- Antes había una forma de hacer buena conservación: salvar a las especies y proteger porciones de tierra o agua. Sin embargo, no es de extrañar que a medida que la población humana aumentaba, la atmosfera se calentaba, los océanos se acidificaban y la economía se globalizaba, la conservación haya cambiado.
- En la tercera parte de Conservación Dividida, el veterano reportero de Mongabay, Jeremy Hance, explora cómo algunos conservacionistas siguen centrados en métodos tradicionales aunque el sector cambie a su alrededor.
- Conservación Dividida es una exhaustiva serie de cuatro partes que investiga cómo ha cambiado el ámbito de la conservación en los últimos treinta años y los desafíos a los que se enfrenta en un futuro incierto. Hance completó la serie durante ocho meses. Los artículos originales se publicaron en inglés entre el 26 de abril y el 17 de mayo.
Otros artículos en la serie Conservación Dividida: Parte 1: ¿Ha perdido su camino la gran conservación? Parte 2: Cómo trazan los grandes donantes y empresas los objetivos de la conservación |
En 2002 realicé mi primer —y muy improvisado— viaje a África con 22 años. Solo y sin aliento por la emoción, llegué a Nairobi, Kenia, con cientos de dólares en efectivo escondidos en mi zapato para pagar un safari de dos semanas por el Gran Valle del Rift y la naturaleza Masái. Aunque me gustaba la vida silvestre desde hacía tiempo, no había estudiado biología. Tenía una licenciatura en inglés y en aquella época podía contar mucho más del genio de Shakespeare que de la historia de la conservación.
Nunca me imagine que llegaría a las amplias llanuras de África en las que la megafauna paseaba como las ardillas en mi estado natal de Minnesota. Pasé el viaje en un estado de aturdimiento y sorpresa por los leones, hipopótamos, elefantes, jirafas, y por supuesto, rinocerontes: enormes, acorazados, majestuosos, preciosos rinocerontes blancos (Ceratotherium simum simum). Una vez, nuestro conductor nos acercó un poco demasiado a uno de los animales más mega de la megafauna y de repente cargó contra nosotros. Le disparé (con mi cámara) y nos apresuramos a alejarnos, pero la admiración por ese animal se quedó en mí como una descarga eléctrica. Todavía la siento hoy en día.
Lo que no sabía entonces era lo cerca del olvido que estaba el rinoceronte blanco.
Unos cien años antes de mi visita a Kenia, en 1890, Frederick Selous —cazador, explorador y escritor británico— predijo la extinción total del rinoceronte blanco en la revista Field:
“A una milla de este punto… hace dos años… disparé a dos rinocerontes blancos… los últimos que han muerto, y que probablemente vayan a morir, a manos de un inglés… en mi opinión el gran rinoceronte blanco… está al borde de la extinción, y se extinguirá por completó en uno o dos años”.
Selous, que acompañó a Theodore Roosevelt durante sus juegos de caza en África, describió cómo en los años recientes había oído hablar de cazadores Bóer y nativos que estaban acabando con la población de rinocerontes blancos. “El tema de la extinción de este gran cuadrúpedo es de un interés melancólico para mí, que recuerdo que hace menos de veinte años era una animal común en una enorme extensión de país en el centro de Suráfrica”, escribió.
Lo que no sabía Selous, sin embargo, es que cinco años después de su previsión de la exterminación de los rinocerontes, un pequeño grupo de 100 animales se encontraría escondido en Suráfrica. Los salvaron de cazadores despiadados como él los héroes más inesperados: los mosquitos de la malaria y las moscas tse-tsés. Cazados hasta los confines de la Tierra, los animales se escondían en humedales infestados con enfermedades donde ningún cazador se atrevía a aventurarse. Los agentes locales prohibieron la caza y establecieron reservas, y después de varias generaciones, los dedicados conservacionistas hicieron que esos 100 rinocerontes se convirtieran en más de 20 000.
