- Más de 450 familias de siete municipios del sur del departamento han transformado sus fincas en espacios de conservación de suelos, bosques y agua, al tiempo que tienen proyectos productivos que les permiten tener soberanía alimentaria.
- La mayoría de las personas que habitan el piedemonte amazónico caqueteño fueron desplazadas por el conflicto armado y colonizaron la región gracias a proyectos pecuarios extensivos de los gobiernos de turno. El proyecto Finca Amazónica fue creado hace 17 años para brindar alternativas de producción sostenible y muchos de los capacitadores son campesinos de la región que comprendieron la importancia de vivir en armonía con la selva.
Poco más de una hora de carretera separa al municipio de San José del Fragua de Florencia, la capital del departamento de Caquetá, al sur de Colombia. A un lado de la vía se aprecian los grandes picos de la cordillera oriental de los Andes y, al otro, el comienzo de las inmensas planicies amazónicas.
El casco urbano de San José del Fragua es pequeño y sus habitantes aún recuerdan cómo el conflicto armado se instaló en su territorio, primero con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y luego con los paramilitares. Durante años, recorrer las aguas cristalinas de los ríos que atraviesan el municipio y muchos de sus sitios turísticos era una tarea riesgosa. Hoy, el municipio trata de sacarle ventaja al ecoturismo en lugares como la imponente Piedra del Indio Apolinar, una inmensa roca de unos 40 metros de diámetro y 28 de alto que es considerada sagrada para los indígenas ingas en el Caquetá, y Portales de Fraguita, en donde el río del mismo nombre pareciera haber roto en dos una gran montaña y abrirse paso en medio de ella.
Al adentrarse en la zona rural, las fincas ganaderas dominan el paisaje que antes era ocupado por los bosques de la Amazonía. Y es que Caquetá es uno de los departamentos que encabeza las listas anuales de deforestación en Colombia. Según las cifras oficiales del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), esta regióm perdió 38 383 hectáreas de bosque en 2021; 5 861 más que en 2020, lo que representó el mayor aumento en el país.
Datos de la plataforma Global Forest Watch indican que el municipio de San José del Fragua perdió 580 hectáreas entre 2020 y 2021. Las zonas más afectadas por la deforestación suelen estar en el llamado piedemonte amazónico, en donde la frontera agropecuaria cada vez le gana más terreno a la selva.
El paisaje cambia cuando se llega a la finca de la familia Quimbayo Gutiérrez. La presencia de los árboles empieza a ser más frecuente y parches de bosque natural aparecen de repente. Esta familia forma parte del programa Finca Amazónica, iniciativa promovida desde el 2006, y de forma ininterrumpida, por la Vicaría del Sur de la Arquidiócesis de Florencia, perteneciente a la Iglesia Católica.
En el sur del Caquetá, la iglesia tiene entre sus pilares la conservación de la Amazonía y uno de sus principales proyectos es trabajar con los campesinos que fueron desplazados por el conflicto armado y llegaron a zonas del piedemonte amazónico de los municipios de Morelia, Albania, Curillo, Valparaíso, Solita, Belén de los Andaquíes y San José del Fragua, causando la tala de la selva en su intento por sobrevivir en un nuevo lugar.
Finca Amazónica lleva casi 27 años transformando, con participación activa de las familias campesinas, la forma de apropiación y aprovechamiento de los recursos amazónicos.
“Esto acá [la finca] era puro potrero. La quebrada se había secado porque había sido deforestada. En esta zona había muchas quemas. Lo primero que hicimos cuando entramos a Finca Amazónica fue dejar que se arborizara todo al lado de la quebrada. Lo primordial fue recuperar el agua. Familia, tierra, bosque, agua y ganas de trabajar, ese ha sido nuestro compromiso, y tomar esa conciencia de que esto no es de la noche a la mañana, todos estos procesos son a largo tiempo, pero uno va viendo los resultados”, dice Petronila Gutiérrez, quien junto a su esposo e hijos es dueña de la finca La Miranda, un predio de 32 hectáreas en donde han reforestado bosque y puesto en marcha técnicas de agricultura y ganadería sostenibles.
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Fincas campesinas que conservan la Amazonía
Petronila y su esposo Ovidio Quimbayo forma parte de las primeras familias que se vincularon al proyecto Finca Amazónica de la Vicaría del Sur de la Arquidiócesis de Florencia. Recuerdan que una de las cosas que más los motivó es que pudieron diseñar y planear cómo querían que fuera su finca y cómo podían hacerla compatible con la conservación del bosque amazónico. Ellos mismos determinaron el tiempo en que iban a ir implementando sus proyectos productivos sostenibles y crearon un plan de trabajo para cumplir con esas metas.
Petronila Gutiérrez dice que las fincas amazónicas como la suya funcionan porque entendieron que necesitan suelo, agua y bosque en excelentes condiciones para que sus predios puedan garantizarles, a la vez, la soberanía alimentaria.
