Para algunas comunidades Maroons, la minería del oro a pequeña escala se ha convertido en un componente importante de sus paisajes y de sus vidas. En muchos de sus pueblos — en particular Paramaka, Aukan y Matawai – los habitantes se han vuelto dependientes de la minería. La antropóloga Marieke Heemskerk ha mostrado que en algunas comunidades Maroons, entre el 70 y el 80 por ciento de los hogares reciben ganancias del trabajo de familiares en las minas del oro. Los residentes con concesiones informales pueden recoger cuotas de parte de los garimpeiros – los mineros brasileros – y otros que trabajan en sus tierras, algunos de los cuales han generado grandes fortunas.
Los Maroons de Matawai que viven a lo largo del Río Saramacca al centro de Surinam, se encuentran entre las poblaciones más pequeñas. Su territorio cubre alrededor de 560.000 hectáreas y muchos de sus pueblos son de los más remotos y menos conocidos del país. A consecuencia de esto, el Río Saramacca, su ecosistema, y los pueblos que le rodean se han mantenido relativamente tranquilos mientras que otras comunidades Maroons tienen que lidiar con las presiones de la colonización de sus tierras y con la extracción de recursos naturales.
La zona norte del territorio Matawai está ubicada cerca del Greenstone Belt, al lado de asentamientos poblados y de caminos. Esto ha permitido una rápida expansión de la minería del oro en los pueblos Matawai del norte.
“De acuerdo a nuestros cálculos de datos sobre la deforestación, el 81,51 por ciento de toda la tala en el territorio Matawai se debe a la minería del oro”, explica el reporte.
Cuatro pueblos de Matawai – Nyun Jakobkondre, Balen, Misalibi, y Bilawatra — se han visto particularmente afectados por las grandes minas que les rodean. Es más, gran parte de la minería a pequeña escala en la región es ejecutada por los mismos Maroons, lo que amenaza sus estilos de vida tradicionales como la caza, la pesca, la carpintería, y otros más.
“Cuantas más comunidades Maroons en Matawai y otros lugares se vuelvan dependientes de la minería para sus ganancias familiares, estas y otras prácticas tradicionales se van erosionando”, dijo Rudo Kemper, coordinador de sistemas de información geográfica y desarrollo de redes para el ACT. “En particular, muchos de los jóvenes Matawai ya no están tan interesados en las actividades tradicionales como en las ganancias lucrativas que pueden obtener a través del trabajo en las minas”.
Empeorando aún más las cosas, las actividades mineras están contaminando los ríos con mercurio, el cual se utiliza para separar el metal del sedimento. El mercurio puede actuar como una neurotoxina, y ha contaminado a los peces locales, los cuales ya no se deberían comer. Las tierras cultivables también están amenazadas. De acuerdo a Kemper, “en áreas como Nyun Jakobkondre, la minería del oro está tomando lugar tan cerca de los pueblos, que las tierras fértiles para el cultivo son cada vez más escasas”.
Nieuw Koffiekamp, un pueblo asentado por una comunidad Maroon después de haber sido reubicada por inundaciones, ahora se encuentra en el medio de unas de las venas mineras más prósperas del Greenstone Belt. El área, conocida como Gros Rosebel, es una de las primeras concesiones industriales en Surinam. Las comunidades han estado usando el bosque de manera sostenible por varias generaciones, pero el estudio de ACT alega que ellos no fueron consultados ni informados sobre la concesión. Varios años después, el gobierno estableció una fuerza especial dedicada a la reubicación del pueblo una vez más. La comunidad sigue peleando por su supervivencia, a pesar de haber sido cercados por la actividad minera, y miembros de la comunidad argumentan que ellos tienen los derechos de extracción de sus propias tierras, y por ello, deberían poder participar en la minería a pequeña escala.
Ni siquiera el Parque Natural Brownsberg, una reserva de 14.000 hectáreas y popular destino turístico, se ha podido salvar de las garras de la minería. Desde un principio, los mineros han trabajado dentro de los límites del parque, donde se han perdido aproximadamente 924 hectáreas de bosque primario a causa de la minería. En 2012, la deforestación en el parque llegó al nivel más alto, con 200 hectáreas taladas. Aquel mismo año, la conciencia pública sobre la actividad minera dentro de Brownsberg incrementó luego de que WWF–Guianas publicara un documento con fotografías aéreas que mostraban el daño al parque. “Desde entonces”, dijo Kemper, “las tasas de minería a pequeña escala dentro de los límites del parque han bajado un poco, aunque la deforestación causada por la minería en el parque sigue creciendo”.
Mientras que la minería sigue expandiéndose aceleradamente hacia el sur, en otras comunidades indígenas, los residentes de Apetina son conscientes de la minería en la región de Sela Creek, a unos 55 kilómetros río abajo del pueblo. Ellos saben que la contaminación por mercurio puede tener impactos serios en los servicios de ecosistema hasta en áreas más alejadas, y por ello están colaborando con investigadores científicos para determinar si se encuentran en peligro de exposición al mercurio. Los resultados indican que la comunidad se encuentra en un nivel de riesgo elevado, de acuerdo al ACT.
Para los pueblos Wayana a lo largo del Río Lawa, al otro lado de la frontera de Guayana Francesa, la situación es aún más precaria. El reporte indica que los habitantes se enfrentan a la amenaza de mineros armados, y ya no pueden bañarse en el río a causa de su contaminación. Debido a estas presiones, las familias del pueblo de Kawemhakan han empezado a reubicarse al otro lado del río, en Guayana Francesa.
Las comunidades indígenas buscan tomar acción para prevenir las incursiones en sus territorios, y por otro lado, varias agencias del gobierno de Surinam también están trabajando para que la minería de oro se vuelva más sostenible. Tanto el gobierno como organizaciones sin fines de lucro han trabajado duro para informar a la sociedad sobre el tema a través de programas de educación, eventos públicos, y las redes sociales. Pero a pesar de ello, el problema persiste.
“A pesar de todo, estos esfuerzos parecen haber tenido poco impacto hasta ahora”, dijo Kemper. Los precios del oro siguen creciendo sostenidamente a pesar de una caída reciente, y la economía y la política de Surinam siguen profundamente arraigadas a la extracción de recursos; ACT calcula que la minería del oro no dejará su auge.
La legislación central sobre la minería en Surinam – el Código Minero de 1986 – se aplica más a los derechos de las concesiones, la administración y las regalías en vez de las regulaciones sobre el medio ambiente.
“El Código es anticuado hasta el punto de que ni se refiere al oro, el cual está catalogado bajo ‘otros minerales’, separado de otros como la bauxita y los hidrocarburos”, dijo. “Sin embargo, es una fuente importante de regulaciones hacia la minería a pequeña escala. Nuevas iniciativas han estado circulando desde el año 2000, pero aún no se han implementado”. Actualmente, no existe un marco oficial para las evaluaciones de impactos ambientales [EIA] y Surinam no tiene ninguna ley principal que trate con la minería, añadió.
Sin embargo, Kemper sigue siendo cautelosamente optimista sobre el futuro.
“Considerando la ausencia de métodos eficientes y menos contaminantes, de otras actividades para generar ganancias, y de un marco político, los efectos de la minería hacia el medio ambiente y hacia los seres humanos no cambiarán”, dijo Kemper. “Pero muchas de estas iniciativas todavía están en una fase inicial y espero que veamos mejoras en los próximos años”.