- En esta sección, Killeen describe el modo en que las finanzas rurales de la Amazonía se han dividido en dos grandes estilos o grupos: aquello a lo que accede Brasil y lo que consiguen los países andinos.
- En el caso brasileño, destaca el uso de incentivos sobre las entidades bancarias para que destinen un porcentaje mínimo de sus préstamos a medianos y pequeños agricultores.
- Sin embargo, como todo sistema, ha pasado por altibajos y a la fecha la SNCR sigue siendo la entidad más poderosa a la hora de promover los créditos rurales.
Los productores agrícolas de la Amazonía tienen acceso a niveles de crédito radicalmente distintos en función a las políticas estatales dirigidas al sector, la disposición de la industria de servicios financieros de cada país para incluir a las poblaciones rurales y, lo más importante, la escala de su sistema de producción.
Brasil tiene un sector agrícola muy sofisticado y, como es de esperarse, el sistema más generoso y de mayor alcance para apoyar a sus productores. Los agricultores a escala industrial tienen acceso a múltiples formas de crédito, al que acceden para pagar costos operativos, adquirir tecnología e invertir en infraestructura agrícola. Si son emprendedores (y muchos lo son) piden dinero prestado para adquirir tierras y ampliar su producción. Las pequeñas granjas familiares tienen menos opciones, pero el Gobierno Federal cuenta con programas de créditos asequibles a corto plazo. En cualquier caso, la economía monetaria predomina en las fronteras forestales y dentro de las áreas de minifundistas, donde los productores deben superar los problemas generados por el aislamiento físico y los medios de vida de subsistencia.
Por el contrario, el crédito financiero para apoyar la producción está en gran medida ausente en la Amazonía andina, donde los pequeños agricultores operan dentro de una economía informal con acceso limitado a estos servicios.
El sistema financiero brasileño funciona por dos vías: el Sistema Nacional de Crédito Rural (SNCR), que es administrado por la industria financiera de acuerdo a reglas establecidas por el Gobierno Federal, y un sistema independiente gestionado por empresas comerciales multinacionales diseñado para adquirir productos básicos para sus cadenas de suministro. Este último incluye a los cuatro gigantes occidentales más conocidos: ADM, Cargill, Bunge y Louis Dreyfus, así como empresas de segundo nivel con sede en Brasil (Amaggi), Japón (Gavilon), Europa (Sodrugestvo) y China (COFCO).
En la Amazonia, el SNCR proporciona la mayor parte del crédito utilizado por el sector ganadero, mientras que los productores de cereales de la región dependen no solo del crédito obtenido del SNCR, sino que también de préstamos de bancos comerciales y, lo más importante, del crédito a corto plazo proporcionado por los comercializadores de productos básicos.
El SNCR se instituyó en 1965 en el marco de políticas gubernamentales de fomento para el asentamiento y la inversión en las fronteras agrícolas del sur de la Amazonía. Su principal objetivo es proporcionar a los productores capital de trabajo a tipos de interés inferiores a los del mercado para que puedan plantar y cosechar un cultivo o criar un rebaño de ganado para la venta.
El Plan Nacional de Financiación Rural (Plano Safra) de 2020/2021 concedió 236 mil millones de Reales (equivalente a US$ 45 mil millones) en préstamos a los sectores ganadero, agrícola y de plantaciones, donde el 75% se utilizó para crédito a corto plazo y el 25% para inversiones a mediano y largo plazo. Los pequeños productores tuvieron acceso a 33 mil millones de Reales con un interés de entre 2,75 y 4%; mientras que los medianos recibieron una suma similar al 5%. A los grandes productores, que reciben la mayor parte del financiamiento, se les aplicó un interés entre un 6 y 7% anual.
El programa SNCR ha sido y sigue siendo un elemento importante en las estrategias nacionales de desarrollo y ha catalizado el impresionante crecimiento de la agricultura brasileña. El éxito del programa se basa en su capacidad para aprovechar el ahorro interno con la capacidad técnica del sector bancario comercial de Brasil.
Proporcionar crédito de bajo costo a productores estratégicamente importantes en una economía caracterizada por elevados tipos de interés fue la clave. La mayor parte de los recursos financieros del SNCR se genera por un requisito regulatorio que obliga a los bancos comerciales y cajas de ahorros a transferir el 34% de sus depósitos al Banco Central do Brasil, o utilizar esos recursos para financiar carteras de préstamos en agricultura y silvicultura.
Los tipos de interés atractivos son un imán para los inversores, especialmente cuando se combinan con un modelo de negocio fácil de entender, basado en la economía convencional. Los abundantes recursos de suelo y agua de Brasil son la base de su economía rural, pero el SNCR comparte gran parte del mérito por haber creado una potencia agrícola. También es corresponsable de la trasformación de aproximadamente 80 millones de hectáreas de selva amazónica y una superficie aproximadamente equivalente de sabanas del Cerrado.
De esta manera, el SNCR canalizó cientos de millones de dólares hacia el sur de la Amazonía durante los años 70 para establecer la industria ganadera en tierras que se distribuían a familias y empresas influyentes. En la década de los 80, el programa prestó dinero durante el período de hiperinflación a tipos de interés muy por debajo de la tasa de inflación, situación insostenible que lo llevó casi al colapso a principios de la década del 90.