“Todas estas plantas que usted ve por acá, en esta huerta ecológica, en el invernadero y en medio de los árboles nativos, las he sembrado yo”, dice mientras camina entre el denso pasto y señala árboles frutales, hierbas aromáticas y arranca unas plantas para obtener de las raíces la cúrcuma y el jengibre. Se siente orgullosa de su labor de agricultora y recuerda que durante las cuarentenas por el COVID-19, cuando los alimentos se encarecieron y escasearon, ella y su familia tuvieron comida de sobra y hacían trueque con los vecinos de otras fincas amazónicas.
No todo ha sido fácil. Familias como la Quimbayo Gutiérrez aseguran que lograr el compromiso de los más jóvenes es uno de los principales retos.
Esa afirmación la confirma Edinson Ovidio Quimbayo, uno de sus hijos. “Solo hasta hace unos cuantos años me vinculé con la Vicaría, porque yo siempre tuve la idea de ser ganadero, como muchos de los que viven en esta región. Mi idea de ganadero exitoso era la de la ganadería tradicional, (el éxito es) el que más tuviera tierra. Eso no iba mucho con las ideas de mi papá, que siempre ha sido agricultor”, comenta Quimbayo.
Una fuerte sequía que azotó a San José del Fragua lo hizo cambiar de parecer. Se quedó sin agua y lo mismo le pasó a los predios ganaderos de la región. Para su sorpresa, la finca de sus padres —a los que veía con desconfianza, por cultivar en medio de los árboles nativos amazónicos y dejar que la vegetación se regenerara sola alrededor de la quebrada— tenía agua, alimento y parecía ser inmune a los estragos del clima.
“En ese momento entendí que esto de la Finca Amazónica valía la pena y empecé a recibir las capacitaciones. Me costó, pero entendí que era mejor tener una ganadería intensiva, donde lo que más importa no es tanto la cantidad de vacas que tengas, sino que haya una mejor ganancia por el producto [leche]. Puedes tener muchos animales, pero eso también es mucho gasto y al final no te das cuenta de que el dinero que te queda es muy poco. Comenzamos a dividir potreros, crear sistemas silvopastoriles donde tenemos vegetación que le sirve de sombra y alimento a los animales, y empezamos a rotar las vacas en los 52 lotes que ya tenemos hoy”, dice Quimbayo.
Agripino Lara, líder del equipo de apoyo de la Vicaría del Sur y del proyecto Finca Amazónica, comenta que a lo largo de los casi 27 años que tiene el programa han trabajado en las fincas de 710 familias campesinas. “En la actualidad estamos con 469 finca-familia, en 73 veredas de seis municipios del sur del Caquetá. El proyecto impacta poco más de 14 000 hectáreas de predios del piedemonte amazónico, teniendo en cuenta que la extensión de cada finca es, en promedio, de unas 30 hectáreas”.
Lara asegura que los campesinos pueden vivir en la Amazonía. La idea del proyecto, explica, es que sus fincas sean compatibles con la vocación del suelo amazónico que es bastante frágil y que se genere en las familias el sentido de pertenencia por esta región. “Finca Amazónica busca fomentar la soberanía alimentaria, el cuidado de la biodiversidad, el suelo, el agua y el bosque. El objetivo es plantear un desarrollo humano integral al tiempo que las fincas se convierten en opciones reales de conservación y de mitigación y adaptación al cambio climático”, asegura.
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Trabajo comunitario de casi tres décadas
Agripino Lara destaca que una de las fortalezas de Finca Amazónica es que el conocimiento que adquieren los campesinos es replicado por ellos mismos, pues algunos se convierten en facilitadores del programa: capacitan a las familias en técnicas de conservación y de producción sostenible, visitan las fincas y dan asesoría en la implementación de todas las actividades.
Ese es el caso de Diego Fabián Gómez: “Empecé con la Vicaría del Sur en 1996, cuando era un campesino muy joven que vivía en una finca en zona rural de Florencia. Un día llegó el padre Arnulfo Trujillo y empecé a vincularme con la parte espiritual, pero también empecé a interesarme en la parte social e hice un curso de promotor comunitario”.
Para 2009, comenta el facilitador, la Vicaría decidió implementar las tres líneas temáticas de su misión en todos los proyectos que adelantaba en el sur del Caquetá, entre ellos Finca Amazónica. “Esas líneas temáticas son vivencia de la fe, Amazonía y derechos humanos; en todos los proyectos tienen que ir las tres líneas. En Amazonía está todo lo que tiene que ver con el cuidado del territorio; en derechos humanos, todo lo que tiene que ver con defensa del territorio y garantía de los derechos de los campesinos y en vivencia de la fe, toda la parte espiritual”, agrega Gómez.
El interés de la iglesia católica de Caquetá en el cuidado del medioambiente cobró un papel todavía más protagónico luego de que el papa Francisco dedicara, en 2015, una de sus encíclicas, Laudato sí, a este tema, y que en 2020 publicara la exhortación Querida Amazonía.
