La lucha contra la deforestación

Los bosques tropicales siguen desapareciendo en todo el planeta. En el ranking mundial de los 10 países más afectados por esta pérdida de bosque figuran cuatro países amazónicos: Brasil, Bolivia, Colombia y Perú. El primero de ellos encabeza la lista, de acuerdo con un informe publicado por el World Resources Institute (WRI) en 2019.

Entre los cuatro países se han perdido, por lo menos, 1 818 782 hectáreas de bosques vírgenes, lo que significa la desaparición de ecosistemas que albergan árboles de cientos y miles de años, que a su vez almacenan grandes cantidades de carbono y son refugio de una increíble biodiversidad. El informe advierte que “cuando estos bosques se talan, quizás nunca vuelvan a su estado original”.

La producción de soya es una de las causas de la deforestación de los bosques en América del Sur. En 2019 se impulsaron  acciones para detener la pérdida de zonas forestales en regiones como El Cerrado, en Brasil, o el Gran Chaco, que se extiende por Bolivia, Paraguay, Brasil y Argentina. Por ejemplo, se lanzó una declaratoria para llamar a todas las compañías involucradas en la producción de soya a demostrar su compromiso de eliminar la deforestación; además de poner sobre la mesa la posibilidad de boicots de consumidores.

En El Cerrado, un área de sabana y bosque que en algún momento ocupó 2 millones de kilómetros cuadrados, la ganadería y la siembra de soya provocaron la transformación de 100 000 kilómetros cuadrados de la zona durante la última década. El Gran Chaco, por su parte, es un área de bosques secos espinosos y humedales que perdió un promedio de 3 000 kilómetros al año, tan solo en la parte de Bolivia, para dar paso a las plantaciones de soya.

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Un año de incendios

El fuego fue un protagonista importante del 2019. Los incendios mostraron cómo la deforestación, pero también diversas políticas impulsadas desde los propios gobiernos, ha hecho aún más vulnerables a los bosques y selvas de regiones como Latinoamérica.

La disminución de presupuestos para la conservación de bosques y selvas —como sucedió en Brasil o México— o el impulso de programas que permiten recurrir a la “quema controlada” para ampliar la frontera agrícola —como sucedió en Bolivia— son solo dos de los factores que ayudaron a que los incendios se extendieran y fueran más difíciles de controlar.

La Amazonía brasileña, los bosques de la Chiquitanía y El Chaco en Bolivia, las selvas del sureste de México y el Pantanal paraguayo fueron las zonas que sufrieron importantes pérdidas por la presencia del fuego.

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Triunfos indígenas

El 2019 dejó dos momentos importantes en la historia de luchas indígenas en defensa del ambiente y el territorio. En Ecuador, los indígenas waorani le cerraron la puerta a las actividades petroleras en su territorio, después de que la justicia falló a su favor e impidió que se realicen licitaciones, actividades de exploración o explotación de hidrocarburos en las 180 000 hectáreas que conforman el llamado bloque 22, que se encuentra en la Amazonía ecuatoriana.

También en el Ecuador, los indígenas kichwa lograron que se suspendiera el proyecto hidroeléctrico sobre el río Piatúa, en la Amazonía ecuatoriana.

Estas luchas recuerdan que en Latinoamérica la defensa de los ecosistemas y el territorio la realizan, en la mayoría de los casos, las comunidades indígenas.

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Sequía a la vista

Por lo menos cinco regiones de Chile padecieron una de las sequías más fuertes de la última década. Lugares como Putaendo, en la precordillera de los Andes, en la región chilena de Valparaíso, fueron declarados en emergencia agrícola y ganadera. Si bien en estas regiones la falta de lluvias y agua es una constante, este año fue algo que preocupó aún más.