Aunque los rinocerontes blancos sureños se enfrentan ahora a una nueva envestida de la caza furtiva, la especie no existiría en absoluto si no fuera por el trabajo paciente y constante de generaciones de conservacionistas. De hecho, sin conservacionistas que miraran hacia delante, probablemente, hoy en día no habría ni un solo rinoceronte de ninguna especie en el planeta. Ni tampoco quedarían tortugas laúd (Dermochelys coriacea), tigres (Panthera tigris) ni tampoco ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae). Para algunos, los caballos de Przewalski (Equus ferus przewalskii), los bisontes europeos (Bison bonasus) y el cóndor de California (Gymnogyps californianus) se habrían visto relegados a los libros de historia, como el dodo, el tilacino y el alca gigante. La historia del rinoceronte blanco sureño es una de las primeras historias de generaciones sucesivas de humanos que han trabajado deliberadamente durante décadas para salvar a una especie de la extinción.
Antes había una forma de hacer buena conservación: salvar a las especies y proteger porciones de tierra o agua. Sin embargo, no es de extrañar que a medida que la población humana aumentaba, la atmosfera se calentaba, los océanos se acidificaban y la economía se globalizaba, la conservación haya cambiado.
Hoy en día, la conservación tradicional —la que salvó al rinoceronte blanco sureño— podría ser otra especie en extinción dentro de los grandes grupos de conservación. En las décadas recientes muchos de ellos se han desviado hacia proyectos centrados en los humanos con supuestos beneficios para la biodiversidad. Aun así, muchos grupos de tamaño medio y pequeño, además de personas dedicadas, siguen centrándose únicamente en practicar la vieja tradición. Esos conservacionistas tradicionales creen que su trabajó es más vital que nunca en una época en la que la extinción masiva se acerca.
Muchos conservacionistas tradicionales se enfrentan a desafíos profundos, como donantes que se trasladan a una conservación más centrada en los humanos y la economía y la presión constante de avanzar más allá de las especies y los lugares que hicieron que los conservacionistas asumieran esta tarea en primer lugar. También hay que ayudar a los habitantes locales, dicen las nuevas voces. También hay que mitigar el cambio climático. También hay que impulsar las economías regionales.
¿Pueden sobrevivir los conservacionistas tradicionales en una era que les pide que lo sean todo para todas las personas y criaturas?
Nuevo y antiguo
Las décadas recientes han traído el nacimiento de una filosofía llamada “nueva conservación” que se centra en la relación de las necesidades humanas y la economía con el mundo natural. Cuando se trata de los crecientes proyectos de conservación, los nuevos conservacionistas parecen tener el viento a favor. Aunque aún se apartan porciones importantes de territorio y se trabaja directamente con el elenco de famosas especies carismáticas, los gigantes de la conservación que solían ser tradicionales como el Fondo Mundial por la Naturaleza (WWF), Conservación Internacional (CI) y The Nature Conservancy (TNC), también han acogido una gran porción de ideas y prácticas de la nueva conservación.
En la actualidad, el trabajo de los conservacionistas sobre el terreno trata a menudo tanto de documentar cómo beneficia el medioambiente a los humanos de forma económica (con un concepto llamado servicios ecosistémicos) como de proteger un humedal o de hacer campañas contra la destrucción de otro bosque. Es tan probable que estén ocupados con el desarrollo de un programa antipobreza como con la definición de un plan de acción para una especie críticamente amenazada. Aunque los grandes grupos de conservación siguen utilizando mamíferos carismáticos para recaudar manojos de dinero, es igual de probable que gasten sus fondos en ayudar a empresas multinacionales a mitigar sus huellas ambientales o en apoyar nuevos sistemas de certificación que impulsen productos más ecológicos en sectores como la pesca o el aceite de palma.
La nueva conservación nació durante la moda de la desregularización de los 80 y los 90 —y el crecimiento del neoliberalismo— y pretende conservar la naturaleza por el bien de los humanos más que por la ética o la necesidad intrínseca de hacerlo. Mientras que la conservación tradicional se centraba en establecer zonas protegidas, trabajar directamente con las especies en peligro y estudiar la biodiversidad, la nueva conservación quiere atajar las causas de la destrucción ambiental convenciendo a la industria y a los gobiernos de que, a largo plazo, es más barato salvar la naturaleza que destruirla.
No obstante, numerosas fuentes contactadas para completar esta serie defienden que los nuevos conservacionistas han perdido su camino, que han creado programas que son difíciles, si no imposibles, de medir para conocer su eficacia, que no pueden responder ágilmente a las crisis porque intentan que todos los interesados estén de acuerdo, y que han perdido de vista el objetivo de salvar especies en medio de una crisis de extinción masiva.
