- En el Guaviare, en la Amazonía colombiana, cientos de familias campesinas que alguna vez tumbaron el bosque para sobrevivir, hoy le apuestan al cuidado de uno de los ecosistemas más deforestados del país.
- En este lugar, donde la coca y el ganado transformaron la selva en potreros, se está forjando una nueva relación entre las comunidades y la naturaleza.
- Los proyectos de forestería comunitaria que allí se gestaron, buscan el aprovechamiento sostenible de los bosques para que la gente viva de lo que produce la tierra sin acabar con los ecosistemas.
El paisaje parece repetirse en el Guaviare. En este departamento colombiano, ubicado en el suroriente del país, en la frontera norte de la Amazonía, la vista se alterna entre parches de selva exuberante y gigantescos potreros vacíos en donde las vacas pastan sin tener la opción de arrimarse a una sombra que las proteja del sol.
Entre 2021 y 2022, más de 40 000 hectáreas de bosque fueron arrasadas en el Guaviare, de acuerdo con datos oficiales del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam).
En medio de esta devastación, cientos de campesinos están encontrando la forma de vivir de su entorno sin destruirlo, a través de proyectos de forestería comunitaria.
¿Cómo lo están logrando?
Tratar de detener una deforestación que no tiene control
En Colombia, país que posee 47.6 millones de hectáreas de selva amazónica, el 65 % de la deforestación se concentra en el llamado “Arco de deforestación amazónico”, que comprende áreas de los departamentos de Putumayo, Caquetá, Meta y Guaviare. En el arco confluyen varias causas que hacen que el fenómeno sea tan difícil de contrarrestar, entre ellos el acaparamiento de tierras, la minería, la tala ilegal, la ganadería extensiva, los cultivos de uso ilícito, el aumento de la frontera agrícola y la construcción o ampliación no planificada de vías. El conflicto armado y la presencia de diferentes actores ilegales completan el cuadro.
Las alertas tempranas del Ideam mostraron que la deforestación en Guaviare se incrementó un 124 % entre julio y septiembre del 2023, en comparación con los mismos meses en 2022. La cifra es un recordatorio de que la lucha contra la deforestación es un camino lleno de dificultades que deben atacarse desde diferentes frentes.
Si bien los campesinos no hacen parte del grupo de los grandes deforestadores —pues según ellos mismos explican hay que tener dinero para deforestar a gran escala—, la irrupción de la forestería comunitaria es una de las mayores apuestas para enfrentar el problema y contener la expansión de las fronteras agrícolas.
La forestería comunitaria
Este proceso, también conocido como manejo forestal comunitario, busca que las personas que viven en zonas con bosques en pie los cuiden, a la vez que obtienen beneficios económicos de los productos que estos les ofrecen. También pretende construir o reforzar modelos asociativos para que las comunidades se organicen y reciban estos beneficios de forma colectiva.
Sin embargo, no es una tarea sencilla cuando existen necesidades de supervivencia apremiantes en las familias de campesinos y colonos, que pueden chocar con las acciones de conservación. Se ha demostrado que es posible convencerlos de que se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo, aunque toda la historia previa parezca demostrar lo contrario.
Justo en Guaviare y Caquetá, departamentos del Arco de deforestación amazónico que suelen liderar las cifras de los más deforestados, los proyectos de forestería comunitaria están empezando a tener resultados esperanzadores.
“Aquí llegó la forestería comunitaria a darnos las buenas enseñanzas, a explicarnos cuál es el aprovechamiento. Que hay una pepa en la selva que se llama seje, que hay otra palma que se llama moriche, otra que se llama asaí, y que de ahí vamos a sacar productos”, dice Reinaldo Beltrán, quien ha sido testigo de las transformaciones del Guaviare. Llegó hace 41 años como colono, vivió de la coca y, en la actualidad, está inscrito en proyectos de forestería comunitaria.
Quienes formulan los proyectos de forestería comunitaria dicen que para llevarlos a cabo es necesario habilitar condiciones técnicas, legales y sociales. Esto significa, asegurarse de que los participantes conozcan cuáles son los productos del bosque con los que pueden trabajar, sus usos y la mejor manera de aprovecharlos respetando el entorno. Pero también que conozcan sus deberes y derechos sobre la tierra, obtengan los permisos de aprovechamiento y encuentren formas de asociarse. Esto último es clave.
Los grandes ejemplos de lo posible
Todo parece conspirar en contra de la idea de conservar el bosque y aprovecharlo: el hambre inaplazable, la facilidad para acabar con la selva y la dificultad para restaurarla, la nostalgia de la coca, las distancias, los problemas para consolidar un mercado nuevo, el conflicto armado que sigue latente, las vacas, los acaparadores de bolsillos llenos que pagan por tumbar. Esa es la realidad del Guaviare.
Lo sorprendente es que en ese entorno haya cada vez más familias sumándose a las iniciativas de conservación. El camino lo abrieron instituciones como el Instituto Amazónico de Investigaciones Amazónicas SINCHI, o proyectos como GEF Corazón de la Amazonía (implementado por el gobierno de Colombia con recursos del Global Environmental Facility). Desde 2017, la Fundación para la Conservación y Desarrollo Sostenible (FCDS), con recursos aportados por la Embajada de Noruega, está implementando en Guaviare y Caquetá uno de los programas de este tipo más ambiciosos del país. Los dos departamentos suman 515 familias inscritas, 364 de las cuáles están en 32 veredas del Guaviare.
Dentro de estas actividades, hay algunas tan diversas como el aprovechamiento de productos no maderables, como el seje y el asaí; la instalación de viveros para restaurar o enriquecer bosques, el aislamiento de las zonas de ronda para preservar las fuentes hídricas, la crianza de abejas nativas (meliponicultura), el turismo de naturaleza o la construcción de corredores productivos que, además de ofrecer seguridad alimentaria, sirven para conectar los parches de bosques que están separados por potreros.
De momento, quienes están inscritos en los programas lo hacen como una actividad paralela a otras, como la venta de leche y la ganadería, de donde sacan el sustento familiar. En el futuro se espera que la forestería empiece a proporcionar cada vez más ingresos, pero para ello falta recorrer un camino largo en el que la mentalidad emprendedora y comunal será primordial en la creación de mercados por ahora inexistentes. Las pruebas de que es posible, ya están a la vista.
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*Imagen Principal: Así se ven desde el aire las majestuosas montañas rocosas en el Parque Nacional Serranía de Chiribiquete en Guaviare. Foto: Amazon Conservation Team
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