- En esta sección, Killeen explica las implicancias económicas que ha tenido la reducida inversión en infraestructura de la Panamazonía.
- Debido a fórmulas políticas poco afortunadas, así como la corrupción e informalidad rampantes, las inversiones en los últimos 50 años no parecen estar creciendo sino, por el contrario, reduciéndose cada vez más.
- Esto pasa tanto con proyectos de infraestructura privados como públicos, así como en zonas urbanas y con mayor intensidad en zonas rurales.
A pesar de la constante construcción de infraestructura en América Latina, la inversión sigue estando muy por debajo de lo que la mayoría de los economistas piensa que la región necesita para estimular el crecimiento económico y reducir la pobreza. Y ello no sólo dentro de la Panamazonía sino también (y sobre todo) en aquellas regiones con mayor población y actividad económica. Una breve visita a cualquier ciudad importante de estos ocho países revela la inadecuada infraestructura que asola la región, y no es sorprendente que la situación sea peor en el área rural.
Un principio bien establecido de la teoría macroeconómica sostiene que cualquier infraestructura deficiente limita el crecimiento porque impone ineficiencias a la producción nacional. Esto debido a que la inversión en infraestructura estimula el crecimiento al crear demanda de mano de obra, maquinaria y materiales básicos a corto plazo. Más importante aún: aumenta la productividad a largo plazo. En consecuencia, la ausencia de infraestructura básica impone costes de oportunidad debido al crecimiento económico perdido que se agrava con el tiempo. Por el contrario, la inversión en proyectos bien diseñados reporta dividendos en un mayor crecimiento económico que, igualmente, se intensifica con el tiempo.
Es fácil entender por qué los líderes de la región se centran en realizar inversiones en infraestructuras básicas; aunque es menos fácil comprender por qué no ha habido una inversión más sostenida durante el último medio siglo.
El déficit de infraestructura en América Latina se debe a una escasez de capital de inversión y a una carga histórica de modelos económicos fracasados, así como a una gestión fiscal errática, corrupción rampante e inestabilidad política endémica. Esta escasez de capital de inversión existe tanto en el sector público como en el privado, donde las economías nacionales se caracterizan por un amplio sector informal y una cultura de evasión fiscal, lo cual obliga a los gobiernos a operar con presupuestos que impiden la inversión a gran escala en nuevas infraestructuras.
A ello se suman los experimentos periódicos con filosofías económicas populistas que han frenado el desarrollo de los mercados nacionales de bonos, una fuente importante de financiación a largo plazo en las economías avanzadas tanto para los gobiernos nacionales como para los locales. Esta mala gestión económica ha creado un miedo profundo y arraigado a la inflación, que motiva a los bancos centrales a aplicar políticas monetarias basadas en tipos de interés altos. Por otro lado, el riesgo político inhibe la participación de los inversores privados extranjeros, que desconfían de los impagos de la deuda soberana, lo que también contribuye a la persistencia de tipos de interés elevados. En definitiva, el elevado coste del capital es la principal limitación de la inversión en infraestructuras en América Latina.
Tradicionalmente, los distintos gobiernos han recurrido a las instituciones financieras multilaterales para obtener capital de inversión para construir infraestructuras básicas, como ser el Grupo del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco de Desarrollo para América Latina (CAF) y los organismos bilaterales de desarrollo. Sin embargo, las necesidades de América Latina superan con creces la capacidad de préstamo de estas instituciones multilaterales, por lo que los préstamos suelen apalancarse con recursos de bancos privados, mercados nacionales de bonos y fondos nacionales de desarrollo.
Un ejemplo de este tipo de operación combinada fue la inversión de la Corporación Financiera Internacional (CFI) para apoyar el programa de Brasil de privatización, ocasionalmente intermitente, de su sector de energía eléctrica. Así, en el 2012, la CFI aprobó un préstamo para reestructurar la empresa de distribución eléctrica de Pará (CELPA). Como parte de ese acuerdo, la empresa en quiebra fue vendida a la sociedad de cartera Equatorial Energia S/A que se encontraba adquiriendo empresas de servicios públicos en dificultades similares en todo Brasil. La participación de la CFI supuso la aprobación del nuevo holding, lo que reforzó la confianza de los inversores en la oferta pública de acciones de Equatorial Energia en el mercado bursátil brasileño .
Dicha inversión se sometió a la evaluación medioambiental y social estándar que acompaña a todas las inversiones de la CFI. Se la clasificó en la categoría A, es decir, el nivel de riesgo más alto, una calificación nada sorprendente si se tiene en cuenta que el préstamo coincidió con la construcción de la presa de Belo Monte. Aunque CELPA no participaba, era una candidata obvia para distribuir al menos parte de la electricidad generada por el controvertido proyecto hidroeléctrico.
El préstamo se aprobó bajo el condicionamiento a la reforma de los procedimientos internos de CELPA para cumplir las Normas de Desempeño Social y Ambiental de la CFI. En el 2020, la empresa inauguró la ampliación de sus líneas de transmisión a través de las zonas fronterizas de la carretera Transamazónica (BR-230) entre la subestación de Xingu, cerca de la presa de Belo Monte, y otra cerca de Rondonópolis (Pará) que suministra energía tanto a Miritituba como a Santarem. La iniciativa IIRSA se basa en gran medida en esta estrategia de inversión, especialmente en Colombia, Perú y Brasil, donde el Estado otorga concesiones a empresas privadas para construir y explotar activos de infraestructura.
Imagen principal: Puente en la Amazonía ecuatoriana. Crédito: Rhett A. Butler.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons – Licencia CC BY 4.0).