- En este nuevo capítulo de "Una tormenta perfecta en la Amazonía", Timothy J. Killeen nos ofrece las pautas para comprender la dinámica de los mercados inmobiliarios rurales, así como el diseño de políticas que buscan frenar el avance de la economía convencional hacia los bosques.
- El autor señala que el tipo de manejo de tierras implica también otras consideraciones para lograr la ansiada productividad, así como sistemas de producción y modelos empresariales que, a su vez, generan un amplio abanico de repercusiones sociales y medioambientales.
- Así, los distintos países de la Panamazonía abordan el manejo de tierras de formas variadas: algunos Estados patrocinan planes de colonización mientras otros permiten el asentamiento espontáneo y el acaparamiento territorial.
La construcción de nuevas carreteras permite que el desarrollo ingrese a los paisajes en estado natural, y los mercados de materias primas impulsan la expansión de la frontera agrícola. Como causas de la forestación, ambas son parte central de los debates políticos al respecto. Otro factor que agudiza este panorama de por sí crítico: el valor de la tierra y su tendencia a encarecerse con el tiempo, como producto sinérgico de los dos fenómenos anteriores. Por lo tanto, comprender la dinámica de los mercados inmobiliarios rurales es fundamental para diseñar políticas que frenen el avance de la economía convencional hacia los bosques.
La frontera agrícola en la Panamazonia es producto de siglos de tradición cultural y décadas de política económica. Este fenómeno, que ocupa un lugar central en la historia del hemisferio occidental, no se convirtió en una fuerza perturbadora importante hasta la década del 60, cuando los gobiernos de la zona pusieron en marcha programas para ocupar y desarrollar sus tierras amazónicas. A diferencia de los periodos de colonización anteriores, como el auge del caucho del siglo XIX, este último incluyó iniciativas que promovieron la migración masiva de familias a la región, combinadas con estrategias para atraer inversiones en sistemas de producción basados en el mercado. Estas políticas estaban supeditadas a la oferta gratuita, o casi gratuitas, de tierras fiscales.
Sin embargo, el acceso a la tierra era condicionada: quienes llegaron primero estaban obligados a instalar empresas productivas, lo que les exigía a sustituir la vegetación natural por cultivos. En la actualidad las políticas oficiales han cambiado, pero esta práctica sigue existiendo, pues la gente tala el bosque como estrategia para proyectar la propiedad de unas tierras que consideran propias (con razón o sin ella). La mayoría cree que actúa en interés de sus familias y de su país al generar actividad económica. Cuentan con la complicidad de funcionarios públicos de los ministerios de agricultura que aplican políticas obsoletas para facilitar la transferencia de tierras fiscales a particulares. Además, dentro de este marco normativo disfuncional existe una cultura de corrupción, impunidad y derechos.
Los mercados inmobiliarios rurales consideran la tierra en parte mercancía y en parte activo de capital. Como mercancía, su precio depende de la oferta y la demanda, donde las parcelas cercanas a la frontera forestal son más baratas por la existencia de oferta disponible a bajo costo. A medida que nos alejamos de la frontera forestal, la tierra se encarece al convertirse en un bien más limitado. Como activo de capital, las propiedades aumentan de valor debido a la inversión en infraestructura agrícola y cultivos perennes que generan flujo de caja a corto plazo: el café, el cacao y la palma aceitera, así como especies maderables que pagan un dividendo sustancial en el mediano plazo.
Existen otras consideraciones que influyen en el precio de la tierra. Si el suelo es cultivable, la tierra tiene un valor adicional ya que la agricultura es más lucrativa que la ganadería. Los remanentes de bosques pueden tener o no valor comercial, dependiendo de si conservan áreas de madera dura. A pesar de su valor intrínseco, los bosques degradados se consideran “improductivos”, a menos que se hayan convertido en “tierras productivas” dedicadas a la agricultura convencional. Con demasiada frecuencia, los propietarios de tierras primero monetizan el valor de su madera. Posteriormente utilizan ese capital para financiar la conversión del bosque degradado en pastizales o tierras de cultivo.
Los aspectos económicos son sencillos: una extensión de pasto cultivado puede alimentar al ganado generando un flujo de caja de unos 200 dólares anuales por hectárea, o 2.000 dólares en 10 años. Se trata de un rendimiento razonable de una inversión que exigiría al ganadero talar bosque además de construir cercas y embalses de agua con un costo aproximado de 500 dólares por hectárea.
Y lo que es más importante, el valor de la tierra en sí se apreciará con el tiempo, reflejando tanto la mejora de la infraestructura como la tendencia general al alza de los mercados inmobiliarios. Cálculos económicos similares impulsan las decisiones de inversión en pequeños aprovechamientos, donde las propiedades pueden experimentar un cambio radical de valor con el establecimiento de un cultivo perenne como el café, el cacao o la palma aceitera.