“La nueva conservación, si se aplicara, aceleraría el colapso ecológico mundial, y erradicaría miles de tipos de plantas y animales y causaría unos daños incalculables para la humanidad a la larga”, escribió el biólogo Michael Soulé, uno de los críticos más fervientes de la nueva filosofía, en Conservation Biology en 2013.
Los tradicionalistas como Soulé defienden que los métodos antiguos —zonas protegidas y programas de conservación destinados a especies en peligro de extinción— siguen siendo la mejor opción para preservar una porción importante de la biodiversidad terrestre.
Tradicionalistas e innovadores
Un grupo que sigue comprometido en gran medida con los métodos de conservación tradicional es Rainforest Trust, un grupo de Virginia que dedica todos sus recursos a proteger franjas de bosque tropical que son hogar de algunas de las especies más excepcionales de la tierra.
“Nuestra filosofía es que, absolutamente, queremos proteger los lugares más importantes para la biodiversidad mientras podamos”, dijo Paul Salaman, director ejecutivo de Rainforest Trust. “La mayoría del hábitat natural que sigue en pie está desprotegido y si esas zonas no se protegen hay una probabilidad extraordinariamente más alta de que no permanezcan intactas en el futuro”.
Rainforest Trust recauda dinero para elegir sitios selectos para nuevos parques que cuentan con megabiodiversidad y especies que desaparecen. Eligen sitios que alberguen especies muy poco habituales —muchas de las cuales no son conocidas— como el periquito de El Oro (Pyrrhura orcesi) en los bosques nubosos de Ecuador o la rana cornuda Palawan (Megophrys ligayae) en las Filipinas. Para cumplir su misión a menudo se unen a ONG nacionales y conservacionistas en el terreno.
El grupo, fundado en 1988, ha pasado por muchos nombres a lo largo de su vida: primero World Parks Endowment, luego World Land Trust–US cuando el grupo se afilió con el World Land Trust del Reino Unido. Hoy en día gasta mucha energía en determinar los mejores puntos en los que centrarse para salvar la biodiversidad y apartar voluntariamente incluso pequeñas parcelas de tierra si eso significa que se garantice que una especie no se extinga.
“No queremos protegerlo todo. No tenemos que protegerlo todo, pero queremos ser estratégicos y proteger especies que no existen en ninguna otra parte”, dijo Salamon.
Añadió que los conservacionistas ya saben dónde encontrar las especies. “La ciencia ya está hecha, no tenemos que pasar otros 20 años estudiando cosas. Solo tenemos que aplicar acciones y proteger esos lugares”.
Mientras que Rainforest Trust se centra específicamente en la protección de la tierra, el Durrell Wildlife Conservation Trust representa la otra cara de la conservación tradicional al eliminar todos los obstáculos para salvar especies selectas de la extinción, incluso si hay que criarlas en cautividad.
“Nuestro enfoque en la conservación es centrarnos en las especies, en particular las especies más olvidadas y amenazadas. Muchas de nuestras especies son endémicas de un solo lugar y de las que se sabe muy poco”, me contó Andrew Terry, jefe de programas de conservación de Durrell. “Muchas especies están desapareciendo mientras las organizaciones se centran en grupos más carismáticos”.
La atención de Durrell en las especies que son desconocidas para la sociedad hace que la organización sea única incluso dentro de los grupos de conservación tradicional. Por ejemplo, si alguna vez has oído hablar del fodi de Mauricio (Foudia rubra), la rata gigante de Madagascar (Hypogeomys antimena) o el jabalí enano (Porcula salvania), probablemente estés en minoría.
El grupo, fundado en 1963, se llamaba originalmente Jersey Wildlife Preservation Trust, pero le cambiaron el nombre el 1999 para honrar a su carismático fundador, el zoólogo y escritor Gerald Durrell. El grupo dirige proyectos de conservación en todo el mundo, pero tiene predilección por las especies que viven en islas. También dirige un pequeño zoo y centro de conservación en la isla de Jersey, al norte de Francia y perteneciente a la corona británica, donde han estudiado durante mucho tiempo la cría en cautividad y la ganadería.
“Somos una organización relativamente especializada y sabemos que nunca tendremos muchos seguidores, pero queremos ser muy efectivos en lo que hacemos y demostrar la amplia relevancia de centrarse en la conservación de las especies”, dijo Terry.
Los grupos tradicionales de conservación como Rainforest Trust y Durrell también se enfrentan a multitud de críticas.