Tras la estabilización de la economía brasileña durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, el SNCR se revitalizó gracias a la introducción de dos programas adicionales administrados por el Banco Nacional de Desarrollo, el PRONAF, dirigido a pequeños agricultores, y PRONAMP, que proporciona financiamiento a medianos productores. Los bancos de desarrollo regionales (conocidos como Fundos Constitucionais de Financiamento) igualmente tienen programas de crédito dirigidos a sus componentes rurales.
Un estudio reciente reveló que, a través del SNCR, durante la última década se prestaron entre US$9 mil y 12 mil millones cada año a los productores amazónicos. De esa cantidad, alrededor del 44% se destinó al estado de Mato Grosso, seguido de Tocantins (18%), Pará (13%), Maranhão (13%) y Rondônia (9%).
En este estudio se analizaron únicamente cuatro productos básicos considerados los principales causantes de deforestación. Además, se informó que el 64% de los préstamos se destinó a ganaderos, el 35% a agricultores de soya, y cantidades menores a los madereros (0,5%) y plantaciones de palma aceitera (0,7%).
Los datos del PRONAF solo fueron informados a nivel nacional, y los pequeños agricultores que cultivan soya, carne vacuna y aceite de palma recibieron únicamente el 2% de dichos recursos. En este tema, es difícil conocer la contribución de las empresas comercializadoras puesto que no desglosan esas cifras en sus informes anuales. Sin embargo, se puede estimar utilizando métodos ascendentes y estadísticas proporcionadas por el Gobierno.
En la campaña agrícola 2019/2020, se cultivaron aproximadamente 18 millones de hectáreas de soya y maíz en los estados de la Amazonía, donde la principal agencia de extensión informó que el costo de semillas, combustible, agroquímicos y mano de obra fue de 650 dólares por hectárea. Suponiendo que la totalidad de los cultivos hayan sido sembrados y cosechados con créditos a corto plazo, entonces la agroindustria necesitaría aproximadamente 13 mil millones de dólares para plantar y cosechar.
Dado que a través del SNCR sólo se obtuvieron US$1.600 millones, los 11.400 millones restantes fueron probablemente suministrados por las empresas comercializadoras de materias primas. Sin embargo, esto puede ser una sobreestimación, ya que los grandes productores, que controlan aproximadamente el 46% de las tierras agrícolas en Brasil, son a menudo filiales de empresas diversificadas, y como tales, tienen acceso a múltiples formas de crédito, incluidos los mercados de bonos nacionales y el capital privado extranjero.
Estos mercados de instrumentos financieros incluyen bonos corporativos, que son “obligaciones” respaldadas por la reputación de la empresa, y Certificados de Recebíveis do Agronegócio (CRA), que son títulos que establecen un gravamen sobre algún activo físico o contractual. Ambos son utilizados por empresas agrícolas y bancos para financiar inversiones a mediano y largo plazo (de 2 a 12 años).
Si los CRA son emitidos por un banco, es probable que se trate de una canasta de préstamos para pequeños agricultores familiares, mientras que las empresas los utilizan para financiar proyectos o actividades individuales. El mercado brasileño de bonos ha atraído la atención internacional después del 2015, porque se considera un lugar de financiamiento sostenible que trata de minimizar el riesgo de factores “medioambientales, sociales y de gobernanza” (ESG) que perjudican a la sociedad y, presumiblemente, aumenta el riesgo de perder dinero.
Los bonos más comunes y más grandes en volumen (US$ 10 mil millones) han sido los bonos verdes emitidos por corporaciones que acceden a los mercados de capitales sin la intermediación de los bancos. En ese sentido, en la Amazonía las empresas se están comprometiendo a consumir energía renovable (autogenerada), aumentar la productividad, secuestrar carbono del suelo y, supuestamente, conservar la biodiversidad y los recursos hídricos.
Una de las iniciativas más importantes es FS Bioenergia (US$ 639 millones) un productor de etanol a base de maíz que es una sociedad entre Summit Holdings, con sede en Iowa, y Tapajós Participaes S/A, una filial brasileña del holding chino Hunan Dakang. Los gigantes de la agroindustria brasileña también están accediendo al mercado de bonos verdes, entre ellos SLC Agrícola (US$480 millones), que cultiva 150 mil hectáreas en Mato Grosso y Maranhão; y Amaggi S/A (US$750 millones), que opera una cadena de suministro integrada que abarca 259 mil hectáreas en Mato Grosso e incluye instalaciones logísticas y de procesamiento en Rondônia, Amazonas y Pará.
Una de las ofertas más controvertidas es un “préstamo transitorio” a Marfrig Alimentos S/A (US$430 mil millones), empresa de envasado de carne vacuna comprometida a eliminar la deforestación ilegal y las prácticas laborales injustas de su cadena de suministro. La oferta se clasifica como un préstamo y no como un bono debido a los términos contractuales.
Está claro que es controvertida puesto que la mayoría de los recursos se utilizarán para apoyar su cadena de suministro especializada (Marfrig Club) sin garantías adecuadas para reformar o excluir a los animales procedentes de productores independientes que no cumplen con lo estipulado por el Código Forestal. Los criterios para evaluar el desempeño ESG se basarán en los Indicadores Clave de Desempeño (KPI) especificados en el prospecto del individuo que son validados por una revisión de un tercero independiente.
Imagen principal: Forraje para el ganado y palmeros. Crédito: Rhett A. Butler.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons – Licencia CC BY 4.0).