”.

Uno de los mayores retos de los cultivos de palma es mantener la conectividad del paisaje.  “El gobierno debe incentivar estudios en estos paisajes para entender cómo podemos diseñarlos para que sean productivos para el aceite pero también amigables con la biodiversidad”, explica.

Para Dammert, es necesario que quede claro hasta qué punto los gobiernos deciden apoyar o regular las tendencias de expansión de la palma. “Lo peor que podría pasar es que se opte, desde el poder político, en desarrollar a gran escala el cultivo en la región, sobre todo en la Amazonía”, explica el investigador peruano. “Es preferible desarrollar un marco regulatorio fuerte, con una capacidad fuerte del Estado en territorio, antes de promover a gran escala este cultivo. Ya hemos visto los complicados antecedentes de países como Indonesia y Malasia”, concluye.

Mongabay Latam presenta la serie Los Pecados de la palma aceitera en Latinoamérica. Cuatro casos donde los cultivos de palma han generado conflictos ambientales y sociales en Colombia, Ecuador, Honduras y México. Los tres primeros países se encuentran entre los 10 principales exportadores de aceite de palma en el mundo.

En Colombia, en la vereda Rubiales en Puerto Gaitán, Meta, de los guacamayos, dantas, ciervos y venados que recorrían los cultivos de caña, yuca, plátano y árboles frutales, no queda nada. Rubiales ya era una zona enmarcada en complejos de explotación petrolera que producen miles de barriles de crudo a diario, en la actualidad a cargo de la empresa Ecopetrol. Hoy, además de la infraestructura del crudo, se ven en el horizonte más de 3000 hectáreas de palma de aceite, un monocultivo que se ha extendido en la vereda reemplazando a bosques de galería y palmas de moriche, ecosistemas nativos de la zona.

En Ecuador, una sentencia judicial exige reparaciones sociales y ambientales a dos empresas palmicultoras y, sobre todo al Estado. La situación refleja el abandono que sufren dos comunidades en San Lorenzo, frontera con Colombia. Pero han pasado dos años y los afectados siguen en situación de vulnerabilidad.

En Honduras, la palma ha copado entre un 20 y un 30 % el área de los parques nacionales Punta Izopo y Jeanette Kawas. En el 2016, un incendio en el parque Kawas consumió 412 hectáreas y a finales de agosto 2019 se registró otro siniestro en Punta Izopo. La palma se adentra sin control en zonas protegidas.

En México, el Gobierno busca sembrar 100 000 hectáreas en el Estado de Campeche, que tiene la mitad de su territorio sujeto a conservación ambiental. Incidentes causados por empresas ponen en alerta a organizaciones ambientales y expertos que advierten sobre los riesgos de este polémico plan.

*Imagen principal: La ilustración para este especial ha sido trabajada por el equipo de Kipu Visual para Mongabay Latam.

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