En la región de Valparaíso, en Petorca, a 220 kilómetros al norte de Santiago, capital de Chile, donde también se declaró la emergencia agrícola, se señaló como responsables de la precaria situación hídrica a las empresas productoras de paltos (aguacates). Este cultivo se expandió en los últimos años, incluso cuando la escasez de agua era evidente en la zona.

Ahora no solo los habitantes de Petorca sufren los efectos de la falta de agua, también en Salamanca, en la región de Coquimbo, zona centro norte del país; y Las Cabras en la región de O’Higgins, en el centro sur de Chile. Dos localidades cuyos habitantes han sido testigos de la expansión de los cultivos de árboles de paltos, incluso después de que las cuencas de los ríos fueran declaradas agotadas o “restringidas” por la disminución de sus caudales.

Para los científicos la seguía que se vivió en el 2019 en Chile es consecuencia de una combinación cada vez más presente en diversas regiones de Latinoamérica: sobredemanda de agua, ciclos naturales y efectos del cambio climático. “Así va a ser el futuro, pero no necesariamente el futuro ha llegado”, dijo a Mongabay Latam René Garreaud, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2).

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Defensa ambiental

Los asesinatos, amenazas y actos de violencia en contra de los defensores ambientales y de territorio no cesaron en 2019. Latinoamérica sigue siendo uno de las regiones más violentas para quienes defienden el patrimonio natural. En Brasil, por ejemplo, este año asesinaron a Dilma Ferreira Silva, coordinadora regional del Movimiento Afectados por Regresas de Brasil (MAB); la mataron en su casa, junto con su esposo y un amigo de la pareja. Otros asesinatos también se dieron en México y en Colombia. Y varios líderes más han sido amenazados en estos mismos países, así como en Perú y Ecuador.

En el especial Tierra de Resistentes —en el cual participaron diferentes medios de Latinoamérica, entre ellos Mongabay Latam— se documentó que la violencia en contra de los defensores tiene diferentes rostros, entre ellos la criminalización, los atentados y las amenazas.

En 2019, Mongabay Latam también publicó los especiales Mordaza o Muerte: cuando la ley se usaba para callar la protesta en Ecuador —en colaboración con GK— y Áreas protegidas y guardaparques: objetivos de guerra en Colombia. El primero de estos especiales aborda la impunidad en los asesinatos de líderes ambientales en Ecuador y la persecución judicial sufrida durante el gobierno de Rafael Correa. En el segundo se documenta cómo las disidencias de las FARC y otros grupos ilegales se disputan las tierras de las áreas protegidas, entre ellas los parques Tinigua, Macarena y Picachos; además de cómo los guardaparques enfrentan amenazas y varios han sido asesinados.

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Proteger y conocer la biodiversidad

Los esfuerzos por registrar y conservar a la gran diversidad de especies que existen en Latinoamérica no paran. En todos los países hay historias de científicos que dedican su vida a conocer aún más la riqueza biológica de la región, para tener mayores herramientas que permitan su conservación. Durante 2019, Mongabay Latam también se abocó a difundir el trabajo que realizan estos científicos.

Entre las historias que se publicaron está la de los científicos que en Ecuador describieron a once nuevas especies de ranas, el trabajo que realizan en el centro de rehabilitación del grupo de acción ecológica Chinchimén para conservar a la nutria de mar conocida como chungungo (Lontra felina) o la cruzada del herpetólogo Enrique La Marca, quien creó el Centro de Conservación REVA (Rescate de Especies Venezolanas de Anfibios amenazados), donde pese a todas las dificultades y escasez de un país en crisis, él y su equipo han logrado recuperar poblaciones de ranas, entre ellas la Mucuchíes (Aromobates zippeli), la más amenazada de Venezuela.

También se publicaron los resultados de la expedición que realizaron investigadores del Instituto SINCHI a uno de los lugares más recónditos de la Amazonía colombiana: las cuencas media y alta del río Apaporis. Durante lo 20 días, los científicos documentaron 8114 registros biológicos e identificaron 2335 especies de flora y fauna, de las cuales 36 son posibles nuevas especies para la ciencia, 228 son registros nuevos para el país, 18 se encuentran en alguna categoría de amenaza y 62 son especies endémicas de Colombia.