“Misántropos… anticrecimiento, antitecnología, puristas, exclusivos, pastoreo romántico y una señal de stop para todo”, es como Peter Kareiva, uno de los líderes actuales del movimiento de la nueva conservación, que previamente estaba con TNC y ahora es director del Instituto de Medio Ambiente y Sostenibilidad de UCLA, caracterizó al movimiento tradicional en 2011 en una clase en línea.
Básicamente, la conservación tradicional, según Kareiva y otros críticos, está profundamente atascada en el pasado y no ha tenido presentes las lecciones del cambio climático, la globalización, la economía ni la sobrepoblación.
A pesar de todo, la innovación sigue sucediendo en los grupos que se centran en la vida silvestre —aunque sea de formas diferentes a las que querría la nueva conservación— incluyendo nuevas estrategias de recaudación de fondos como micromecenazgo, nuevas tecnologías para supervisión en el terreno (por ejemplo, cámaras ocultas) y tecnologías de última tecnología para la reproducción.
Un grupo particularmente innovador es Wildlife Conservation Network (WCN). Esta ONG radicada en San Francisco es diferente porque no dirige ningún programa de conservación propio. En lugar de eso, apoya a conservacionistas verificados, muchos de los cuales trabajan con una sola especie, y a la vez colabora con los habitantes locales y les permite un gran nivel de independencia para que hagan su trabajo.
“Invertimos en conservacionistas de campo independientes que están innovando el futuro de la vida silvestre”, me dijo Jeffrey ‘Jefe’ Parrish, vicepresidente de conservación en WCN. “Revisamos a conservacionistas apasionados y organizaciones sin ánimos de lucro rigurosamente, y cuando encontramos esas joyas, nos comprometemos a conservar su sostenibilidad y la escalabilidad de su visión”.
El grupo ofrece apoyo con la financiación, el marketing y el desarrollo de nuevas capacidades para los conservacionistas en el terreno, lo cual les permite centrarse en lo que hacen mejor: proteger especies. Parrish dijo que el grupo actúa “más como una sociedad de capital de riesgo” que como una organización no lucrativa tradicional. En la actualidad, todos los conservacionistas a los que apoya WCN trabajan con mamíferos terrestres —y la mayoría de estos claramente carismáticos. No obstante, Parrish dijo que el grupo planea expandirse a los pájaros, reptiles, anfibios y peces en los próximos años.
Medir el éxito
Una cantinela habitual entre los conservacionistas tradicionales es lo difícil que es medir el éxito de los programas de la nueva conservación, como los sistemas de certificación o los programas de pagos por servicios del ecosistema, que intentan influir en el mercado o convencer a los gobiernos de que paguen por los servicios que ofrece la naturaleza, como filtración de agua y secuestro de carbono. Las fuentes me comentaron que a veces no está claro ni siquiera qué aspecto tendría ese éxito ni qué métricas utilizar para medir los resultados. Además, a causa de la escala y la ambición de algunas ideas de la nueva conservación, el triunfo por naturaleza, llegará en un periodo mucho más prolongado que el de los enfoques tradicionales y, según los críticos, en algunos casos los proyectos empiezan y se acaban sin que se preste atención a los resultados.
Sin embargo, es difícil debatir el éxito relativo de Durrell o Rainforest Trust. Puede que no hayan contenido la extinción masiva, pero ambos parecen estar cosechando éxitos con los objetivos modestos que se plantean.
Un artículo reciente de investigadores de Durrell e investigadores externos descubrió que en sus más de 50 años, el pequeño grupo de conservación ha tenido una influencia impresionante al salvar especies de la extinción, entre ellas especies que la mayoría de los otros grupos ignoran. Hasta hoy, solo 63 pájaros, mamíferos y anfibios han desaparecido de la Lista Roja de la UICN gracias a las acciones de conservación —de entre las más de 16 000 especies evaluadas por el grupo. Ocho de esas especies se han recuperado, al menos en parte, con el trabajo de Durrell. En otras palabras, Durrell es responsable del 12 por ciento de las especies recuperadas por los conservacionistas en los tiempos recientes.
“Aunque pensamos que para una organización pequeña esto demuestra realmente la efectividad de nuestro enfoque, también se oculta gran parte de nuestro trabajo, porque muchas de las especies con las que trabajamos no han sido evaluadas [por la UICN] o no con la suficiente frecuencia para este análisis”, dijo Terry.
