- ¿Qué ocurre con la generación de energía en Bolivia? De acuerdo con Killeen, en dicho país, el desarrollo de infraestructura eléctrica fue sumamente importante y se sostuvo con el uso de gas natural, luego de la nacionalización de ENDE.
- Sin embargo, paulatinamente, el foco giró hacia inversiones con miras a exportar electricidad a países vecinos del norte, como Brasil.
- Además, se echó mano de negocios con empresas de China y de Brasil para tales megaproyectos. En el camino, organizaciones ambientales y comunidades indígenas alertan de los impactos en la biodiversidad. Pero más importante, señalan su escasa rentabilidad.
La energía hidroeléctrica de Bolivia se basa en instalaciones de mediana escala ubicadas en una región geográfica óptima para los sistemas D&T. La más antigua de ellas se encuentra en el Valle de Zongo, que comienza a 4.700 metros sobre el nivel del mar con un pequeño embalse de aproximadamente 20 hectáreas que alimenta agua a una de las once centrales eléctricas, y con una capacidad total instalada de 188 MW. Se han construido varios sistemas D&T similares en una región conocida por los geógrafos como el Codo de los Andes, donde la precipitación anual supera los 6.000 milímetros, y que discurre a través de un desnivel de 4.000 metros y una distancia horizontal de menos de cuarenta kilómetros.
Aquí | lee el texto en inglés y en portugués
En esta zona, la empresa eléctrica estatal Empresa Nacional de Electricidad Bolivia (ENDE), ha emprendido recientemente una serie de inversiones que duplicarán la capacidad hidroeléctrica del país en los próximos años ampliando la capacidad en Corani, de 275 MW, y Miguillas, de 250 MW, además de incorporar una nueva unidad en la cascada de Ivirizo, de 290 MW.
Bolivia privatizó su sector de energía eléctrica en la década de los años 90, pero Evo Morales volvió a nacionalizar la industria en el 2006 como parte de una política de utilizar las inversiones públicas en energía e infraestructura para impulsar el crecimiento económico y, lo que es más importante, generar ingresos para el Tesoro Nacional. En la primera década de su reencarnación, ENDE se enfocó en la construcción de la red nacional y en la generación de energía a partir de gas natural subvencionado.
Sin embargo, con el tiempo, ENDE empezó a centrar sus inversiones en la energía hidroeléctrica con el objetivo explícito de crear excedente de electricidad para exportar a los países vecinos. La mayoría de estas inversiones se financiaron con recursos del Tesoro Nacional y se apalancan con préstamos de instituciones multilaterales. No obstante, ENDE ha contratado a empresas chinas y espera atraer a inversoras brasileñas para que financien los megaproyectos de su frontera norte.
Además de las instalaciones D&T que se están construyendo en las tierras altas del Codo de los Andes, ENDE planea construir una instalación D&R de 600 MW, ubicada en el Río Grande y que emerge de los Andes. Concebida originalmente en la década de los 70, la presa tendrá graves impactos ambientales, incluyendo el desplazamiento de 500 familias guaraníes que habitan el valle y será inundado por un embalse de 40.000 hectáreas. Como todas las represas de este tipo situadas en las estribaciones de los Andes, su embalse capturará enorme cantidades de sedimentos y bloqueará la migración de importantes especies de peces comerciales.
Rositas será una presa de doble propósito: desviará agua para riego que catalizará la expansión de la agricultura industrial en 500.000 hectáreas de bosque seco. Irónicamente, dicho desvío reducirá la reposición de los acuíferos que subyacen en la llanura aluvial de Santa Cruz y limitará el potencial de riego en la zona agrícola más importante del país. El proyecto Rositas cuenta con el apoyo de todos los principales partidos políticos y, lo que es más importante, con el respaldo entusiasta de la comunidad empresarial de Santa Cruz.
Las posibles inversiones futuras en energía hidroeléctrica en el Río Grande incluyen otras cinco represas aguas arriba que agregarían 2,5 GW al sistema. El Estudio de Impacto Ambiental (EIA) del proyecto fue ejecutado por ENDE con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo, mientras que el contrato de construcción se adjudicó a un consorcio dirigido por la empresa China Sinohydro con financiamiento del EximBank de China. Un pequeño pero decidido grupo de activistas sociales y medioambientales ha organizado una campaña para detener ese desarrollo mediante el despliegue de un procedimiento civil de demanda colectiva poco utilizado que, en teoría, puede detener iniciativas que no cumplan con las normativas sanitarias, de seguridad, medioambiental o social.
Las cinco unidades D&R aguas arriba prolongarán la vida económica de Rositas porque capturarán una enorme cantidad de sedimentos, pero, si no se construyen, la vida útil de Rositas estará de las más cortas de la Amazonía: 135 años. Otras inversiones que forman parte de la estrategia de Bolivia para exportar energía eléctrica son el desarrollo de dos represas R-o-R en el río Madeira, y dos proyectos D&R a gran escala en el río Beni.
El concepto original para el Río Beni, propuesto por primera vez en 1952, preveía una represa de 200 metros en el Angosto de El Bala, que habría creado un enorme embalse de casi 400.000 hectáreas. Diferentes propuestas del proyecto fueron rechazadas por antieconómicas en los años 1958, 1976 y 1998. Mientras tanto, el proyecto se volvió aún más polémico debido a la creación de dos áreas protegidas de alto perfil: el Parque Nacional y Tierra Indígena Pilón Lajas (1992) y el Parque Nacional Madidi (1995).
La última configuración se basa en un estudio de factibilidad contratado por el gobierno en 2015, que prevé un diseño D&R en dos etapas con una presa de 168 metros y un embalse de 68.000 hectáreas en el Angosto de Chepete, un desfiladero ubicado a unos 50 kilómetros aguas arriba de la instalación R-o-R en Angosto de El Bala. Esta versión más pequeña limitaría la superficie total inundada a 78.000 hectáreas, ya 10.000 hectáreas dentro de las dos áreas protegidas, dónde se estima que sería necesario reubicar a unas 4.000 personas. El rechazo es fuerte dentro las comunidades indígenas, la industria turística y los defensores del medio ambiente, donde el mayor obstáculo para su desarrollo es la escasa rentabilidad de la instalación.
Ya en 2018, el gobierno boliviano esperaba invertir alrededor de 25 mil millones de dólares hasta el 2025 para quintuplicar la capacidad instalada de alrededor de 1,2 GW a más de 10 GW, aproximadamente cinco veces más que la demanda interna estimada. De igual forma, las exportaciones de electricidad requieren una inversión significativa en sistemas de transmisión regionales, como los propuestos por el BID en 2017: Bolivia – Brasil (500 kW), Perú – Bolivia (250 kW) y Bolivia – Chile (250 kW). Sin embargo, a partir de 2020 Bolivia permanece aislada de los mercados potenciales, a pesar de ser signataria del Sistema Andino de Interconexión Eléctrica (SINEA), una iniciativa similar a la IIRSA para integrar las redes eléctricas regionales.
La capacidad de llevar a cabo estas inversiones intensivas en capital se ve limitada por el deterioro de la situación financiera de Bolivia , y es poco probable que la asistencia financiera y técnica de China o Brasil permita al país implementar sus ambiciosos planes a corto y medio plazo.
Imagen principal: Vista aérea de los ríos del Parque Nacional Madidi, donde la biodiversidad y las comunidades indígenas podrían ser afectadas por el avance de los megaproyectos de generación de energía. Crédito: Iván Paredes.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons -licencia CC BY 4.0).