Este año se documentó la historia de Romeo, la rana acuática de Sehuencas (Telmatobius yuracare) que, después una década de espera, encontró a Julieta, gracias a que los investigadores hallaron a cinco de estas ranas (dos hembras y tres machos) en los bosques nublados de Bolivia. Con este encuentro se brindó una esperanza a esta especie que se resiste a la extinción.

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La huella de los derrames

En Perú, Venezuela, Chile y México los derrames de hidrocarburos y otras sustancias químicas, ocasionados por las compañías petroleras o mineras, siguieron dando dolores de cabeza durante 2019.

En Perú, en la comunidad de Nuevo Progreso, en la región amazónica de Loreto, un derrame de petróleo se extendió al río Marañón y afectó, por lo menos, a mil personas de los pueblos en las quebradas Numpagkain y Saramiriza, por lo que el gobierno tuvo que declarar emergencia sanitaria en las comunidades afectadas. Mientras que en Antioquía, en la misma región de Loreto, en noviembre se registró otro derrame provocado por los ductos del lote 192, administrado por la empresa Frontera Energy del Perú S.A.

En Venezuela, donde se vive un colapso de la industria petrolera y la falta de inversión en la infraestructura ha afectado el estado de diversas instalaciones, los sedimentos de petróleo llegaron hasta lugares donde no se habían registrado antes, como las playas turísticas de Bahía de Cata y Choroní.

En Chile, durante julio del 2019, 40 000 litros de diésel terminaron en el mar del archipiélago de Madre de Dios, en la Patagonia chilena, donde la Compañía Siderúrgica Huachipato S.A, filial de Compañía Aceros del Pacífico (CAP), opera una mina de piedra caliza. Y en México, también en julio, la mina Buenavista del Cobre, perteneciente al Grupo México, derramó 3000 litros de ácido sulfúrico en el Golfo de California, lo que recordó que esta misma empresa provocó en 2014 lo que hasta hoy se considera el peor desastre ambiental en el país: el derrame de 40 000 metros cúbicos de sulfato de cobre en los ríos Sonora y Bacanuchi, en el norte del país.

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Tecnología como aliada

Los Siekopai son una de las once nacionalidades amazónicas del Ecuador. Viven en las riberas del río Aguarico, en la provincia de Sucumbíos, en el norte limítrofe con el Putumayo colombiano. Los Siekopai usan la tecnología como aliada para enfrentar la explotación petrolera y la invasión de su territorio.

Como los Siekopai, son cada vez más las comunidades indígenas que recurren a herramientas tecnológicas como el GPS, las cámaras trampa, las imágenes satelitales y los drones para hacer frente a la minería ilegal, el tráfico de especies, la deforestación o, incluso, para conocer qué especies viven en sus tierras y diseñar estrategias de conservación.

Durante 2019, Mongabay Latam publicó un especial que documentó como, desde hace diez años, las comunidades indígenas amazónicas peruanas, ecuatorianas y colombianas usan la tecnología para registrar delitos ambientales, reunir evidencia y presentar denuncias.

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Saldos de la minería ilegal

En 2019, el informe Amazonía saqueada identificó 2312 sitios con actividad minera ilegal y 245 áreas de extracción no autorizadas en las que se explora oro, diamantes y coltán.

Imágenes satelitales, reportes de comunidades indígenas e informes de organizaciones que monitorean los bosques permitieron crear una plataforma regional sobre minería ilegal, un mapa interactivo desarrollado por la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG), InfoAmazonía y otras ocho instituciones latinoamericanas.