La Lista Roja de la UICN es conocida por la irregularidad con que actualiza el estado de las especies. De hecho, algunas especies no han sido actualizadas en más de una década, pero los trabajadores de Durrell están trabajando para actualizar los estados de la UICN de muchas especies en las que se centran.
Terry dijo que está particularmente orgulloso del trabajo de su grupo con el porrón malgache (Aythya innotata), un pato buceador con un característico pico azulado. Se creía que la especie se había extinguido, pero en 2006 los conservacionistas descubrieron una población de tan solo 22 aves en un lugar remoto. Durrell empezó a trabajar rápidamente en el establecimiento de un programa de cría en cautividad en el lugar. Desde entonces, se ha más que cuadruplicado la población hasta unas 100 aves (25 en la naturaleza y 75 en cautividad) y ahora trabajan en la restauración del hábitat histórico para reintroducir estas aves.
A pesar de ser un gran actor en la lucha contra la extinción con resultados mensurables, los ingresos de Durrell (aproximadamente 11,7 millones de dólares en 2014) representan solo el 1,5 % de lo que consiguió WWF-Internacional el mismo año. El reconocimiento del grupo también es mucho más bajo que el de otros grupos más ricos como WWF, CI o Wildlife Conservation Society.
Los logros de Rainforest Trust también se pueden medir con relativa facilidad. El grupo dice que en los últimos 28 años ha ayudado a preservar unos 11 millones de acres (44 515 km2) de selva tropical u otros ecosistemas en 20 países.
Por su parte, TNC ha preservado unos 120 millones de acres (485 622 km2) desde 1951 —unas diez veces más que Rainforest Trust. No obstante, TNC, el grupo conservacionista más rico del mundo, ingresó más de 200 veces más dinero que Rainforest Trust en 2014 (949 millones de dólares frente a 4,6 millones) — y tiene acciones por valor de otros 5 mil millones. El gigante de la tierra también lleva 30 años más protegiendo espacios, pero también ha trabajado en intervenciones más allá de la adquisición directa de tierras.
Parte del éxito relativo de Rainforest Trust yace en que se centra en objetivos fáciles de medir y en la transparencia. La organización Charity Navigator dio al grupo una puntuación de 100 sobre 100 en “Transparencia y Responsabilidad”.
“[Nuestros llamamientos] son muy específicos en cuanto a cuántos acres queremos proteger, cuánto cuesta exactamente, cuánto hemos recaudado, qué se está haciendo, qué está protegiendo, un mapa de dónde está exactamente. No sé si se puede hacer mejor”, explicó Salaman. “Este no es un programa en el que ‘vamos a salvar Borneo’… o ‘vamos a salvar Sumatra o al elefante de Sumatra’. Es algo muy tangible y creo que es algo que podrían hacer muchas más organizaciones”.
El año pasado, el grupo ayudó a conseguir el mayor éxito hasta ahora: el Parque Nacional Sierra del Divisor en Perú.Decenas de grupos trabajaron durante más de 20 años para establecer ese parque, empezando por TNC. Para cerrar el acuerdo, Rainforest Trust se asoció con un grupo local poco conocido llamado CEDIA para apartar 5,9 millones de acres (23 876 km2) en un parque nacional y una reserva indígena adyacentes. Salaman dijo que la victoria pertenece en realidad a CEDIA y descubre el grupo como “fenomenal” y apunta a que ha ayudado a proteger más de 25 millones de acres (101 171 km2) en la Amazonia Peruana.
Las colaboraciones con socios como CEDIA son uno de los puntos Fuertes de Rainforest Trust según afirma Salaman. El grupo ofrece a sus socios expertos, trabajadores y a menudo poco conocidos, el apoyo, la infraestructura y el dinero necesario para proteger sitios extraespeciales.
Lo nuevo y lo antiguo compiten por el dinero
A pesar del aumento de la nueva conservación, probablemente aún haya más grupos que siguen centrados en la conservación tradicional y no la nueva. No obstante, la mayoría de esos grupos son bastante pequeños y nada conocidos; muchos son ONG locales que se centran en una sola especie o lugar. Además, los conservacionistas tradicionales suelen decir que cada vez pasan más apuros para recaudar fondos para su trabajo.
“La financiación sigue siendo nuestro desafío principal”, dijo Terry de Durrell. “Hace unos años había más dinero y en mayores cantidades destinados a la conservación de especies. Sin embargo, eso ha cambiado”.
