- Para cerrar este capítulo, Killeen menciona de qué modo el mecanismo REDD+ está detrás de muchas políticas nacionales y, en consecuencia, del desarrollo de un mercado global robusto de carbono.
- Si bien existen experiencias exitosas para aprovechar industrialmente los árboles amazónicos, la lógica inmediatista de muchos empresarios impulsa la deforestación en favor de monocultivos.
- El autor señala que si bien REDD+ puede ayudar a la gestión de áreas protegidas y a las comunidades indígenas, no será suficiente para transformar la economía de la Panamazonía.
La estrategia de consenso para salvar la Amazonía se basa en una serie de políticas que se refuerzan a sí mismas: crear áreas protegidas y reconocer reservas indígenas; mejorar la gobernanza para combatir las actividades ilegales; aumentar el valor económico de los medios de vida forestales; aumentar la demanda del mercado de productos básicos libres de deforestación; y generar ingresos financieros de esquemas de PSA para respaldar la implementación de los primeros cuatro pilares estratégicos. Las dos primeras de estas políticas son iniciativas de arriba hacia abajo, ya que provienen de los gobiernos centrales. En cambio, las dos últimas se basan en incentivos macroeconómicos. Solo una busca cambiar la microeconomía en la frontera forestal y se enfoca en una parte de la economía amazónica que no causa directamente la deforestación.
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Todas estas políticas dependen de REDD+ y, en consecuencia, del desarrollo de un mercado global robusto de carbono. Esta no es una expectativa irracional. De hecho, el sistema REDD + brinda una oportunidad para mitigar el calentamiento global y aliviar la crisis de la biodiversidad al subsidiar políticas que sean rentables, oportunas y humanas. Ahora bien, este siempre ha sido visto como una solución provisional que reduciría las emisiones mientras las economías avanzadas (lideradas por Estados Unidos) hacen la transición a una economía más verde. Desafortunadamente, la demora de veinte años en implementar una estrategia coherente de cambio climático ha hecho de REDD+ una herramienta menos relevante.

Es cada vez más probable que la administración del presidente Biden, elegido en 2020, adopte una estrategia de cambio climático más agresiva que repercuta en toda la economía mundial. Las políticas vistas con simpatía por los progresistas exigen un programa regulatorio y de inversión multisectorial que transformará rápidamente la economía nacional. En contraste, los economistas ortodoxos prefieren un impuesto al carbono fiscalmente neutral que permitiría al mercado determinar qué sistemas y tecnologías energéticas prevalecen.
Ninguno de estos enfoques prevé un sistema obligatorio de cap and trade. Además, muchos activistas climáticos ven a REDD + como un “lavado verde” que retrasaría los cambios fundamentalmente necesarios para crear una economía de cero carbono. Esta visión es reforzada por la incertidumbre en la permanencia y aumento de las compensaciones de carbono forestal que se originan en sociedades caracterizadas por una mala gobernanza.

Considerando la gran inversión realizada por agencias multilaterales de desarrollo y países con bosques tropicales, se implementará algún tipo de mecanismo REDD+. Lamentablemente, es más probable que ese sistema siga siendo un mecanismo para canalizar la asistencia en el extranjero hacia las naciones en desarrollo, combinado con un mercado voluntario de carbono utilizado por las corporaciones para compensar las emisiones de los combustibles fósiles. Ese tipo de sistema REDD+ proporcionaría un apoyo esencial para la gestión de áreas protegidas y ayudaría a las comunidades indígenas, pero no será suficiente para transformar la economía de la Panamazonía.
La necesidad de un Plan B: sistemas de producción basados en árboles
Para que sea verdaderamente exitosa, la transformación de la economía amazónica requerirá el apoyo total de los ganaderos y pequeños propietarios que ocupan 80 millones de hectáreas de tierra previamente deforestada, y un área aproximadamente equivalente en riesgo de deforestación futura. La mayoría de los propietarios de tierras persiguen modelos de negocio basados en la deforestación, ninguno de los cuales es particularmente productivo cuando se ve desde la perspectiva de la energía (carbohidratos) o la nutrición (proteínas). Sin embargo, son económicamente ventajosas cuando se consideran dentro de los plazos que limitan las decisiones de inversión, incluso cuando esas decisiones conducen a la eventual degradación de los recursos del suelo.
Si se invirtiera la lógica económica que impulsa la deforestación, y plantar árboles fuera más lucrativo que talarlos, la mayoría de los terratenientes cambiarían felizmente sus sistemas de producción. Esta suposición es, esencialmente, el modelo de negocio para la “agrosilvicultura”, un sistema de producción basado en árboles dirigido a los pequeños propietarios, y para la “silvicultura de plantaciones”, un sistema de producción basado en árboles apropiado para grandes extensiones de tierra.