Esta herramienta permite conocer los daños que ha ocasionado la minería ilegal en seis países amazónicos: Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. La presencia de dragas, barcas y otros equipos utilizados para la extracción de minerales han acabado como los bosques; además de que el uso indiscriminado de mercurio en la minería ilegal ha generado daños a la salud de las poblaciones locales —principalmente indígenas— y afectado a ríos y diversas especies acuáticas.

En Perú, imágenes tomadas con dron documentaron como la minería de oro destruyó parte del bosque primario en el cinturón de la Reserva Comunal El Sira. Además, en ese mismo país se puso en marcha la Operación Mercurio 2019, para hacer frente a la minería ilegal en Madre de Dios, para lo cual se desplegaron en la zona a más de 1272 policías y 300 militares.

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Océanos plásticos

En abril de 2019, un estudio publicado en la revista Nature Communications, confirmó con análisis de plancton lo que los científicos han advertido durante varios años: los océanos se están llenando de plástico.

Desde 1980, la contaminación por plásticos en los océanos se ha multiplicado por diez y las micropartículas y nanopartículas de plástico, que terminan en los cuerpos de los peces, están entrando en las redes alimentarias de maneras todavía desconocidas. De todos los ríos del mundo que desembocan en el mar, el Amazonas es el séptimo que más contribuye en la contaminación por plásticos.

De acuerdo con datos del informe de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), el 66 % de los océanos se encuentra deteriorado y solo el 3 % de toda la superficie oceánica del mundo está libre de la mano del hombre.

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Rugidos en riesgo

En mayo de 2019, el informe de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) alertó que un millón de especies de animales y plantas están en peligro de desaparecer en las próximas décadas, debido al deterioro ambiental que vive el planeta.

Y justo la pérdida de su hábitat ha sido una de las grandes amenazas para el jaguar (Panthera onca) que, además, se enfrenta a la caza furtiva para el comercio ilegal de sus preciados colmillos y demás partes en el mercado asiático, una situación que se documenta cada vez más en BoliviaPerú y Surinam.

El felino más grande de Latinoamérica vive tiempos difíciles. En 2019, los incendios que asolaron el bosque amazónico en Brasil y Bolivia quemaron parte del hábitat clave de al menos 500 jaguares, aseguraron expertos de Panthera, organización mundial de conservación de felinos salvajes.

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Paraísos protegidos

En 2019, Latinoamérica sumó nuevos territorios a la lista de áreas protegidas. En Perú se creó el Área de Conservación Regional Ausangate, en Cusco, un territorio de más de 60 000 hectáreas en los Andes peruanos que incluye montañas, lagunas y glaciares, entre los que destacan la laguna de Sibinacocha y el nevado Quelccaya, el glaciar tropical más extenso del planeta.

En Chile, el Consejo Internacional de Coordinación del Programa sobre el Hombre y la Biosfera de la UNESCO amplió el territorio de tres reservas: el Archipiélago Juan Fernández, ubicado a 670 km del continente; la Laguna San Rafael, ubicada en la austral región de Aysén —donde confluyen ríos, lagos, llanuras, bosques e imponentes glaciares— y Torres del Paine.

Mientras que en Bolivia se creó el Área Protegida Municipal Rhukanrhuka, un territorio de unas 820 000 hectáreas  que se extiende desde las últimas estribaciones de la Cordillera de los Andes hasta los llanos de mojos, en la zona sur de Reyes, y que es hábitat de los monos tití y los lucachi, especies endémicas y que están en peligro crítico de extinción, principalmente, por la degradación de su hábitat, la caza y la expansión agrícola.

Además, también en Bolivia, se integró el Área de Conservación Ñembi Guasu  —que en guaraní significa “el gran escondite” o “el gran refugio”—, cuya extensión de 1 207 850 hectáreas de bosques muy bien conservados se resisten al avance de la deforestación en el Gran Chaco Sudamericano.

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*Imagen principal: Sarayaku Warmikuna, del colectivo que se conoce como Mujeres Amazónicas. Fotografía:  Esteffany Bravo.

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