En efecto, él y otros conservacionistas tradicionales con los que hablé para esta serie dijeron que las fundaciones y los donantes cada vez financian más programas que aplican ideas de la nueva conservación, entre ellos de mitigación de la pobreza o de establecimiento de programas de pago por los servicios del ecosistema, en lugar de centrarse en la vida silvestre. Algunos grupos de conservación parecen haber adoptado estos objetivos para tener acceso a fondos de recursos mucho mayores, dado que solo una pequeña porción del dinero de la filantropía se destina a los animales y la conservación. Durrell ha respondido con la diversificación de su trabajo de recaudación de fondos. “No es fácil”, admitió Terry.
John Payne, director ejecutivo de Borneo Rhino Alliance, está de acuerdo. Me dijo que su grupo trabaja para salvar a los últimos rinocerontes de Borneo (Dicerorhinus sumatrensis harrissoni) —subespecie del rinoceronte de Sumatra— de la extinción a través del “objetivo de impulsar el nacimiento por cualquier medio que sea posible”. En esto punto eso implica una tecnología reproductiva muy cara, ya que la población ha descendido a menos de 20 ejemplares.
Payne, que trabajó en y con WWF-Malasia durante casi 30 años antes de dirigir Borneo Rhino Alliance, señaló que los donantes internacionales han evitado su grupo y que ahora solo recibe financiación de empresas y grupos de Malasia.
“Un donante que acepte financiar la preservación de una especie en ausencia de cualquier forma de beneficio para la comunidad humana es un valiente”, dijo. Muchas fuentes están de acuerdo en que sienten presión de los donantes, gobiernos e incluso otros grupos de conservación para cambiar su misión y sus métodos e incorporar la mitigación de la pobreza y otros beneficios humanos, aunque no tengan experiencia en esos temas o no sean relevantes para el trabajo en cuestión.
Los donantes, hoy en día, también dudan a la hora de financiar proyectos que tengan un riesgo elevado de fracasar, como la recuperación del rinoceronte de Borneo, añadió Payne.
El miedo al fracaso — que en este caso significa la extinción— era “un punto que preocupaba a los fundadores de WWF”, defendió Payne. En sus inicios, según Payne, WWF estaba menos afectado por la jerarquía y las relaciones públicas y, por lo tanto, más dispuesto a asumir riesgos con especies que al final podían acabar extintas de todos modos. Dijo que su organización quizás no sobreviva después de este año si no recibe financiación adicional —y el rinoceronte de Borneo podría desaparecer sin que se hayan tomado todas las medidas posibles para salvarlo.
Parrish de WCN dijo que ya es hora de que los conservacionistas observen la recaudación de fondos de otro modo. WCN es también un grupo pequeño que obtuvo 9,5 millones de dólares en 2013.
“En todo el mundo, las organizaciones no lucrativas se defienden y se difaman las unas a las otras, compiten entre ellas y se pelean por los recursos de los mismos grandes donantes”, dijo Parrish acerca de las ONG de conservacionistas y ambientales, tanto grandes como pequeñas.
Sin embargo, dijo que WCN ve un futuro diferente. “Creemos que hay muchos más recursos que se pueden aprovechar para la conservación si nos ponemos en contacto con nuevos grupos que tengan visionarios e ideas visionarias. Más que en una cultura de escasez y competencia, creemos en una cultura de abundancia y colaboración”.
En lugar de mantener separados a los dedicados conservacionistas y los donantes, WCN celebra varios actos al año —entre ellos una exposición anual en octubre a la que asisten más de 1000 personas— en las que los donantes conocen a los conservacionistas en persona y escuchan sus inspiradoras historias. Tampoco hace daño que WCN esté en San Francisco, donde viven muchos grandes donantes.
Hoy en día, gran parte de la conservación en el terreno la realizan personas apasionadas que se centran en un único animal; muchos de esos conservacionistas trabajan bajo el radar público y sobreviven con pequeñas subvenciones.
El animal elegido por Anna Nekaris son los loris perezosos, familia de primates tropical que incluye nueve especies. Nekaris ha descrito cuatro nuevas especie de loris perezoso y ha trabajado mucho para reducir el comercio ilegal de este animal nocturno que está desapareciendo. Como directora del proyecto Little Fireface y profesora de la universidad Oxford Brookes de Inglaterra, Nekaris me dijo que la mayoría de su financiación proviene de donaciones personales, pequeñas organizaciones y zoos, que cada vez son una fuente más importante de subvenciones pequeñas pero vitales para la conservación.