Ambos modelos de producción han sido promovidos por la agricultura extensiva y los forestales durante décadas. Los ejemplos más notables de cultivos agroforestales son el café y el cacao, mientras que los sistemas de plantación incluyen aceite de palma y fibra de madera (celulosa, carbón vegetal, biocombustible o madera). Los sistemas agroforestales son relativamente populares entre los defensores del ambiente y los pequeños propietarios que los adoptan. Sin embargo, los sistemas de plantación suelen atraer la ira de los activistas ambientales porque históricamente se han asociado con la deforestación a gran escala y generalmente se basan en el monocultivo de especies no nativas.
La opción preferida de la mayoría de los científicos de la conservación es la restauración de zonas forestales utilizando especies nativas para recrear el hábitat natural que produciría, eventualmente, especies frondosas de madera de alta calidad. No obstante, ese modelo de negocio tiene un tiempo de recuperación medido en décadas, en lugar de años, y no es viable sin grandes subsidios, que presumiblemente serían proporcionados por los mercados globales de carbono. En Brasil, los defensores del ambiente sostienen que los propietarios de tierras eventualmente se verían obligados a restaurar el hábitat nativo para cumplir con el Código Forestal. Es probable que eso suceda, pero la historia reciente ha revelado la fricción social asociada con esa vía política, y ciertamente no sucedió durante la administración de Jair Bolsonaro.
Los sistemas de producción basados en árboles tienen la ventaja de restaurar la funcionalidad de reciclaje de agua atmosférica en zonas deforestadas y altamente fragmentadas. Se puede persuadir a los productores amazónicos de que adopten modelos de producción basados en árboles, pero sólo si existe una demanda genuina de los productos básicos que producirían. Es casi seguro que varios millones de hectáreas de nuevas plantaciones de café y cacao inundarían los mercados mundiales de productos básicos y destruirían el incentivo económico para cultivarlos. En contraste, la producción de fibra de madera tiene una vía de crecimiento mucho mayor, particularmente a la luz del reciente despertar global de los impactos causados por nuestra economía de consumo basada en el plástico. Si los plásticos derivados de combustibles fósiles fueran reemplazados por fibra vegetal, la oportunidad económica potencial para la Panamazonía y otras regiones de bosques tropicales sería enorme.

Los sistemas de producción basados en árboles no están exentos de riesgos, incluido el potencial de desplazar la producción ganadera hacia la forestal y la introducción de especies exóticas en hábitats naturales. Los riesgos de desplazamiento podrían mitigarse utilizando el mismo conjunto de opciones de política descritas anteriormente, mientras que el riesgo de especies invasoras podría evitarse mediante el uso de plantaciones mixtas de especies nativas, de las cuales hay literalmente miles de posibilidades. La búsqueda de sistemas de producción basados en árboles, asentado en un producto básico con un mercado global, representa otra solución macroeconómica, pero que utiliza un modelo de negocios que responde a los desafíos microeconómicos y los obstáculos sociales que han obstruido las políticas actuales.
La Panamazonía es una región grande y complicada, y ningún paquete de políticas por sí solo resolverá el enigma de reconciliar la conservación de la naturaleza y el desarrollo económico. Muchas, o quizás todas las soluciones deberán ser de naturaleza local o regional. Incluso los modelos macroeconómicos, y los de arriba hacia abajo favorecidos por los especialistas en políticas públicas, deberán implementarse en el contexto de circunstancias geográficas específicas. Este libro intenta exponer estos temas en una narrativa sistemática y lógica para facilitar el descubrimiento de un camino a través de una tormenta perfecta de caos ambiental hacia un futuro sostenible para la Panamazonía y todos sus habitantes.
“Una tormenta perfecta en la Amazonía” es un libro de Timothy Killeen que contiene los puntos de vista y análisis del autor. La segunda edición estuvo a cargo de la editorial británica The White Horse en el año 2021, bajo los términos de una licencia Creative Commons (licencia CC BY 4.0).