Incluir a la Amazonía como eje fundamental de los proyectos en el sur del Caquetá se convirtió en una prioridad, ya que “por su origen de colonos, venidos de diferentes regiones del país e incentivados por programas gubernamentales de producción pecuaria extensiva como alternativa económica regional, trataron de conservar sus costumbres sociales, culturales, religiosas y productivas en un ecosistema amazónico frágil y biodiverso que no conocían, lo que terminó permeando la relación del hombre con la naturaleza”, se menciona en un libro publicado por la Vicaría del Sur en 2020 y que narra la experiencia de Finca Amazónica.
Conservar la Amazonía, y al mismo tiempo tener alternativas de producción sostenible, es una de las frases que repiten familias campesinas como los Quimbayo Gutiérrez. Además, están convencidos de que su papel en el campo es indispensable para la sociedad colombiana. “Si a nosotros nos terminan sacando del campo, por falta de oportunidades para producir y tener lo necesario para la familia o porque decida el gobierno que es mejor el petróleo que el agua, ¿cuál será el futuro de las nuevas generaciones?”, dice Ofelia Sotto Correa, campesina del municipio de Belén de los Andaquíes.
Una de las iniciativas de Finca Amazónica que los campesinos más destacan es el rescate y conservación de las semillas nativas. “Si tenemos semillas, logramos que las familias tengan soberanía alimentaria. En este momento existe entre los campesinos una red de conservacionistas de semillas nativas y criollas donde también se fomenta el intercambio de esas semillas entre todos”, afirma Diego Fabián Gómez.
Petronila Gutiérrez es una de las personas que más ha impulsado el proyecto de conservación de semillas y asegura que “se ha promovido a través de trueques, o sea de intercambios. Los vecinos le dan a uno y uno les da a ellos, y luego sembramos para asegurarnos de que se conserven las especies. Acá en la finca tengo más de 80 semillas diferentes”, asegura.
Las familias que hacen parte de Finca Amazónica también llevan varios años participando de los mercados campesinos, una estrategia del programa que Agripino Lara y Diego Fabián Gómez consideran muy importante, pues tener ingresos económicos sólidos es una de las principales preocupaciones en la región.
“El mercado campesino en San José del Fragua se hace cada mes, el primer domingo, somos unas 18 familias que salimos de forma constante. Todo se vende y decidimos vender al mismo precio de los demás mercados porque vendemos cultivos limpios, no se tienen químicos y vendemos directamente al consumidor”, dice José Naez Baquiro, de la vereda La Palmeras de San José del Fragua.
Las fincas amazónicas también cuentan con estufas ecológicas que aíslan y aprovechan mejor el calor, disminuyen la contaminación del aire por la emisión de CO2, el consumo de leña y, por lo tanto, la tala de árboles.
En el tema de saneamiento básico han implementado tecnologías como las letrinas de pozo sencillo, baterías sanitarias con conexión a sistemas sépticos, trampas de grasas y jabones, filtros para aguas residuales y biodigestores que, además de disminuir el potencial contaminante de los excrementos, producen gas que es usado para la cocción de alimentos.
Diferentes organizaciones no gubernamentales que trabajan en el Caquetá destacan el programa de conservación de Finca Amazónica y su rol para enfrentar los fuertes fenómenos de deforestación en el departamento.
Diego Cardona, coordinador del Área de Selvas y Biodiversidad de Censat Agua Viva, una ONG ambientalista que trabaja en defensa de los territorios junto a comunidades en Caquetá y otras regiones del país, asegura que diversos estudios científicos ya han confirmado cómo el manejo comunitario es mucho más eficiente para mantener la calidad de los ecosistemas y de los territorios, y tener menores tasas de deforestación, si se compara con otras medidas como, por ejemplo, la creación de áreas protegidas con fuertes restricciones como los parques nacionales. “En ese sentido, la Finca Amazónica es una medida efectiva para reducir y controlar la deforestación en una región como la Amazonía y como el departamento del Caquetá, que es el más afectado por la pérdida de bosques en el país. Es una medida completamente legítima, necesaria y que ha mostrado buenos resultados”, comenta Cardona.
Por su parte, durante el evento Diálogos sobre deforestación: pensando y actuando desde los territorios, organizado por Censat Agua Viva y Tropenbos Colombia en Florencia, Caquetá, realizado en septiembre de 2022, Sergio Martínez, abogado y especialista en derecho ambiental e integrante de Tropenbos destacó: “Iniciativas como esta contrastan con el discurso que ha venido calando de un tiempo para acá, sobre todo cuando iniciaron los operativos Artemisa (acción del gobierno de Iván Duque para combatir la deforestación), que ven al campesinado y a los indígenas como amenazas y depredadores de la naturaleza. Han venido sacando adelante sus apuestas por el cuidado y la conservación de sus territorios sin apoyo de entidades gubernamentales”.
*Imagen principal: María Petronila Gutiérrez, una de las primeras campesinas en vincularse a Finca Amazónica con su predio La Miranda. Foto: Antonio Paz.
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