Como dijo la profesora Nekaris, ve lo difícil que es para los jóvenes conservacionistas conseguir un trabajo “que les permita hacer algo más que pagar los gastos básicos”.
Para su proyecto, sin embargo, dijo que la financiación es “mejor ahora” de lo que era hace una década —pero solo después de años de trabajo duro por su parte y de su pequeño equipo por hacer que el mundo conozca la dura situación de los loris perezosos.
“Hace diez años me ridiculizaron por estudiar una especie tan poco carismática”. dijo.
Muchas de las especies más amenazadas del mundo son eso: poco carismáticas. Pocos donantes están dispuestos a invertir dinero en una especie de la que nunca se ha oído hablar o que no sea carismática clásicamente, sin importar lo cerca de la extinción que esté la especie o lo excepcional que sea. Lo mismo sucede con muchos de los grandes grupos de conservación del mundo, que se centran principalmente en grandes mamíferos y aves. Probablemente ese sea el motivo por el que grupos como WCN se siguen centrando solo en mamíferos grandes, adorables o sorprendentes. En realidad, solo un pequeño porcentaje de especies en peligro recibe algún tipo de medida de conservación o atención para la investigación. La mayoría siguen viviendo y muriendo en la más total oscuridad.
De todos modos, Nekaris dijo que debería haber una financiación extensa tanto para los nuevos enfoques como para los tradicionales.
“Hay tanta gente que quiere contribuir a la conservación que no debería haber motivos para que los proyectos que se centran en el panorama general no puedan suceder a la vez que los que se centran en los detalles”, dijo.
Cambio
Las cosas cambian. Esta no es solo una máxima de la evolución, sino del emprendimiento humano. Al igual que las especies se adaptan, nosotros adaptamos nuestro comportamiento, pero el cambio también es difícil, y a veces está mal dirigido.
Parece obvio que sin más programas de conservación que se centren en algo en concreto, especialmente para especies poco carismáticas, es probable que muchas de las especies del mundo se extingan. La conservación tradicional sigue siendo importante.
“Preocuparse por una especie o un grupo de especies en particular no significa que se piense en esa especie de forma aislada o excluida del resto”, dijo Terry. “Por eso es en cierto modo equivocado caracterizarlo como antigua conservación. Sin embargo, tiene una pureza en su propósito que indica el motivo por el que muchas personas se hicieron conservacionistas”.
Al mismo tiempo, las amenazas para las especies —y lugares— se han globalizado e institucionalizado de una forma que quizás los conservacionistas del siglo XX no creían posible. Sin abordar esos temas, también es probable que muchas especies se extingan. Sin embargo, los nuevos conservacionistas y los tradicionalistas siguen divididos en la mejor forma de avanzar en esta nueva era, este Antropoceno.
“Mucha gente en este campo siente que, aunque su cabeza entiende los beneficios de las iniciativas basadas en las empresas y la economía, su corazón permanece indiferente ante ellas”, me dijo Terry.
Los tradicionalistas están preocupados por el espectro de creciente irrelevancia en un mundo donde los niños occidentales pasan poco tiempo fuera de casa y muchos millones de niños en los países en desarrollo aún viven en la miseria. Les preocupa que las tendencias actuales —más dificultad en la recaudación de fondos, menos personas que se definan como ecologistas, más desconexión del mundo natural— empeoren. Por su parte, los nuevos conservacionistas están preocupados por el rechazo de la vieja guardia de la conservación; les preocupa que sus ideas no cuenten con el tiempo necesario para madurar y dar frutos.
Por supuesto, cuando se trata de la idea general, ambos bandos trabajan por lo mismo: un mundo que siga siendo hogar de saolas, leones, salamandras de Zarciadero y ballenas azules. Sí, también de rinocerontes blancos.
Citas
- Soulé, M. (2013). The “New Conservation”. Conservation Biology 27: 895–897.
- Young, R.P., Hudson, M.A., Terry, A.M.R., Jones, C.G., Lewis, R.E., Tatayah, V., Zuël, N. & Butchart, S.H.M. (2014). Accounting for conservation: Using the IUCN Red List Index to evaluate the impact of a conservation organization. Biological Conservation 180:84–96.