Las familias pioneras participan activamente en los mercados inmobiliarios rurales, utilizando sus conocimientos sobre el suelo, el agua y la vegetación para desarrollar nuevas tierras que, posteriormente, venden a inversores e inmigrantes recién llegados. Algunos de éstos se convierten en empresarios especializados en la compra y el desarrollo de propiedades, otros en aquellos que “mejoran” propiedades deforestadas durante ciclos anteriores de asentamiento. Una de sus principales herramientas de marketing, y un servicio básico, es completar el proceso de legalización puesto que un título legal certificado mejora considerablemente el precio de mercado de una propiedad.
Desafortunadamente, los inversores inmobiliarios genuinos comparten el mercado con individuos sin escrúpulos que invaden tierras fiscales o desplazan a familias que las han ocupado de manera informal. Denominados “acaparadores de tierras” en los medios de comunicación anglosajones, en Brasil se les conoce como grileiros y en los países de habla hispana como traficantes de tierra.
El reparto de tierras fiscales
Las tierras fiscales se han distribuido (y se siguen distribuyendo) mediante una serie de mecanismos legales, cuasi legales y manifiestamente ilegales. Tales herramientas han evolucionado con el tiempo, pero a grandes rasgos pueden categorizarse en 4 bloques principales:
- Planes de colonización patrocinados por el Estado
Esta política predominó durante las décadas de los años 70 y 80, y fue gestionada por instituciones públicas con diversos nombres y siglas. Los enfoques variaron de un país a otro, pero todos se dirigían a la población con menos recursos de las zonas rurales distribuyendo entre 40 y 100 hectáreas. Algunos de estos planes se organizaron a través de un régimen de tenencia comunal; mientras que otros cedieron directamente parcelas a familias individuales. Solo Brasil sigue distribuyendo tierras entre sus ciudadanos a través de proyectos organizados por una agencia nacional, o lo hacía hasta 2017, cuando una auditoría provocó la suspensión temporal de sus actividades.
- Concesiones o ventas directas de tierras por parte del Estado
Este mecanismo se utilizó ampliamente en Brasil durante varias décadas, pero de manera más notoria en los años 70, cuando el desarrollo amazónico era una política de Estado importante de los gobiernos militares de entonces. La distribución de grandes extensiones de tierra propició el desarrollo del modelo agroindustrial que domina la economía de Mato Grosso, Pará Oriental y Tocantins. Un fenómeno similar ocurrió en Bolivia, donde los gobiernos militares distribuyeron tierras a familias influyentes utilizando la institución de reforma agraria creada originalmente para resolver la desigualdad en la tenencia de tierra. En el caso de Ecuador, las grandes concesiones dieron lugar al establecimiento de dos plantaciones de palma aceitera a gran escala a principios de la década de los años 80. Y el ejemplo más reciente proviene de Perú, donde una influyente corporación obtuvo grandes extensiones de bosque natural en 2005 para establecer la mayor plantación de palma aceitera de ese país.
- Planes de colonización con patrocinio privado
Este tipo de distribución de tierras es una variante del mecanismo anterior en el que el Estado otorga una concesión a una empresa privada o cooperativa, que a su vez subdivide y revende las parcelas a los colonos. Este método promueve un modelo de explotación agrícola de clase media basado en propiedades que oscilan entre unos cientos y varios miles de hectáreas. Fue un modelo de negocio común en el centro de Mato Grosso entre finales de la década del 50 y principios de los 80. Los inmigrantes menonitas han empleado una variante de este esquema en Bolivia, donde la metodología es que un grupo de familias compra colectivamente una gran propiedad y la subdividen entre ellos para crear una “colonia” de granjas familiares de 100 hectáreas. Este sistema se está reproduciendo en Perú y Colombia, donde los menonitas han sido acusados de talar bosques en zonas de manejo forestal. No es conocido que los menonitas invadan tierras fiscales, sino más bien optan por comprar tierras a intermediarios, táctica que mejora la probabilidad para obtener títulos legales.
- Asentamientos espontáneos y acaparamiento de tierras
La apropiación de tierras fiscales a través de procesos informales y descaradamente ilegales es habitual en todas las fronteras forestales de los países andinos y Brasil. En estos casos, puede generarse una fiebre por la tierra cuando se construye una nueva carretera troncal a través de un bosque primario. Lo más usual es que se produzcan asentamientos y acaparamiento a lo largo de décadas a medida que las redes de carreteras secundarias se expanden hacia el exterior a partir de una carretera troncal. En la década de los 80, distintos gobiernos facilitaron este proceso mediante iniciativas especiales creadas para responder a los pedidos de grupos de interés y gobiernos regionales. Dependiendo del entorno social y político, puede dar lugar a la proliferación de grandes propiedades o de pequeñas fincas, o una mezcla de ambas.
Imagen destacada: Vista aérea del río PiniPini Pinipini en la Amazonía peruana. Crédito: Rhett A. Butler
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons -licencia CC BY 4.0).